La cara y la cruz del empleo transfronterizo
En apenas 14 kil¨®metros, las diferencias econ¨®micas de Ceuta y Gibraltar con su entorno condicionan las vidas de los que cruzan cada d¨ªa la frontera para trabajar
Sentada en el filo de la silla, F¨¢tima escucha con atenci¨®n. Se retuerce las manos, atusa su chilaba y esboza muecas entre la sonrisa y el nerviosismo. No termina de fiarse del periodista. Tiene miedo, pero accede a hablar si no se da su verdadero nombre. Detiene por un momento su faena como empleada dom¨¦stica ilegal en una casa de Ceuta para narrar su historia. Tiene 40 a?os y dos hijos (de 14 y 20 a?os), es de Castillejos (Marruecos) y cruza diariamente la frontera para trabajar, desde que se qued¨® viuda hace 5 a?os. Cristina S¨¢nchez es madre soltera de dos peque?os (de 13 y 6 a?os), tiene 39 a?os y tambi¨¦n cruza una frontera para trabajar en el servicio dom¨¦stico. Cristina es de Guardiaro (San Roque, C¨¢diz) y trabaja en Gibraltar. Lejos de tener miedo, S¨¢nchez habla con decisi¨®n y desparpajo: est¨¢ dada de alta como aut¨®noma, le gusta su trabajo y quiere crecer como empresa. F¨¢tima y Cristina no se conocen y puede que nunca lo hagan. Con un Estrecho de apenas 14,3 kil¨®metros de separaci¨®n, son la cara y la cruz del empleo que generan las desiguales fronteras de Marruecos-Espa?a en Ceuta y Espa?a-Reino Unido en Gibraltar, bajo cuyo peso trabajan aproximadamente 42.000 personas.
No todas las fronteras son elementos de desigualdad per se, pero cuando dividen realidades econ¨®micas tan distintas, la diferencia se hace m¨¢s que palpable. El PIB (Producto Interior Bruto) per c¨¢pita de Marruecos en 2015 fue de 2.706 euros. En Espa?a ronda los 24.000 euros, casi 9 veces m¨¢s. El informe de Fronteras ma?s Desiguales del Mundo (FDM) apunta a la frontera ceut¨ª del Tarajal entre Espan?a y Marruecos como la se?ptima ma?s desigual, por delante de la de Me?xico y Estados Unidos (en la posicio?n de?cimose?ptima). La focona (como se conoce en llanito a la frontera) en Gibraltar tampoco se queda atr¨¢s. Frente a los 24.000 euros de cada espa?ol (reducidos a 23.000 entre los linenses), el PIB per c¨¢pita de los gibraltare?os super¨® los 64.315 euros en 2016.
Al calor de estas diferencias, el Estrecho de Gibraltar concentra a trabajadores en ambas orillas que cruzan fronteras diariamente, ¨¢vidos de buscar una vida mejor al otro lado. El linenense Miguel Valencia no ha conocido otra cosa desde que se incorpor¨® al mercado laboral con 20 a?os. Lleva 32 trabajando para un distribuidor de bebidas alcoh¨®licas y tabaco en Gibraltar, Lewis Stagnetto. "Esto es como una simbiosis, ellos necesitan mano de obra y tiran de nuestro pa¨ªs. A su vez, nuestro pa¨ªs tiene mano de obra que ofrecer", resume Valencia con una l¨®gica aplastante.
El sincretismo se repite en Ceuta, aunque caracterizado por la irregularidad y la precariedad. Los empleadores ceut¨ªes se benefician de mano de obra barata y los transfronterizos marroqu¨ªes consiguen salarios que dif¨ªcilmente podr¨ªan alcanzar en su pa¨ªs. "No solo Marruecos vive de Ceuta; gracias a Marruecos, la mujer ceut¨ª puede ir a trabajar", reconoce Maribel Lorente, de la Asociaci¨®n Digmun, una asociaci¨®n que trabaja para el empoderamiento de las mujeres marroqu¨ªes que trabajan como empleadas dom¨¦sticas y porteadoras en Ceuta, oficios predominantes entre los extranjeros de la ciudad aut¨®noma.
Fronteras en conflicto diplom¨¢tico
No es f¨¢cil ser transfronterizo en las fronteras de Ceuta y Gibraltar, siempre enredadas en conflictos de soberan¨ªa. F¨¢tima se despierta a las tres de la ma?ana en su casa de Castillejos (a 8 kil¨®metros de Ceuta) para poder entrar a las 8.30 en su trabajo. Toma un taxi colectivo, compartido con 6 personas m¨¢s, que la deja en el Tarajal. All¨ª pierde la mayor parte del tiempo en poder pasar. "La frontera es mala, mucha gente, mucho coche. Vi como un polic¨ªa romp¨ªa una pierna a una mujer", reconoce la marroqu¨ª en un castellano chapurreado.
El fr¨¢gil equilibrio hispano-marroqu¨ª se quiebra con facilidad. Es suficiente con unas declaraciones pol¨ªticas desafortunadas para que los transfronterizos paguen los platos rotos con colas, cierres de frontera e incluso avalanchas. En Gibraltar, no est¨¢n exentos de problemas, limitados, eso s¨ª, a colapsos y colas. Cristina S¨¢nchez se levanta a las 6.30, deja a sus hijos en el colegio y se dirige en coche al Pe?¨®n. "Si salgo 10 minutos tarde, ya me pilla cola, as¨ª que a las 8.30 ya estoy en Gibraltar", reconoce la aut¨®noma. "Cada vez que hay tensi¨®n en la frontera, repercute en el trabajador de a pie. La pol¨ªtica de bandera tiene una gran incidencia sobre ¨¦l", reconoce el sindicalista de CC OO y presidente del Grupo Transfronterizo, Miguel Triano.
Afectados por conflictos diplom¨¢ticos, ni siquiera existen cifras oficiales de los empleados transfronterizos en ambas ciudades. En Ceuta, al Ministerio de Trabajo le constan 1.403 empleados marroqu¨ªes (de los 2.688 extranjeros afiliados a la Seguridad Social que apunta la Delegaci¨®n del Gobierno en Ceuta), a los que se suman los 1.951 registrados en Melilla. Sin embargo, la gran mayor¨ªa son trabajadores irregulares. Se estima que cada d¨ªa cruzan el Tarajal de 20.000 a 25.000 personas con fines laborales. Nadie cuenta tampoco cu¨¢ntos trabajadores espa?oles trabajan en Gibraltar. Desde el Ministerio precisan que, al ser ciudadanos de la UE, no hay registro ni permisos espec¨ªficos para su actividad. "Se da por buena y aceptada en ambos lados la cantidad de entre 7.000 y 8.000 trabajadores", explica Triano.
La gran mayor¨ªa de los marroqu¨ªes que cruzan la frontera se dedican al porteo, bien sea en coche o a pie, y buena parte de ellos son mujeres. Por oficios, le siguen en n¨²mero las empleadas dom¨¦sticas como F¨¢tima, que compatibilizan varias casas a la semana y ganan un sueldo entre los 150 y los 300 euros mensuales. Su sector copa el trabajo legal en Ceuta: de los 1.403 transfronterizos, 1.126 se dedican al servicio dom¨¦stico. Pese a estar dadas de alta, solo pueden acceder a cobertura sanitaria en el ejercicio de su trabajo, ya que no son ciudadanas comunitarias. F¨¢tima, a¨²n como ilegal, limpia en tres casas. Una de ellas es de una ceut¨ª dedicada, parad¨®jicamente, al servicio de limpieza. A las limpiadoras, le siguen otras ocupaciones como electricistas, pintores, mec¨¢nicos o alba?iles que, cada d¨ªa, se apostan en esquinas de la ciudad, a la espera de que les llamen para un trabajo.
En Gibraltar el trabajo precario e irregular es una minor¨ªa. M¨¦dicos, enfermeros, transportistas, camareros o dependientes cruzan diariamente la frontera para ocupar puestos mejor pagados que en Espa?a. "Hay de todo y la imagen no se corresponde con la del trabajador en precario. La media puede estar en los 2.000 euros mensuales", explica Triano. S¨¢nchez se muestra "contenta" de trabajar en Gibraltar: "Es una ciudad activa y din¨¢mica". Compatibiliza trabajos, de 10 a 12 euros la hora, que van desde la limpieza dom¨¦stica a llevar el coche al taller, para 10 clientes en el Pe?¨®n y otro tanto en la exclusiva urbanizaci¨®n de Sotogrande.
Cristina es una luchadora y planta cara a la incertidumbre a la que empleados como ella se enfrentan tras el Brexit. Incluso est¨¢ decidida a crecer como empresa: "Quiero hacer esto grande, emplear a gente. Veo mi futuro ligado a Gibraltar". Al otro lado de la orilla, F¨¢tima se conforma con menos, sue?a con que le den de alta en la Seguridad Social. Ser¨ªa un aliciente para seguir manteniendo a sus hijos, como reconoce con una sonrisa, mientras se pone de pie en la cocina de la casa para la que trabaja. La improvisada entrevista ha terminado, tiene que seguir la faena para acabar a las 13.30 y volver con otras compa?eras de oficio a Castillejos. All¨ª, le espera m¨¢s: "Trabajo aqu¨ª y trabajo en casa, es lo que hay".
La quimera de la residencia
Jawad Reduani es marroqu¨ª, tiene 24 a?os y ahora trabaja de camarero en Ceuta, aunque lleva haci¨¦ndolo desde los 18. Es uno de los pocos que ha sido capaz de sortear los vericuetos legales de la Ley de Extranjer¨ªa y conseguir la residencia permanente en Espa?a. Buena parte del logro fue posible gracias a que fue un Menor Extranjero No Acompa?ado (MENA) que, tras mucho luchar, consigui¨® acreditar que llevaba a?os residiendo en Ceuta y que ten¨ªa un contrato de trabajo de un a?o. Ahora sue?a con "acabar currando en Alemania", pa¨ªs que ya conoce. Su caso es una excepci¨®n, ya que tener empleo legal en Ceuta no garantiza a un extranjero la residencia. Algo m¨¢s f¨¢cil lo tienen los espa?oles en Gibraltar, ya que tienen que acreditar la posesi¨®n de un contrato estable y un domicilio en el que empadronarse. Se estima que son unos 1.000 los residentes en el Pe?¨®n. En este caso, no son muchos los espa?oles interesados en cambiar su residencia a una ciudad peque?a y en la que el nivel de vida es m¨¢s elevado que en su pa¨ªs.
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