Estacional pero sintom¨¢tico
Hay avances, pero no est¨¢ claro que el mercado laboral haya dejado de ser un castillo de naipes
Los resfriados de finales de agosto y principios de septiembre son cosa de los cambios s¨²bitos de temperatura. Tras seis meses de reducci¨®n del paro registrado, en agosto ha llegado el catarro habitual: 46.400 personas registradas m¨¢s en las oficinas de los Servicios P¨²blicos de Empleo Estatal (SEPE). No es un agosto at¨ªpico ¡ªsiempre es un mal mes por el fin de los contratos temporales de verano¡ª pero s¨ª que es sintom¨¢tico de lo que siempre ha pasado en Espa?a y muestra la debilidad de una parte importante del empleo creado.
En t¨¦rminos interanuales, contin¨²a el ritmo neto de creaci¨®n de puestos de trabajo. A finales de agosto hab¨ªa 609.849 afiliados a la Seguridad Social m¨¢s que el a?o anterior. Pero a¨²n abrumados por el desplome del edificio laboral durante la crisis ¡ªa medio reconstruir¡ª es razonable preocuparse por la estabilidad del empleo en Espa?a. No vamos a descubrir esa realidad con el an¨¢lisis del paro mes a mes, uno de los deportes habituales del an¨¢lisis coyuntural. Desestacionalizado, el paro subi¨® en agosto en 11.437 personas. A finales de septiembre, con la vuelta a la actividad en otros sectores menos presentes en verano (industria, construcci¨®n) la historia ser¨¢ (como suele ser) m¨¢s positiva. Pero la estructura no habr¨¢ cambiado en dos meses.
Junto a las intrahistorias de an¨¢lisis coyuntural presuroso, las preguntas m¨¢s estructurales son tres: ?Estamos avanzando? ?Lo hacemos sobre bases s¨®lidas? ?Lo hacemos con mejores condiciones laborales? La respuesta a la primera pregunta es afirmativa porque los n¨²meros son los que son. En cuanto a la segunda y la tercera, contestar en m¨¢s complicado.
La estructura de las instituciones laborales tiene que ver mucho con las reformas y creo firmemente que la emprendida para el mercado de trabajo en Espa?a era necesaria, aunque parece insuficiente. Aporta parte de la flexibilidad (adjetivo f¨¢cilmente manipulable en este contexto) que se precisaba. Emmanuel Macron ahora trata de realizar cambios similares en una Francia, donde la rigidez y las condiciones de resoluci¨®n de los contratos laborales son insostenibles. Pero en Francia hay menos problemas (que los hay) de ajuste entre formaci¨®n y empleo que en Espa?a. Las pol¨ªticas activas, el reciclaje y el reajuste siguen siendo asignaturas pendientes en nuestro pa¨ªs, suspensas en varias rev¨¢lidas. Por no hablar de la educaci¨®n.
Los salarios tampoco son mejores que antes de la crisis. Esto se debe, en parte, a un ajuste necesario a la productividad. Creo que los salarios pueden crecer en muchos sectores pero la linealidad y ubicuidad de las subidas ser¨ªa un error. Productividad e incentivos deben ser dos cuestiones que calen a¨²n mucho en los contratos. Y las empresas ¡ªalgunas con grandes beneficios¡ª tambi¨¦n deben hacer girar su discurso hacia un compromiso sincero en este sentido. Si la productividad acompa?a, debe notarse en los sueldos.
El mercado de trabajo en Espa?a es algo m¨¢s firme que hace unos a?os pero no est¨¢ claro a¨²n que haya dejado de ser un castillo de naipes cuando vengan mal dadas.
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