Erizos y zorros en Catalu?a
Con frecuencia se abre un foso entre los creadores y los transmisores del saber
Los economistas ?son erizos o son zorros? Los erizos saben mucho de una sola cosa; los zorros saben de muchas cosas de un modo m¨¢s superficial. Esta distinci¨®n fue hecha por Isaiah Berlin a principios de los a?os cincuenta del siglo pasado bas¨¢ndose en un proverbio del griego Arqu¨ªloco. Los cient¨ªficos (creadores) suelen ser erizos; los diletantes y los divulgadores (transmisores) pertenecen al territorio de los zorros. El tiempo en que vivimos suele ser m¨¢s favorable a los zorros que a los erizos.
Esta leyenda ha sido desarrollada recientemente por el premio Nobel de Econom¨ªa, el franc¨¦s Jean Tirole, en su libro La econom¨ªa del bien com¨²n (editorial Taurus), para analizar el papel de los economistas en los asuntos p¨²blicos: ?son erizos o son zorros?; ?est¨¢n encerrados en torres de marfil o son consejeros del pr¨ªncipe?; ?siguen siendo ciertas las palabras de Keynes en su Teor¨ªa general de que todos los pol¨ªticos aplican sin saberlo las recomendaciones de economistas cuyos nombres desconocen, muchas veces ya difuntos?
Estas consideraciones no tienen por qu¨¦ ser abstractas sino que se pueden aplicar a coyunturas concretas. Por ejemplo, hay una serie de economistas catalanes, sin duda erizos, de los mejores en el mundo en su especialidad acad¨¦mica, que se han manchado las manos en el proc¨¦s, a favor de una de las partes. Para nuestra reflexi¨®n da igual de cu¨¢l de las dos. En uno u otro grado han abandonado su laboratorio y han participado en la refriega (alguno de ellos incluso a trav¨¦s de las redes sociales), causando el estupor de algunos de sus seguidores tradicionales en el terreno cient¨ªfico. Ironiza Tirole con gracia con que a Adam Smith no se le ped¨ªa que hiciera previsiones, redactara informes, hablara por la televisi¨®n, llevara un blog, tuitease o tuviera su muro de facebook, y escribiese buenos manuales de divulgaci¨®n. Y concluye: ¡°Todas estas demandas sociales son leg¨ªtimas, pero con frecuencia cavan un foso entre creadores de saber y transmisores de saber¡±.
Cient¨ªficos sociales ¨Cen este caso, economistas- que suelen ser los primeros de la clase en lo suyo, pueden estar profundamente errados o ser banales cuando se convierten en militantes o en analistas ¡°de aeropuerto¡± (como dice Krugman). Las maravillosas Memorias de Galbraith, publicadas hace muchos a?os, son pr¨®digas en la autocr¨ªtica de sus equivocaciones al saltar al mundo de la pol¨ªtica. Ojal¨¢ esto no fuese una excepci¨®n o un momento de debilidad y, con la distancia suficiente, pudi¨¦semos conocer las introspecciones de una profesi¨®n poco dada a ellas. ?Han reconocido los economistas hegem¨®nicos el fracaso de sus lecciones durante la Gran Recesi¨®n?, ?han reflexionado en p¨²blico sobre las contorsiones ideol¨®gicas hechas para salvarse y c¨®mo se deshicieron sin complejos de sus directrices neocl¨¢sicas y de su abominaci¨®n por la intervenci¨®n p¨²blica y tuvieron que empezar a comportarse como economistas keynesianos con esteroides, para que el Estado interviniese por doquier, so pena de crash? Muchos de estos economistas no s¨®lo no previeron lo que se ven¨ªa encima sino que con sus recomendaciones convirtieron lo que pod¨ªa haber sido una recesi¨®n ¡°del mont¨®n¡± en la Gran Recesi¨®n.
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