L¨ªmites que no se pueden cruzar
Los gobiernos han preferido confundir a los ciudadanos con rebajas de impuestos para captar sus votos sin explicar los costes derivados de los recortes
Buena parte del problema que plantea el debate sobre la Renta B¨¢sica Universal (RBU) consiste en determinar hasta qu¨¦ punto estamos ante una propuesta ut¨®pica o existe una posibilidad real de financiaci¨®n que la haga posible. La otra parte ata?e al modelo de Estado y de sociedad que tienen en mente los representantes pol¨ªticos. Es muy probable que si se decide transitar hacia un modelo de Estado que incorpore la RBU no habr¨ªa dificultades insuperables para financiarla. La expresi¨®n ¡°hay que echar n¨²meros¡± cobrar¨¢ entonces su exacto significado, que no es otro que el ajustar costes y desviar recursos en una proporci¨®n revolucionaria para conseguir el fin propuesto. Pero para ¡°echar cuentas¡± es necesario tener claro lo que se quiere hacer.
Hay que explicar de forma rotunda que en las condiciones financieras actuales, limitadas por un programa de ajuste todav¨ªa tutelado por Bruselas y con una estructura fiscal raqu¨ªtica, lastrada por una presi¨®n fiscal inferior a la media europea. El mal primario, tan da?ino para el conjunto de la econom¨ªa, est¨¢ en la desidia de varios gobiernos (todos los habidos en Espa?a desde 1996) sobre el presupuesto de Ingresos del Estado. Sin excepci¨®n, han preferido confundir a los ciudadanos con rebajas de impuestos para captar sus votos sin explicar los costes derivados de los recortes fiscales. El Estado queda inerme ante las contingencias (como bien pudo apreciarse en su incapacidad para proteger a los damnificados de la crisis) y pierde cualquier margen de actuaci¨®n para respaldar con dinero cualquier posibilidad de cambio pol¨ªtico o social.
Vemos el coste. En la pr¨¢ctica, s¨®lo hay estimaciones. Una de ella cuantifica la renta en 382.000 millones de euros. Como, por otra parte, una RBU ser¨ªa incompatible con cualquier otro tipo de ayuda, haciendo las testas correspondientes el coste estar¨ªa entre 180.000 y 200.000 millones (187.000 millones seg¨²n el BBVA, por ejemplo). Parece fuera de duda que este modelo no puede financiarse en estos momentos; ni siquiera en los pr¨®ximos diez a?os.
Puede pensarse en otros modelos menos universales. Por ejemplo, una renta b¨¢sica compensatoria para la poblaci¨®n que est¨¢ por debajo del umbral de pobreza costar¨ªa en torno a 79.000 millones; con similares supresiones de otras prestaciones, estar¨ªamos ante un modelo financiable a medio plazo. Siempre y cuando se proceda a una revisi¨®n en profundidad del sistema tributario y a una mejora en los resultados de la lucha contra el fraude.
Como queda de manifiesto, existen unos l¨ªmites financieros que no se pueden cruzar. Pero es que adem¨¢s hay que contar con resistencias y viscosidades de car¨¢cter pol¨ªtico o ideol¨®gico. La renta b¨¢sica, consideran los cr¨ªticos m¨¢s apegados a la ortodoxia neoliberal, reduce el inter¨¦s de los ciudadanos por buscar empleo. Los experimentos sociales conocidos (uno de ellos en Finlandia) confirman que los perceptores se acomodan a su condici¨®n de subvencionados. La respuesta a esta objeci¨®n tambi¨¦n es ideol¨®gica: no hay por qu¨¦ presuponer la ambici¨®n en todos y cada uno de los ciudadanos. La cuesti¨®n est¨¢ en decidir si esa pasividad est¨¢ compensada por el logro de un principio de equidad social.
La objeci¨®n de m¨¢s fuste es el efecto llamada. Pero existen procedimientos para limitar los efectos de una distorsi¨®n de esta naturaleza. No hay m¨¢s obst¨¢culos reales para la implantaci¨®n de una renta b¨¢sica que la definici¨®n exacta del modelo y la b¨²squeda de la suficiencia fiscal. El resto es prescindible o debatible.
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