Empleo compartido
Por m¨¢s que se defienda el coworking como una nueva forma de trabajar, la deslocalizaci¨®n sigue la tendencia dominante hacia la precarizaci¨®n
Existe la suposici¨®n de que modificaciones o mejoras circunstanciales en un sistema econ¨®mico pueden contrarrestar el deterioro general de ese sistema. Este es el caso del llamado coworking, un fen¨®meno laboral-inmobiliario que aspira a convertirse en mercado con rentabilidades elevadas en cuanto alcance el pico de operaciones esperado en un plazo considerado como medio (en torno a cinco a?os). Recapitulemos: la econom¨ªa global tiene un problema grave de creaci¨®n de empleo, que bien podr¨ªa definirse como la incapacidad de la econom¨ªa para generar rentas salariales estables para cubrir la oferta laboral disponible, bien sea porque la l¨®gica econ¨®mica empuja ineluctablemente a ello, bien porque la creaci¨®n de los puestos de trabajo es m¨¢s lenta y costosa tras cada nueva crisis o depresi¨®n; frente a este vac¨ªo de car¨¢cter cong¨¦nito, se proponen paliativos de muy diversa naturaleza, como el reparto de trabajo, el empleo en casa gracias a las propiedades de las tecnolog¨ªas de la comunicaci¨®n o el coworking.
Un espacio compartido para trabajar puede ser un factor de comodidad y, si se quiere, de potencial socializaci¨®n con trabajadores de otras disciplinas, pero apenas oculta el hecho nuclear de que es una consecuencia de la desaparici¨®n paulatina del empleo como una actividad estable, sometida a reglas conocidas (un salario, un entorno fijo, una relaci¨®n pr¨®xima con el empleador). Difuminar el contorno laboral forma parte de la tendencia general a desestructurar el empleo hasta convertirlo en una actividad desconectada del compromiso de la empresa con el trabajador. Por m¨¢s que se defienda el coworking como una forma de trabajar derivada de la aparici¨®n de las tecnolog¨ªas de la informaci¨®n y el avance (espectacular, s¨ª) de las telecomunicaciones, la deslocalizaci¨®n sigue la? tendencia dominante hacia la precarizaci¨®n.
Tampoco tranquiliza demasiado que el nomadismo del asalariado quiera explicarse como un emplasto contra la soledad y el aislamiento. Una de las virtudes que tiene hoy la localizaci¨®n del trabajador en el espacio espec¨ªfico de la empresa es la creaci¨®n de empat¨ªas y sinergias no solamente por la proximidad espacial, sino, sobre todo, por la cercan¨ªa que genera la actividad com¨²n. El flujo de la informaci¨®n entre distintas actividades o intereses que pueden compartir aleatoriamente un espacio puede tener beneficios potenciales que no est¨¢n demostrados, aunque es comprensible que se expongan en teor¨ªa.
Dicho lo anterior, que sit¨²a al coworking en la esfera de la comodidad arquitect¨®nica decorativa, es evidente que estamos ante un sector en alza, que ese mercado ofrece soluciones espec¨ªficas para estratos concretos de la estructura laboral. Puede ser desde luego una soluci¨®n de mercado, pero ser¨¢ para el mercado inmobiliario. Su tasa de expansi¨®n sin duda es elevada y probablemente aumentar¨¢ en los pr¨®ximos dos a?os. Pero conviene recordar que la tendencia dominante, marcada por la evoluci¨®n de las tecnolog¨ªas de la comunicaci¨®n, es a la individualizaci¨®n y a la domiciliaci¨®n del empleo. Si el teletrabajo es el modo ganador, como parece hoy, la supuesta socializaci¨®n y la intercomunicaci¨®n enriquecedora entre profesiones ser¨¢ una mera entelequia justificativa abolida por el tiempo. Si, por el contrario, se produce un retorno triunfante a los modos actuales de producci¨®n ¡ªa lo cual ayudar¨ªa una vuelta al paradigma del empleo estable¡ª, el coworking quedar¨¢ reducido a una transici¨®n sin destino. Es m¨¢s adecuado preguntarse si en 20 a?os quedar¨¢ empleo suficiente para ocupar el mercado de coworking.
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