Impuestos bajos, impuestos altos
Los tributos adecuados crean civilizaci¨®n, pero los excesivos la deterioran, porque su uso no es eficiente ni riguroso
Uno de los grandes debates de las econom¨ªas avanzadas es hasta d¨®nde deben llegar los impuestos para financiar el gasto p¨²blico. La disyuntiva est¨¢ entre si los impuestos deben ser altos o muy altos para que as¨ª se reparta m¨¢s a trav¨¦s del Estado del bienestar, importando relativamente poco la gesti¨®n y la evaluaci¨®n de c¨®mo se gasta el dinero del contribuyente. Todo ello frente a quienes pensamos que los impuestos deben ser limitados, porque somos los individuos quienes mejor gestionamos los recursos normalmente escasos.
En Espa?a, de tener muy pocos impuestos hace unas d¨¦cadas, hemos pasado a tener impuestos totalmente equiparados con toda Europa. Incluso se podr¨ªa decir que m¨¢s altos si la comparaci¨®n de la presi¨®n fiscal se hace no sobre el PIB, sino sobre la riqueza nacional.
Por lo que respecta al IRPF, en 1980 solo hab¨ªa cinco millones de contribuyentes frente a los 25 millones que hay en la actualidad. Nuestra aportaci¨®n en cuanto a ingresos por IRPF respecto a PIB es del 7,3% en Espa?a, frente al 9,3% en los 28 miembros de la UE y el 9,2%, el 8,7% y el 12,0% en Alemania, Francia e Italia, respectivamente.
Algo parecido sucede con el impuesto de sociedades ahora que se ha puesto de moda decir, equivocadamente, que las empresas espa?olas pagan tipos muy bajos. La realidad es otra si, simplemente, comparamos los datos con la UE.
Es cierto que, en el impuesto de sociedades, la recaudaci¨®n se ha reducido a la mitad entre 2007 y 2017, pero hay que tener en cuenta que, en los a?os de gran crecimiento, antes de la crisis, que empieza en 2008, los sectores de la construcci¨®n, inmobiliario y financiero se llevan la gran parte del pago del impuesto y ahora, en gran medida, a¨²n est¨¢n en plena recuperaci¨®n.
Buena parte de este descenso de recaudaci¨®n viene dado porque, ante la crisis, las empresas espa?olas se han volcado en el exterior. Seg¨²n los datos de la Comisi¨®n Nacional del Mercado de Valores (CNMV), m¨¢s del 60% de los ingresos de las empresas cotizadas en Bolsa pagan sus impuestos donde los generan; y aqu¨ª se reciben dividendos que tienen una repercusi¨®n fiscal m¨¢s baja, al igual que en otros pa¨ªses de la UE, pues ya han pagado en el pa¨ªs donde los han generado. Al mismo tiempo, las empresas espa?olas han tenido grandes p¨¦rdidas durante la crisis y ahora est¨¢n compensando sus bases imponibles negativas.
Espa?a recaud¨® por el impuesto de sociedades en 2016 un 2,3% respecto al PIB, en l¨ªnea con Francia, Alemania e Italia con cifras, respectivamente, del 2,6%, 2,7% y 2,1%. La tributaci¨®n empresarial, en definitiva, est¨¢ a nivel europeo, incluso algo superior, especialmente en cotizaciones sociales.
Probablemente pueda ingresarse m¨¢s en impuestos si formaliz¨¢ramos adecuadamente nuestra econom¨ªa. Es urgente buscar las ineficiencias del gasto que son numerosas y no tienen adecuado control, evaluaci¨®n y requerimientos de mejor y m¨¢s gesti¨®n. Con los nuevos instrumentos tecnol¨®gicos existentes y el nuevo y viejo talento existente o nuevo.
Los impuestos adecuados crean civilizaci¨®n, pero los impuestos excesivos la deterioran, porque su uso no es eficiente ni riguroso. El gasto p¨²blico tendr¨ªa que ser como el riego por aspersi¨®n en la agricultura: lo t¨¦cnicamente justo y necesario. Por el contrario, el gasto p¨²blico acostumbra a ser una tromba de agua, esto es, de dinero sin control ni gesti¨®n. Gastar mejor y m¨¢s eficientemente es la soluci¨®n porque los ingresos no pueden ni deben ser infinitos.
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