La vivienda, un derecho social para el siglo XXI
La pol¨ªtica p¨²blica debe dejar de dirigirse a grupos acomodados para atender a los m¨¢s desfavorecidos
La vivienda asequible emerge en este inicio del siglo XXI como uno de los problemas sociales m¨¢s dram¨¢ticos y urgentes al que nos enfrentamos. Un problema especialmente agobiante en las grandes ciudades, que se est¨¢n viendo presionadas por nuevos factores. Por un lado, el hecho de que la crisis ha desplazado poblaci¨®n desde localidades peque?as hacia las ciudades m¨¢s grandes. Por otro, el hecho de que las nuevas plataformas digitales facilitan la sustituci¨®n del uso residencial por usos tur¨ªsticos de una parte del escaso parque de vivienda de alquiler existente.
La vivienda atiende a muchos fines esenciales para una vida digna. Protege del fr¨ªo y del calor; guarda los bienes de las personas; da a los ni?os un lugar en el que crecer sanos; ofrece a los mayores un sitio que los protege; da privacidad a la vida familiar; hace, en definitiva, a las personas mejores padres, mejores ciudadanos y mejores vecinos.
La escasez y el elevado precio en relaci¨®n con los ingresos familiares para costearla hacen que la vivienda en Espa?a act¨²e al modo de una tijera de la pobreza, cuesti¨®n de la que habl¨¦ en una columna publicada hace unos meses. Pero las consecuencias van m¨¢s all¨¢. Por un lado, la falta o la mala calidad de la vivienda asequible influyen en la salud y en el porvenir de los ni?os que viven en esos hogares. Por otro, impide la emancipaci¨®n de los j¨®venes a la edad ¡ªla d¨¦cada de los veinte¡ª en que han de hacerse responsables de sus vidas. El impacto de este retraso emancipatorio en la cultura moral de los j¨®venes es tremendo. Sin olvidar el efecto que ese retraso tiene en la capacidad de innovaci¨®n social, pol¨ªtica y econ¨®mica.
As¨ª las cosas, sorprende la desidia con la que los gobiernos de la etapa democr¨¢tica han abordado la cuesti¨®n de la vivienda asequible. No digo que no haya existido ning¨²n tipo de pol¨ªtica p¨²blica. La ha habido, pero ha ido dirigida a la compra de vivienda privada por parte de los grupos acomodados. Una pol¨ªtica instrumentada fundamentalmente a trav¨¦s de las exenciones fiscales a la compra. Una pol¨ªtica que ha hecho que Espa?a sea el pa¨ªs europeo con mayor proporci¨®n de propiedad en relaci¨®n con la cantidad total de vivienda residencial existente.
Los gobiernos democr¨¢ticos han abordado la cuesti¨®n de proporcionar pisos asequibles con sorprendente desidia
Pero ese tipo de pol¨ªticas no tienen efectos directos sobre la gente con escasos recursos. Para ellos la pol¨ªtica de vivienda tiene que ser diferente. En varios sentidos. Uno es que el mercado privado por s¨ª s¨®lo no puede resolver esta necesidad social; se requiere la implicaci¨®n directa de los sectores p¨²blicos estatales, auton¨®micos y locales. Otro es que el criterio no puede ser la eficiencia de los instrumentos p¨²blicos empleados sino la equidad: ayudar a acceder a la vivienda a las familias pobres es un objetivo moralmente v¨¢lido en s¨ª mismo.
?Por qu¨¦ los gobiernos democr¨¢ticos no se han visto compelidos a actuar de forma m¨¢s contundente? En mi opini¨®n, la desidia tiene que ver con el hecho de que la vivienda asequible no est¨¢ a¨²n contemplada, ni en la legislaci¨®n ni en la cultura pol¨ªtica, como un derecho social b¨¢sico con la misma intensidad con que lo est¨¢n la educaci¨®n, la sanidad, el paro o las pensiones. La redistribuci¨®n operada por el Estado social que se construy¨® a partir de la segunda Guerra Mundial para erradicar la elevada desigualdad y pobreza existente en las primeras d¨¦cadas del siglo XX respondi¨® a dos grandes impulsos. Por un lado, al principio de igualdad en el acceso a bienes b¨¢sicos como la educaci¨®n y la sanidad. Por otro, una l¨®gica de derechos relacionada con la falta de cobertura de ingresos para atender a la pobreza de los mayores que ven¨ªa de las situaciones de desempleo y de la jubilaci¨®n. Hoy tenemos que ampliar esa l¨®gica de derechos a la vivienda. Y quiz¨¢ tambi¨¦n a la cultura.
En la primera mitad del siglo XX fueron las guerras las que hicieron tabla rasa con el pasado y acabaron con el mal end¨¦mico de la desigualdad y con la pobreza de los mayores. Hoy la desigualdad y la nueva pobreza de ni?os y j¨®venes vuelven a ser un problema end¨¦mico. Una pobreza que viene en gran parte de la falta de vivienda asequible. Necesitamos construir un nuevo contrato social para el siglo XXI que contemple la vivienda asequible como un derecho social exigible de forma efectiva. Y dise?ar nuevas instituciones y pol¨ªticas p¨²blicas que abordan, tanto de forma justa como eficaz, la cobertura de este derecho.
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