¡®Gig economy¡¯: el fin del trabajo tal y como lo conoc¨ªamos
Sarah Kessler denuncia c¨®mo las innovaciones de Silicon Valley ha acentuado la precarizaci¨®n
El empleo, unos de los problemas m¨¢s esquivos para la ciencia econ¨®mica, ten¨ªa por fin soluci¨®n. La hab¨ªan encontrado en Silicon Valley y se llamaba la econom¨ªa gig, o ¡°econom¨ªa del bolo¡±, en honor a los m¨²sicos y actores que ven¨ªan practic¨¢ndola desde siempre. En la meca californiana de las start-ups hab¨ªan descubierto que la ubicuidad de Internet y de los tel¨¦fonos inteligentes permit¨ªa asignar encargos de forma casi autom¨¢tica al mejor dispuesto (Uber) o dividir trabajos complejos en peque?as tareas a cumplir por un ej¨¦rcito de trabajadores online (Mechanical Turk).
Como solo pagaban las horas productivas, las empresas no necesitaban pens¨¢rselo antes de admitir a un nuevo miembro en su plataforma. Pero tambi¨¦n para los trabajadores pod¨ªa ser un avance. Al menos as¨ª lo vend¨ªan las tecnol¨®gicas: ?por qu¨¦ entrar siempre a la misma hora? ?No es mejor decidir cu¨¢ndo y cu¨¢nto se trabaja? En 2011 Sarah Kessler era una de las periodistas estadounidenses que aceptaban el relato de Silicon Valley sin cuestionar. Hasta que ese a?o decidi¨® tomarse un mes en Mashable, el portal de noticias donde escrib¨ªa, y se inscribi¨® en todas las empresas gig que encontr¨®. ¡°Me di de alta en treinta o cuarenta aplicaciones con el objetivo de superar el salario m¨ªnimo¡±, explica Kessler desde Chicago durante una videoentrevista por Skype. ¡°Ah¨ª fue cuando entend¨ª que era m¨¢s complejo que apretar un bot¨®n y conseguir trabajo¡±.
Pagas por debajo del salario m¨ªnimo, ausencia de vacaciones y nada de enfermar. Hoy son cuestionamientos cl¨¢sicos de esta nueva econom¨ªa vinculada a los algoritmos, pero entonces nadie hablaba de ellos. Como tampoco se hablaba del estatus de proveedor otorgado a los trabajadores (para evitar la legislaci¨®n laboral) ni de la mentira sobre la flexibilidad. Como saben de sobra los repartidores y conductores de la econom¨ªa gig, no estar disponible cuando la empresa lo necesita es penalizado despu¨¦s con menos encargos.
En 2018 Kessler le dedic¨® al tema el libro Gigged, the end of the job and the future of work. Considerado por el Financial Times como una de las mejores obras del a?o en temas de Econom¨ªa. El libro recorre las vidas de media docena de personas que subsisten gracias a estos nuevos empleos de la era digital con el objetivo de ¡°ver el potencial que tiene esta forma de trabajo¡±. Los gigs de su particular estudio van desde el tradicional servicio de transporte hasta la limpieza de oficinas, pasando por el telemarketing o la identificaci¨®n de sem¨¢foros en fotos (la tarea arquetipo de Mechanical Turk, de Amazon).
Descontento general
Ninguno de los trabajadores entrevistados por Kessler est¨¢ a gusto con su situaci¨®n. El ¨²nico entusiasmado es Curtis, un programador que antes de pasarse a la econom¨ªa gig cobraba un sueldo anual de seis cifras. Seg¨²n Kessler, su satisfacci¨®n tiene que ver con que consigue todo lo bueno (¡°elige cu¨¢ndo trabajar y los proyectos de programaci¨®n que le interesan¡±) sin nada de lo malo (¡°la sensaci¨®n de inestabilidad¡±). Pero su caso es una excepci¨®n, explica, porque tiene formaci¨®n universitaria en una profesi¨®n de alta demanda y con tarifas altas para ¡°construir su propia red de seguridad¡±.
La raz¨®n por la que el resto de entrevistados vive de las nuevas plataformas no es la supuesta flexibilidad sino la falta de un trabajo tradicional. El problema, como se?ala la propia Kessler, es que esos trabajos tradicionales est¨¢n de capa ca¨ªda. ¡°Llevamos desde los setenta alej¨¢ndonos del empleo tradicional de jornada completa, Uber es la versi¨®n m¨¢s extrema porque ni siquiera reconoce la relaci¨®n de empleador, pero esta situaci¨®n la tenemos desde que existen las agencias de trabajo temporal¡±.
La ausencia de relaci¨®n laboral no es la ¨²nica innovaci¨®n de Silicon Valley. Salvo en profesiones muy demandadas como la de programador, la mano de obra a disposici¨®n de las start-ups es pr¨¢cticamente inagotable. O porque exigen poca cualificaci¨®n (un carn¨¦ de conducir, en Uber), o porque reclutan pr¨¢cticamente en todo el mundo (como Mechanical Turk). En esas condiciones es muy dif¨ªcil la organizaci¨®n sindical porque ¡°en cada parte del mundo la gente tiene distintas prioridades¡±.
?Qu¨¦ hacer entonces? En 2015, el exsecretario de Empleo Seth Harris y el economista de Princeton Alan Krueger publicaron un trabajo acad¨¦mico con la posibilidad de una tercera categor¨ªa, la del ¡°trabajador independiente¡±, para permitir a las empresas otorgar beneficios (como un seguro de enfermedad) sin que eso pudiera usarse en su contra para demostrar una relaci¨®n laboral. Seg¨²n Kessler, el riesgo de esa idea es aumentar la precarizaci¨®n general, en vez de mejorar la situaci¨®n de los gig: que todos nos convirtamos en trabajadores independientes. La otra soluci¨®n, reconocer el rol de empleados con todos sus derechos, es la que parece molestarle menos. El argumento de que los nuevos negocios no funcionar¨ªan si hubiera que respetar las relaciones laborales le hace re¨ªr. ¡°Eso se ha dicho cada vez que hubo que pagar mejor a los empleados¡±. denuncia Kessler.
Los beneficios de Uber, seg¨²n esta experta, no vuelven a la econom¨ªa local, como s¨ª hacen los de los taxistas. Los conductores de esta aplicaci¨®n para el transporte de pasajeros ganan poco, pero tambi¨¦n es cierto que la empresa ha sido una tabla de salvaci¨®n para personas sin trabajo. En opini¨®n de Kessler, se puede aprovechar el potencial gig sin sufrir sus perjuicios mediante la vieja f¨®rmula cooperativa. La tecnolog¨ªa permite votar las decisiones cooperativas de forma m¨¢s ¨¢gil, escribe en su libro, y el desarrollo del software para pedidos y asignaci¨®n de trabajos se comparte entre varias cooperativas. ¡°Es dif¨ªcil competir con la publicidad de un gigante como Uber pero tampoco hay que destronarlo¡±, dice. Con dar una buena posibilidad de trabajo a los due?os de la cooperativa alcanza y sobra.?
La experiencia de los seguros
El sector de los seguros ha seguido la innovaci¨®n de Silicon Valley con nuevos contratos para la nueva econom¨ªa basada en el desarrollo de plataformas digitales que funcionan mediante complejos algoritmos. En Reino Unido, Zego ofrece seguros que empiezan a cubrir al trabajador desde que pone en marcha la aplicaci¨®n y hasta que la detiene. La aseguradora Aviva, en Toronto, ha dise?ado una p¨®liza a¨²n m¨¢s sofisticada para los conductores de Lyft (el gran rival de Uber que recientemente empez¨® a cotizar en Wall Street: una primera fase se activa al encender la aplicaci¨®n; la segunda (de mayor cobertura) comienza en cuanto acepta un pedido; y la tercera, m¨¢s completa, desde que el pasajero sube al coche y hasta que se baja.
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