Venezuela en la oscuridad
Los venezolanos han sumado a sus necesidades la falta de electricidad y el colapso del metro de Caracas, por lo que no solo conseguir los productos b¨¢sicos, sino incluso movilizarse, es ya una odisea cotidiana
El culebr¨®n de la dif¨ªcil negociaci¨®n para la investidura del presidente de Espa?a ha mantenido uno de los temas m¨¢s frecuentes del debate nacional en la sombra, poco se ha escuchado de Venezuela desde que el pasado 30 de abril se revelara infructuoso el intento de toma material del poder por parte de Juan Guaid¨® y un reducido n¨²mero de militares que lo apoyaron.
Toma material, dado que Juan Guaido ostenta el poder simb¨®lico por lo menos ante buena parte del mundo desde que se le reconociera como presidente leg¨ªtimo del pa¨ªs internacionalmente. Sin embargo, no detenta el poder material y Venezuela es un pa¨ªs con dos presidentes de facto, uno de ellos un tirano, pero materialmente presidente.
En el marco de una situaci¨®n que, a primera, e incluso a segunda vista, parece irresoluble si no se produce alg¨²n cambio que altere radicalmente los precarios equilibrios, el pa¨ªs permanece sumido en la oscuridad. Los venezolanos han sumado a la lista de sus necesidades la falta de energ¨ªa el¨¦ctrica y el colapso del metro de Caracas, por lo que ya no solo conseguir los productos b¨¢sicos, sino incluso movilizarse, se ha convertido en una odisea cotidiana.
En un interesante art¨ªculo reciente, Sergio ?ngel y Natassja Rojas abordan la paradoja de la disminuci¨®n de la movilizaci¨®n social al mismo tiempo que las condiciones de vida se hacen cada vez m¨¢s dif¨ªciles y los ciudadanos deben esperar cada vez m¨¢s para acceder a productos como los combustibles. Los autores concluyen que no hay paradoja alguna, al mismo tiempo que el poder adquisitivo de la moneda se ha ido perdiendo y la calidad de vida desmejorando, han aumentado los tiempos de espera y se han fortalecido los mecanismos de control social. ¡°En otras palabras, el mismo Gobierno venezolano ha empobrecido por igual a ricos y pobres, y los ha puesto en la misma condici¨®n con el fin de someterlos al control social de la espera¡±.
La espera se ha convertido en una forma de control social a la que yo me permito sumar la incertidumbre y la violencia. El demoledor informe de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos ha sido uno de los ¨²ltimos golpes fuertes contra el r¨¦gimen. A pesar de ser invitada por el propio r¨¦gimen a visitar el pa¨ªs, la evidencia de las torturas, ejecuciones extrajudiciales y masiva represi¨®n violenta ha puesto en evidencia lo que los opositores y refugiados vienen denunciando hace mucho tiempo.
En un pa¨ªs cuya econom¨ªa colapsa y nada funciona en la normalidad, los ciudadanos asumen cada vez m¨¢s las dificultades de la sobrevivencia y la represi¨®n como una nueva normalidad. Se ven obligados a esperar para conseguir algo, bien sea haciendo largas colas, o bien sea esperando a ser ¡®premiados¡¯ a trav¨¦s de los sistemas de pensiones o abastecimiento p¨²blico. Una forma a¨²n m¨¢s perversa de clientelismo que debilita la protesta, porque limita el tiempo material para la misma, pero a su vez fortalece los mecanismos de sujeci¨®n al control estatal de los recursos.
Las sanciones econ¨®micas impuestas por EEUU sirven de explicaci¨®n del desabastecimiento al r¨¦gimen. Mientras tanto, la oposici¨®n ve c¨®mo la resistencia del r¨¦gimen es m¨¢s fuerte y cohesionada de lo esperado, y el exiguo capital pol¨ªtico recibido mengua ante la espera a que algo cambie realmente. Una oposici¨®n d¨¦bil porque ninguna de sus apuestas se ha producido en el tiempo y forma en la que esperaba, frente a un r¨¦gimen m¨¢s resistente de lo esperado, mantienen un di¨¢logo que se ha trasladado de Oslo a la Habana.
La presi¨®n de la emergencia humanitaria puede desbordar y desgastar a los gobiernos regionales mientras el r¨¦gimen sigue resistiendo y se nutre de su propia inacci¨®n
Maduro anuncia elecciones, pero unas elecciones que lidere ¨¦l mismo y que controle el Gobierno; aunque haga concesiones a la oposici¨®n, dibujan un escenario en el que poco puede cambiar. Adem¨¢s, la efectividad de los mecanismos de control social, la poca credibilidad de una oposici¨®n que solo en apariencia ha superado sus debilidades, y la salida de cinco millones de personas del pa¨ªs son una mala base electoral para Guaid¨®.
Por otro lado, la presi¨®n internacional tampoco es una baza fuerte en la negociaci¨®n, y como se se?al¨® las sanciones en buena parte terminan por ser amortizadas por el r¨¦gimen. Mientras tanto, el Grupo de Lima se sigue reuniendo y emitiendo comunicados de repulsa a Maduro pero que ni siquiera reconocen el di¨¢logo que est¨¢ teniendo lugar en Barbados y cuya permanencia no deja de ser la ¨²nica noticia positiva. Es decir, que no plantean ninguna salida m¨¢s all¨¢ del pulso que supone que la presi¨®n y el riesgo de intervenci¨®n norteamericana lleven a Maduro a dejar el poder.
La intervenci¨®n militar norteamericana no parece sencilla, y a pesar de las grandilocuentes amenazas de que el tiempo se acaba para Maduro, nadie sabe con qu¨¦ reloj se miden los tiempos de la geopol¨ªtica impl¨ªcita y, sobre todo, nadie sabe realmente hasta qu¨¦ punto los pa¨ªses vecinos podr¨ªan asumir los costes de una intervenci¨®n militar, cuando dif¨ªcilmente pueden atender la actual emergencia humanitaria.
M¨¢s all¨¢ del inter¨¦s pol¨ªtico marcado por la preminencia de un liderazgo de derechas en la regi¨®n, los pa¨ªses que reciben los migrantes y refugiados venezolanos cada vez tienen m¨¢s problemas para lidiar con la presi¨®n social. Un buen ejemplo es Colombia: mientras el Gobierno promueve un discurso y pol¨ªticas de acogida y protecci¨®n a los venezolanos, el canciller se afana en recoger fondos para cumplir con las promesas y es la ciudadan¨ªa la que empieza a mostrar signos de xenofobia. Destacan en esa pulsi¨®n contraria al esfuerzo gubernamental las recientes columnas de una reconocida periodista que instaba a las migrantes venezolanas a no tener m¨¢s hijos, desde una postura irrefrenablemente aporof¨®bica y clasista, pero hasta cierta parte popular.
La presi¨®n de la emergencia humanitaria puede desbordar y desgastar a los gobiernos regionales mientras el r¨¦gimen sigue resistiendo y se nutre de su propia inacci¨®n. Venezuela no ve la luz y tampoco es claro qui¨¦n pueda iluminar el camino. Sin embargo, cualquiera que sea la salida solo puede ser fruto de una negociaci¨®n, en la que se presenten alternativas que permitan reequilibrar los equilibrios; para ello hace falta dar voz a los venezolanos, sacarlos de la espera. Tambi¨¦n ser¨¢ fundamental un apoyo claro por parte de la comunidad internacional a la negociaci¨®n y la construcci¨®n de salidas no convencionales que resulten m¨¢s atractivas que la resistencia.
* ?rika Rodr¨ªguez es coordinadora del Am¨¦rica Latina en la Fundaci¨®n Alternativas y profesora de Ciencias Sociales en la Universidad Aut¨®noma de Madrid
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