Trump y Johnson, una relaci¨®n especial o un amor de verano
Tanto al presidente de EE UU como al nuevo primer ministro brit¨¢nico les conviene reforzar la hist¨®rica alianza entre sus pa¨ªses, pero por motivos diferentes y dif¨ªcilmente conciliables
Toda mudanza en la Casa Blanca o en el 10 de Downing Street genera una inmediata expectaci¨®n ante la sinton¨ªa personal, o falta de ella, entre las dos personas llamadas a mantener la que ha sido la m¨¢s s¨®lida alianza del mundo occidental desde la Segunda Guerra Mundial, que se ha venido a llamar la ¡°relaci¨®n especial¡± entre Estados Unidos y el Reino Unido. Hist¨®ricamente, la cosa ha funcionado mejor cuando a ambos l¨ªderes les un¨ªa un perfil ideol¨®gico ¡ªel dogma liberal en el caso de Reagan y Thatcher o la tercera v¨ªa que persegu¨ªan los j¨®venes Clinton y Blair¡ª o una poderosa causa com¨²n, como fue la de derrotar al nazismo, que compart¨ªan Franklin Roosevelt y Winston Churchill, pese a proceder de familias pol¨ªticas enfrentadas.
Pocas im¨¢genes ilustran mejor la falta de qu¨ªmica entre dos personas que aquel torpe paseo en la Casa Blanca, agarrados de la mano, con el que el volc¨¢nico exmagnate y la discreta hija del reverendo quisieron comunicar al mundo, cuando Theresa May visit¨® al flamante presidente Trump en enero de 2017, que la relaci¨®n especial segu¨ªa intacta. Los dos a?os y medio transcurridos hasta la dimisi¨®n de May no han hecho sino subrayar la nula sinton¨ªa entre ambos l¨ªderes. Por eso, la llegada de Boris Johnson a Downing Street ha elevado las expectativas de una revigorizada relaci¨®n especial.
La qu¨ªmica entre Trump y Johnson es innegable. Pol¨ªticos heterodoxos, procedentes de entornos privilegiados, ambos han llegado al poder cabalgando la ola del populismo. Cierto es que Johnson, cuando era alcalde de Londres, dijo que la ¨²nica raz¨®n por la que no visitar¨ªa ciertas zonas de Nueva York era el ¡°riesgo real¡± de encontrarse con Donald Trump. Pero los elogios posteriores curan con creces el prematuro desliz. Hoy, a ambos l¨ªderes les interesa una fuerte relaci¨®n bilateral. El problema es que les interesa por motivos diferentes y dif¨ªcilmente conciliables.
Johnson quiere un gran acuerdo comercial que mitigue el autoinfligido da?o que sufrir¨¢ el pa¨ªs con el Brexit. Trump quiere un aliado en sus diversos frentes de pol¨ªtica internacional. Pero ni uno ni otro encontrar¨¢n f¨¢cilmente lo que buscan en su socio transatl¨¢ntico.
El Reino Unido no comparte la pol¨ªtica de EE UU sobre Ir¨¢n, ni sus posturas respecto al cambio clim¨¢tico, ni sobre el futuro de la OTAN. Tampoco su agresiva forma de afrontar la amenaza estrat¨¦gica de China, pa¨ªs en el que Londres deposita otra buena parte de sus esperanzas tras el Brexit. Cierto es que si algo ha caracterizado la carrera pol¨ªtica de Johnson es la facilidad con que cambia de postura. Pero el sistema parlamentario brit¨¢nico concede algo que decir sobre algunas de estas pol¨ªticas a la C¨¢mara de los Comunes, donde Johnson cuenta, desde el pasado viernes, con una miserable mayor¨ªa de un diputado.
Tampoco est¨¢ claro que la mera sinton¨ªa personal garantice un r¨¢pido y satisfactorio acuerdo comercial, por mucho que, 48 horas despu¨¦s de que Johnson fuera designado primer ministro, ambos l¨ªderes hablaran de la ¡°oportunidad incomparable¡± que se abre para potenciar los lazos econ¨®micos. En sus casi tres a?os en la Casa Blanca, Trump ha demostrado que las relaciones personales cuentan solo mientras la contraparte haga lo que el presidente desea. Nadie duda de que, empezando por la cumbre del G7 en Biarritz, ambos l¨ªderes escenificar¨¢n una luna de miel que contribuya al objetivo com¨²n de irritar a Bruselas. Pero nadie espera tampoco que, una vez metidos en harina, Trump decida de pronto renunciar al America first.
Londres dispone de un limitado campo de maniobra en la negociaci¨®n. El Reino Unido lleva d¨¦cadas acatando los est¨¢ndares europeos, y Johnson no tendr¨¢ f¨¢cil suavizarlos para dar entrada a empresas estadounidenses, en sectores como el agr¨ªcola o el farmac¨¦utico, sin que sufra su precario apoyo parlamentario. Cuanto m¨¢s se aleje de los est¨¢ndares europeos, m¨¢s f¨¢cil ser¨¢ avanzar en el acuerdo comercial, pero tambi¨¦n m¨¢s necesario ser¨ªa endurecer los controles en la frontera irlandesa. Y el Congreso estadounidense, como ya ha advertido Nancy Pelosi, no apoyar¨¢ un acuerdo que obligue a una frontera f¨ªsica en Irlanda y desestabilice la paz en la isla.
En juego est¨¢n importaciones y exportaciones mutuas por un valor total que en 2018 ascendi¨® a 262.300 millones de d¨®lares, seg¨²n cifras oficiales estadounidenses. EE UU es el principal socio comercial del Reino Unido (aunque el valor de los intercambios no supuso ni un 30% de los que realiz¨® con la UE en 2017). Para EE UU, el Reino Unido es su s¨¦ptimo socio comercial.
Ambos l¨ªderes han transformado el viejo conservadurismo que encarnan sus partidos en una especie de nuevo nacionalismo, prometiendo a sus votantes llevarlos de vuelta a gloriosas ¨¦pocas pasadas. ¡°Hacer Am¨¦rica grande de nuevo¡±, en el caso de Trump, o ¡°recuperar el control¡±, en el de Johnson. De camino a sus quimeras, plantean una extra?a versi¨®n de la relaci¨®n especial: una basada en deshacer el sistema multilateral vigente tras la Segunda Guerra Mundial, al que esa hist¨®rica alianza de EE UU y el Reino Unido tanto contribuy¨®.
Un idilio contra el reloj
La UE tard¨® siete a?os en firmar un acuerdo con Canad¨¢ y 20 en hacerlo con Mercosur. Obama, en 2016, echando un capote a la campa?a por la permanencia del Reino Unido en la UE, dijo que un acuerdo tras el Brexit podr¨ªa tardar diez a?os. Que es m¨¢s f¨¢cil negociar con un solo pa¨ªs que con un bloque es precisamente lo que tratan de demostrar Johnson y Trump. Pero los acuerdos comerciales llevan tiempo, y no es ese un activo que les sobre a los dos l¨ªderes. Trump se enfrenta el a?o que viene a la reelecci¨®n con niveles de aprobaci¨®n por debajo del 50% y, aunque gane, solo estar¨ªa cuatro a?os m¨¢s en la Casa Blanca. Respecto a Boris Johnson, es el tercer primer ministro de su pa¨ªs en tres a?os y es el que tiene un apoyo m¨¢s endeble de los tres; no ha pasado por las urnas y tiene ante s¨ª unos meses, cuando menos, convulsos.
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