El dilema sobre la edad de jubilaci¨®n
Es necesario adecuar el momento del retiro laboral al aumento de la esperanza de vida
La buena noticia es que cada vez vivimos m¨¢s. La esperanza de vida se ha duplicado en los ¨²ltimos 100 a?os. Si sabemos aprovecharlo bien, adaptarnos y tomar las decisiones adecuadas, ser¨¢ un regalo para nosotros y para la sociedad en general; incluso m¨¢s valioso que la globalizaci¨®n y la tecnolog¨ªa, tan presentes hoy en nuestros d¨ªas.
El aumento de la esperanza de vida es un fen¨®meno relativamente reciente, que data del siglo XIX. Hasta entonces, y durante cerca de 8.000 generaciones, la esperanza de vida se mantuvo estable. Desde la ¨¦poca de los cazadores-recolectores hasta el siglo XIX ¡ªunos 60.000 a?os¡ª, la esperanza de vida media de la humanidad se mantuvo en los 31 a?os, debido principalmente a las elevadas tasas de mortalidad en edades tempranas.
Pero a partir del siglo XIX, esta tendencia cambia y la esperanza de vida al nacer comienza a aumentar en los pa¨ªses que adoptan la revoluci¨®n industrial. Las mejoras en las condiciones de los alumbramientos y los avances en inmunizaci¨®n favorecieron la reducci¨®n de las tasas de mortalidad en el nacimiento y entre los ni?os menores de cinco a?os.
En el siglo XX, a partir de la segunda mitad, se produce otro avance en la esperanza de vida media de la humanidad, pero esta vez por la reducci¨®n de la tasa de mortalidad y el aumento de la probabilidad de supervivencia en edades avanzadas. Seg¨²n datos del Foro Econ¨®mico Mundial, desde mediados del siglo pasado la esperanza de vida ha estado aumentando un a?o cada lustro.
Desde un punto de vista cient¨ªfico, hay estudios que fijan el l¨ªmite de vida de la especie humana en torno a los 125 a?os. Y existe todo un campo de investigaci¨®n sobre el envejecimiento y c¨®mo frenar su avance.
La longevidad es algo que nos afecta a todos. Un ni?o nacido hoy en el mundo desarrollado tiene m¨¢s de un 50% de posibilidades de vivir por encima de los 100 a?os, mientras que un ni?o nacido hace un siglo, s¨®lo ten¨ªa un 1% de vivir hasta esa edad.
Claramente, el aumento de la esperanza de vida conllevar¨¢ cambios sociales y laborales de calado. Por ejemplo, ?c¨®mo abordar la educaci¨®n continua y la adquisici¨®n de nuevas habilidades para adaptarse a una carrera laboral m¨¢s larga? ?O c¨®mo enfrentarse al hecho de que adquiriremos nuestro c¨¦nit profesional mucho antes de la edad de jubilaci¨®n y c¨®mo adaptarse a posibles puestos inferiores en edades m¨¢s avanzadas? ?O c¨®mo asegurarse de que las personas se mantienen saludables, h¨¢biles y motivadas para trabajar en edades m¨¢s avanzadas? Y por supuesto, ?c¨®mo adaptar los sistemas de pensiones para que sean sostenibles y suficientes ante una poblaci¨®n cada vez m¨¢s longeva?
Espa?a es actualmente el pa¨ªs con la segunda mayor esperanza de vida del mundo, por detr¨¢s de Jap¨®n (y parece que pronto lo superaremos). Y esa es una noticia fant¨¢stica, pero tambi¨¦n introduce dudas sobre la capacidad de nuestro sistema de pensiones para pagar prestaciones suficientes a las futuras generaciones de jubilados. Hay tres aspectos fundamentales que constituyen juntos un reto para el sistema de pensiones. En primer lugar, el aumento del n¨²mero de pensionistas, que casi se duplicar¨¢ en 30 a?os. Las estimaciones apuntan que para el a?o 2050 Espa?a tendr¨¢ cerca de seis jubilados por cada diez personas en edad de trabajar.
En segundo lugar, las pensiones, que son vitalicias, se pagar¨¢n durante m¨¢s tiempo por el incremento de la esperanza de vida en los mayores de 65 a?os, que superar¨¢n de media los 90 a?os (frente a los 84 actuales).
En tercer lugar, la tasa de fertilidad, que en Espa?a es una de las m¨¢s bajas del mundo, y que podr¨ªa traer como consecuencia una reducci¨®n de la poblaci¨®n en edad de trabajar y, por tanto, que aporte al sistema de pensiones.
La pregunta sobre la mesa, no exenta de pol¨¦mica, es ?cu¨¢ndo debemos jubilarnos? ?Debemos jubilarnos a los 65 o 67 a?os cuando nuestra esperanza de vida es cada vez mayor?
El primer sistema p¨²blico de pensiones se cre¨® en 1889 en la Alemania del canciller Otto von Bismarck. Este sistema de pensiones contemplaba una jubilaci¨®n a los 65 a?os (al principio a los 70), en una ¨¦poca en la que la esperanza de vida media era de tan solo 40 a?os. Es decir, que la proporci¨®n de una generaci¨®n que llegaba a percibir una pensi¨®n de jubilaci¨®n era reducida y, por tanto, financiable.
Seg¨²n datos del Instituto Nacional de Estad¨ªstica (INE) recogidos por el profesor Jos¨¦ Antonio Herce, presidente del Foro de Expertos del Instituto BBVA de Pensiones, en el a?o 1900, en Espa?a, a los 65 a?os sobreviv¨ªa el 26,2% de una generaci¨®n. La esperanza de vida media a partir de esa edad era de 9,1 a?os.
En el a?o 2015, tambi¨¦n con datos del INE, el 26,2% de una generaci¨®n sobreviv¨ªa a partir de los 91 a?os. La esperanza de vida media de 9,1 a?os se produjo a los 81. Es decir, que la edad equivalente hoy a los 65 a?os de 1900 se sit¨²a entre los 81 y los 91 a?os. Y sin embargo la edad de jubilaci¨®n hoy en d¨ªa (entre los 65 y los 67 a?os) es pr¨¢cticamente la misma que hace m¨¢s de un siglo.
Debido a la jubilaci¨®n temprana, todas las ganancias de vida se est¨¢n yendo a etapas no laborables. Y ello supone un reto para las pensiones porque los problemas de sostenibilidad (que el sistema pueda pagar las pensiones prometidas) y de la suficiencia (que las pensiones sean suficientes para una vida digna) obedecen a que cada vez vivimos m¨¢s y que esa ingente ganancia de vida no va a etapas laborales o productivas.
?Deber¨ªamos jubilarnos a los 81 o incluso a los 91 a?os? Claramente, no (al menos de momento). Pero es necesario adecuar la edad de jubilaci¨®n a la esperanza de vida. Solo as¨ª podremos asegurar un sistema de pensiones sostenible y que pague unas pensiones suficientes.
Luis Vadillo es director del Instituto BBVA de Pensiones.
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