Patrimonios y financiaci¨®n de las pensiones
Recurrir a los inmigrantes e impuestos empeorar¨¢ el bienestar social de las distintas generaciones
Es obvio que en la situaci¨®n actual de la econom¨ªa espa?ola, visto el paro estructural existente, el aumento de cotizaciones no puede ser la respuesta a los d¨¦ficits de nuestra protecci¨®n social. Bajar la pensi¨®n media o la elegibilidad de sus beneficiarios para equilibrar las cuentas de la Seguridad Social no tiene visos tampoco a corto plazo de ser la soluci¨®n. A los equilibrios pol¨ªticos me remito. Mantener por tanto el statu quo actual del gasto en pensiones aboca a aplicar ingresos generales a las pensiones. As¨ª parece apuntarlo ya el nuevo ministro Jos¨¦ Luis Escriv¨¢: acabar requiriendo m¨¢s inmigrantes y enchufar impuestos a lo que debiera ser contributivo, no exige gran osad¨ªa intelectual. Sin embargo, acudir a esta fuente de financiaci¨®n, en vez de recuperar los equilibrios intergeneracionales de bienestar social, los va a empeorar.
La dificultad observada en el cambio de nuestras estructuras fiscales, ante las resistencias a una mejor combinaci¨®n impositiva al servicio del crecimiento y de la justicia fiscal, obliga pues a cuestionarse que, ante la insuficiencia en la financiaci¨®n de las pensiones, o incluso de otros servicios del bienestar donde no alcanza la cotizaci¨®n, sea el ciudadano quien lo sufrague con impuestos generales. Y en consecuencia, si no tendr¨ªa l¨®gica la apelaci¨®n al usuario (copagos) o, en el caso que nos ocupa, activar parte del patrimonio del que disponen determinados pensionistas. Se tratar¨ªa de una medida potencialmente progresiva dada la distribuci¨®n actual de la propiedad, que se concentra en gran medida en algunos de nuestros mayores, tal como constata la encuesta del Banco de Espa?a sobre la riqueza de las familias. Anualidades (fondo perdido, en nomenclatura popular), hipotecas inversas y activaci¨®n de alquileres para generar ingresos complementarios, antes que medidas discriminantes, tales como el alargamiento gen¨¦rico de la edad de jubilaci¨®n (recu¨¦rdese que, al tener la esperanza de vida sesgo socioecon¨®mico, esta medida esconde regresividad), el aumento de cotizaciones (que castigar¨ªa a los activos ocupados y parados, especialmente j¨®venes), la imposici¨®n sobre el consumo (que en proporci¨®n castiga mayormente a las rentas bajas) o un incremento de tipos en el IRPF (hoy en gran medida a cargo del trabajador por cuenta ajena).
Como es sabido, las anualidades en abstracto distribuyen el riesgo al financiador, por longevidad, y al financiado al no dejar remanente patrimonial alguno por un fallecimiento prematuro. Con la hipoteca inversa, el riesgo se distribuye menos sim¨¦tricamente para el hipotecado: si sobrevive a la duraci¨®n de la hipoteca necesitar¨¢ realquilar la vivienda, aunque si no es el caso, el residuo s¨ª formar¨¢ parte del caudal relicto. Existen formulaciones intermedias, tambi¨¦n posibles.
Son diversas las razones por las que aquellas formas de financiaci¨®n ancladas en el valor de la vivienda no han ganado terreno por el momento. La de la hipoteca inversa tiene causas espec¨ªficas. En pa¨ªses anglosajones y culturas n¨®rdicas el alquiler supera a la tenencia en propiedad. La base de partida del porfolio pondera mejor otros activos financieros distintos a los reales. Este no es el caso espa?ol. En EE UU se concibe el valor de la propiedad m¨¢s como un seguro para las contingencias de salud y dependencia que para complementar pensiones. Necesitan esta salvaguarda, ya que el sector p¨²blico no cubre la sanidad y los cuidados de larga duraci¨®n de forma significativa. A diferencia de nuestro pa¨ªs, en muchos no cuentan con un registro de propiedad efectivo (muchos anglosajones), lo que no asegura el control de ventas fraudulentas de fincas hipotecadas, lo que no es, de nuevo, el caso espa?ol.
La articulaci¨®n de estas f¨®rmulas a trav¨¦s de entidades financieras tiene hoy una percepci¨®n bastante hostil. El banco puede verse obligado a provisionar los cambios de estas modalidades de activo en fases bajas de ciclo, aunque a largo plazo su revalorizaci¨®n sea menos cuestionable. Ello tiene un coste. Adem¨¢s, la reputaci¨®n de las entidades financieras no pasa hoy por su mejor momento. Su implementaci¨®n requiere preservar el valor patrimonial de la propiedad hipotecada por la v¨ªa de cuidar y rehabilitar. La cultura en nuestro pa¨ªs exacerba la idea de ¡®no gastar¡¯ (incluyendo en el capital humano de los descendientes) para poder pagar hipotecas y as¨ª acabar dejando en herencia este capital f¨ªsico, m¨¢s o menos ya obsoleto, en edades tard¨ªas de sus herederos. Ello suele ser a costa de que estos no hayan recibido de j¨®venes el apoyo en su educaci¨®n o en avales para alquilar o comprar un piso y as¨ª poderse emancipar. En ello juega el impuesto de sucesiones, si acaso eliminando el de patrimonio personal y el de donaciones, ya que ayudar¨ªa a recuperar parte de los equilibrios generacionales de bienestar hoy perdidos.
Remover parte de los obst¨¢culos anteriores para promover su activaci¨®n pasar¨ªa por establecer f¨®rmulas que suavicen el disfrute de la vivienda en caso de superar la maduraci¨®n del cr¨¦dito hipotecario; buscar una garant¨ªa de ¨²ltima instancia ante cambios disruptivos de la esperanza de vida (m¨¢s all¨¢ de lo observado durante el ¨²ltimo siglo de un a?o por d¨¦cada); otorgar avales p¨²blicos para hacer innecesarias determinadas provisiones; y favorecer sociedades interpuestas, sin ¨¢nimo de lucro, entre destinatarios y banca para acomodar situaciones diversas. Y una regulaci¨®n p¨²blica que fije edades m¨ªnimas para acceder a dichos instrumentos, con requisitos de aseguramiento para la buena conservaci¨®n de propiedades, colchones que conecten fondos privados de pensiones con anualidades (en nuestro pa¨ªs ya es posible) y la recuperaci¨®n en cualquier momento de las propiedades hipotecadas, ya sea por parte de los herederos o de los tenedores de la hipoteca.
Guillem L¨®pez Casasnovas es profesor de Econ¨®micas en la Universidad Pompeu Fabra
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