Fantas¨ªas fiscales
La soluci¨®n correcta no es dejar de lado las pol¨ªticas monetarias, sino reforzar su eficacia con tipos de inter¨¦s bajos
?Ser¨¢ la pr¨®xima recesi¨®n peor de lo que se espera? Con el poco espacio que tienen los principales bancos centrales para seguir bajando los tipos de inter¨¦s, ?puede la pr¨®xima desaceleraci¨®n c¨ªclica convertirse en debacle? En teor¨ªa, la pol¨ªtica fiscal podr¨ªa ayudar a cubrir el vac¨ªo. La d¨¦cada pasada vio renacer el entusiasmo por la pol¨ªtica fiscal entre muchos economistas y pol¨ªticos, y es muy probable que cuando llegue la pr¨®xima desaceleraci¨®n, muchos pa¨ªses intenten un control preciso de la econom¨ªa con medidas presupuestarias (fine tuning). ?Ser¨¢ lo correcto?
Yo tengo mis dudas. La pol¨ªtica fiscal est¨¢ demasiado politizada para ocupar en forma sistem¨¢tica el lugar de la moderna banca central independiente y tecnocr¨¢tica, que hasta ahora ha tenido primac¨ªa en lo referido a la estabilizaci¨®n a corto plazo. La pol¨ªtica fiscal tiene primac¨ªa en lo referido a asuntos fundamentales pero inmensamente contenciosos (en materia de crecimiento, estabilidad a largo plazo y asignaci¨®n de recursos) que demandan una decisi¨®n democr¨¢tica, al menos en las econom¨ªas avanzadas. Sin embargo, cuando uno lee ciertas descripciones acad¨¦micas de la pol¨ªtica fiscal como una herramienta tecnocr¨¢tica objetiva se queda con la sensaci¨®n de estar viviendo en un episodio de la serie de televisi¨®n estadounidense The West Wing [en Espa?a, el Ala oeste de la Casa Blanca]
En la aclamada serie, el presidente ficticio de los Estados Unidos es un economista dem¨®crata llamado Jed Bartlet. Hombre bueno y moral, respaldado por auxiliares igualmente bienintencionados y brillantes, Bartlet exhibe un don especial para analizar elaborados consejos de los especialistas y tomar decisiones de pol¨ªtica econ¨®mica inteligentes que encuentran el equilibrio justo entre la eficiencia, la equidad y las realidades pol¨ªticas. Aunque a menudo le cuesta conseguir la aprobaci¨®n de las leyes que necesita, Bartlet y su equipo suelen imponerse. Y ya que estamos, los ide¨®logos de derecha que se le oponen no s¨®lo son mala gente, sino tambi¨¦n nulidades intelectuales.
La tesis de que las limitaciones de la pol¨ªtica monetaria en un entorno de tipos de inter¨¦s casi nulos obligan a adoptar una pol¨ªtica fiscal m¨¢s activa tambi¨¦n tiene defensores fuera de la econom¨ªa acad¨¦mica. En muchos bancos centrales importantes se sostiene que en vez de limitarse a su funci¨®n tradicional de tomar decisiones en materia de gasto p¨²blico, inversi¨®n, impuestos y transferencias, la pol¨ªtica fiscal tambi¨¦n puede ocupar el lugar de la pol¨ªtica monetaria como herramienta para el control preciso de la econom¨ªa y el combate a la recesi¨®n.
En las revistas de la profesi¨®n y en los principales encuentros de economistas acad¨¦micos, uno ve modelo tras modelo de pol¨ªticas fiscales (estudiadas, confiables, cre¨ªbles) al estilo de The West Wing que parecen respaldar esos argumentos. Pero el debate acad¨¦mico reciente casi no menciona cuestiones de econom¨ªa pol¨ªtica que se estudiaron intensamente en los ochenta y noventa, un tiempo en el que se aprendieron ense?anzas que hoy han ca¨ªdo mayoritariamente en el olvido.
Precisamente porque la pol¨ªtica fiscal entra?a decisiones negociadas que son complejas y muy disputadas (y que de todos modos no suelen sobrevivir a la pr¨®xima elecci¨®n), en la mayor¨ªa de los pa¨ªses las pol¨ªticas de estabilizaci¨®n a corto plazo se delegaron a los bancos centrales. Puede decirse que el moderno banco central independiente y tecnocr¨¢tico es la mayor innovaci¨®n en macroeconom¨ªa desde los trabajos pioneros de John Maynard Keynes en gesti¨®n de la demanda. Los Gobiernos pueden y deben tomar las grandes decisiones sobre la orientaci¨®n de la pol¨ªtica a largo plazo, pero quien piense que las legislaturas ser¨¢n sistem¨¢ticamente capaces de elaborar respuestas precisas a la situaci¨®n inmediata est¨¢ viviendo en una realidad alternativa.
Lo cierto es que en la mayor¨ªa de los pa¨ªses, hoy la pol¨ªtica econ¨®mica est¨¢ sumamente polarizada, y las decisiones se toman por mayor¨ªas ¨ªnfimas. En Estados Unidos, por ejemplo, para los dem¨®cratas la pol¨ªtica fiscal es sin¨®nimo de aumentar el gasto y las transferencias, mientras que para los republicanos es sin¨®nimo de bajar impuestos para achicar el Estado. Esas diferencias son una receta para una formulaci¨®n de pol¨ªticas inestable. Como herramienta de estabilizaci¨®n a corto plazo, la pol¨ªtica fiscal supondr¨¢ inevitablemente dificultades de temporizaci¨®n y calibraci¨®n mayores a las de la pol¨ªtica monetaria.
Sobre todo en los ¨²ltimos veinte a?os, los bancos centrales han sido cada vez m¨¢s conscientes de que la coherencia, estabilidad y previsibilidad de las pol¨ªticas es tan importante como cualquier toma de decisiones a corto plazo. Congreso tras congreso, uno escucha a los directivos de bancos centrales sopesar hasta el m¨¢s m¨ªnimo detalle los pros y los contras de cambios en la comunicaci¨®n y sus efectos sobre las expectativas.
Pero en los art¨ªculos acad¨¦micos al estilo de The West Wing, se da por sentado que las funciones de la pol¨ªtica fiscal (el gasto p¨²blico y la pol¨ªtica tributaria) son totalmente estables y predecibles, y que no hay problemas de credibilidad y coherencia.
Es posible que en la pr¨®xima recesi¨®n, algunos pa¨ªses acierten de vez en cuando a aplicar pol¨ªticas fiscales con la calibraci¨®n y la temporizaci¨®n justas. Y es verdad que a veces los bancos centrales se equivocan. Pero la idea de abandonar la divisi¨®n de tareas entre la pol¨ªtica fiscal y la pol¨ªtica monetaria es ingenua, lo mismo que sostener que el problema de credibilidad de la pol¨ªtica fiscal se resuelve dando m¨¢s importancia a ¡°estabilizadores autom¨¢ticos¡± como el seguro de desempleo y las transferencias, que permitir¨¢n la introducci¨®n de los ajustes necesarios sin intervenci¨®n de los pol¨ªticos. La realidad es que los estabilizadores tienen invariablemente efectos sobre los incentivos, y definir el alcance adecuado de cualquiera de ellos es terreno f¨¦rtil para la disputa pol¨ªtica. Pero hay adem¨¢s un problema m¨¢s b¨¢sico: los Gobiernos pueden interferir con los estabilizadores autom¨¢ticos en respuesta a las circunstancias, y a menudo lo hacen.
La soluci¨®n correcta no es dejar a un lado la pol¨ªtica monetaria, sino hallar modos de reforzar su eficacia en un entorno de tipos de inter¨¦s bajos, tal vez mediante un uso m¨¢s justo y eficaz de los tipos de inter¨¦s negativos. Pero mientras eso no suceda, con pol¨ªticas monetarias restringidas y preponderancia de la pol¨ªtica fiscal, s¨®lo cabe esperar una mayor volatilidad del ciclo econ¨®mico.
Kenneth Rogoff, ex economista principal del FMI, es profesor de Econom¨ªa y Pol¨ªticas P¨²blicas en la Universidad Harvard
? Project Syndicate 1995¨C2020
Traducci¨®n: Esteban Flamini
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