El pa¨ªs de las cabras abriga al mundo
El cachemir es una pieza clave en la econom¨ªa de Mongolia. El Gobierno alienta una revoluci¨®n tecnol¨®gica y de dise?o para internacionalizar sus empresas
Mongolia es uno de los pa¨ªses menos industrializados del mundo. Salvo por el sector de la miner¨ªa, que aporta aproximadamente un 10% del PIB y casi la mitad de las exportaciones a pesar de que emplea solo a unas 35.000 personas, el pa¨ªs de Gengis Kan apenas fabrica nada. Pero hay una excepci¨®n notable: el cachemir. La lana m¨¢s preciada por la industria textil se ha convertido en la tercera mayor exportaci¨®n del pa¨ªs ¡ªpor detr¨¢s del cobre y del oro¡ª y en uno de los elementos clave para la preservaci¨®n de la vida n¨®mada, que practica una cuarta parte de la poblaci¨®n mongola.
¡°Ahora mismo, es mucho m¨¢s rentable criar cabras para obtener el cachemir que hacerlo para orde?arlas o para venderlas como carne¡±, explica Hairathan Sernehan, un pastor de la provincia occidental de Bayan-Ulgii que cuenta con un reba?o de 500 cabras y ovejas. ¡°Puedo vender un kilo de cachemir por unos 120.000 tugrik (40 euros), mientras que por una cabra entera a duras penas me pagar¨¢n el doble de esa cantidad¡±, a?ade. En total, se estima que Mongolia es el hogar de 66 millones de cabezas de ganado ¡ª22 veces la poblaci¨®n humana¡ª que convierten al pa¨ªs en el primer productor de fibra animal del planeta ¡ªun 42% del total¡ª. Unos 27 millones de esos animales son cabras, que tienen capacidad para producir un m¨¢ximo de 9.400 toneladas de cachemir al a?o, en torno al 40% del total mundial.
¡°Al principio no le prest¨¢bamos tanta atenci¨®n al cachemir porque los precios que se pagaban eran m¨¢s bajos y obtenerlo es laborioso¡±, explica Gandantuyar, una mujer n¨®mada de la provincia de Uvs. ¡°Esquil¨¢bamos ovejas y cabras con tijeras y luego trat¨¢bamos de separar la mejor lana a mano. Pero eso reduce mucho la calidad, as¨ª que ahora peinamos con cuidado a las cabras para ajustarnos a los est¨¢ndares que demanda la industria, y la verdad es que el trabajo compensa¡±, afirma. Ella y su marido cuidan de 300 cabras ¡ªcada una proporciona unos 240 gramos de cachemir al a?o¡ª, con las que obtienen casi la mitad de sus ingresos anuales. ¡°Nos hemos asociado varios pastores para negociar precios m¨¢s altos con los intermediarios y hemos podido comprar unas placas solares y una televisi¨®n con lo que hemos ganado¡±, a?ade con una sonrisa.
Plan quinquenal
Seg¨²n el informe anual que publica el grupo italiano Schneider, la industria del cachemir emplea a unas 100.000 personas, de las cuales el 90% son mujeres y el 80% tiene menos de 35 a?os. Consciente del elevado valor social de esta fibra, que aporta casi el 20% de los ingresos de los pastores, en 2018 el Gobierno puso en marcha un plan quinquenal para subir pelda?os en la escala de valor y dejar de vender el cachemir en bruto. El objetivo es que la mayor parte sea procesada en Mongolia, y no en China, y que su confecci¨®n sirva para arrancar el proceso de internacionalizaci¨®n de las emergentes marcas de moda locales.
Financiado con un fondo de 500.000 millones de tugrik (170 millones de euros), el pa¨ªs busca propiciar una revoluci¨®n tecnol¨®gica y de dise?o, dos elementos vitales para incrementar la calidad del producto procesado y el atractivo para el consumidor global. Es un capital que se nota ya en el gigantesco complejo industrial que el grupo Gobi, la mayor compa?¨ªa del sector, ha levantado en las afueras de la capital, Ul¨¢n Bator. Bajo el lema From goat to coat (de la cabra al abrigo), 2.200 empleados dan forma en su interior a calcetines, jers¨¦is o abrigos.
El cachemir en bruto, como el que obtienen Sernehan y Gandantuyar peinando a sus cabras a casi 2.000 kil¨®metros, llega en camiones y comienza un laborioso proceso de refinado. El primer paso se da en una sala con un fuerte olor a queso. Un grupo de mujeres separa monta?as de lana seg¨²n los cuatro colores en los que se da de forma natural: beis, marr¨®n, blanco y gris. El primero es el m¨¢s abundante ¡ª51%¡ª y el ¨²ltimo es muy escaso ¡ªapenas el 1% del total¡ª, de ah¨ª que el gris sea tambi¨¦n el m¨¢s codiciado. ¡°Con tintes, podemos obtener hasta 1.400 colores diferentes y adecuarnos a las exigencias de los diferentes clientes¡±, informa orgullosa la responsable de Comunicaci¨®n de Gobi, Khajidsuren Otgonbayar.
A partir de ah¨ª, la fibra es limpiada, destramada, te?ida, mezclada, hilada y tejida antes de que pueda ser cosida en una amplia estancia con m¨¢s de 200 trabajadoras. ¡°Antes, la mayor parte del trabajo se realizaba de forma manual, pero hace un par de a?os inauguramos las nuevas instalaciones y hemos apostado por la automatizaci¨®n de muchos de los procesos. As¨ª logramos mayor uniformidad en la calidad de los tejidos¡±, explica Otgonbayar mientras muestra las diferentes salas por las que, a ambos lados de un interminable laberinto de pasillos, el cachemir va mutando de forma y de color.
En total, el grupo Gobi produce 1,1 millones de metros de tejido de cachemir, as¨ª como m¨¢s de un mill¨®n de prendas de punto ya confeccionadas y 35.000 impresas con una nueva m¨¢quina de ¨²ltima generaci¨®n. ¡°Hasta ahora, Mongolia ha sido un pa¨ªs que ha vivido de la explotaci¨®n de sus materias primas. Es un modelo que tiene un elevado impacto medioambiental y que deja muy poco beneficio en el pa¨ªs, por no mencionar que propicia la concentraci¨®n de riqueza en unas pocas manos y que est¨¢ excesivamente condicionado por circunstancias externas. Ahora, sin embargo, contamos con una juventud mejor formada y estamos en condiciones de dar un salto cualitativo¡±, subraya Ariunaa Batchuluun, vicepresidenta del grupo Gobi.
Diversificaci¨®n
Mongolia tambi¨¦n est¨¢ tratando de diversificar sus mercados para reducir la dependencia de China y de Rusia, los colosos que la rodean y que dejan a este pa¨ªs en una delicada posici¨®n geoestrat¨¦gica. ¡°Hasta el inicio del siglo XXI, el 90% de la producci¨®n se exportaba, sobre todo a las antiguas rep¨²blicas de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Ahora, Mongolia se est¨¢ desarrollando y, con el crecimiento econ¨®mico, ha nacido una clase media cada vez m¨¢s pudiente. As¨ª que nos estamos centrando m¨¢s en el mercado local y, fuera de nuestras fronteras, en Europa¡±, explica la directiva.
Sin duda, este es un gran salto para una empresa que fue fundada en 1981 con ayuda de Jap¨®n, que la estableci¨® como forma de restituci¨®n por la brutal campa?a del Imperio del Sol Naciente durante la Segunda Guerra Mundial. Como ha sucedido con muchas otras empresas estatales desde que Mongolia abandon¨® el comunismo en la d¨¦cada de 1990, Gobi fue privatizada en 2007 y, desde entonces, no ha dejado de crecer. Ya opera una red de 62 franquicias en 41 ciudades de tres continentes.
¡°Hemos diversificado nuestro cat¨¢logo e incluso hemos contratado a dise?adores extranjeros. Antes vend¨ªamos la mayor parte del material sin confeccionar en mercados internacionales. Aunque ese sigue siendo un negocio importante, nuestros esfuerzos se concentran ahora en crear una fuerte imagen de marca propia¡±, a?ade Batchuluun. El problema, reconoce, es adecuar los productos a los gustos de cada territorio. ¡°El cachemir es un tejido que invita a dise?os cl¨¢sicos. Nuestro cliente tiene m¨¢s de 35 a?os y busca el valor en el material. Los mongoles son m¨¢s tradicionales, pero tambi¨¦n tenemos dise?os m¨¢s vanguardistas para Europa, donde el cachemir est¨¢ muy valorado. En Estados Unidos, sin embargo, todav¨ªa no se aprecia tanto y lo tienen incluso en cadenas populares como Walmart o Target¡±, enumera la vicepresidenta de la compa?¨ªa.
Gobi es uno de los pocos ejemplos de ¨¦xito empresarial en Mongolia y sirve de inspiraci¨®n para una nueva hornada de marcas que nacen al calor de este inesperado boom. El hecho de que sus dise?os no apelen al p¨²blico m¨¢s joven o atrevido, y que sean poco asequibles para la clase media, ofrece un codiciado espacio a dise?adores independientes y a nuevas marcas como Naadam, Evseg, o Mandkhai, que comercializan prendas m¨¢s joviales y coloridas.
Y al calor del cachemir han surgido tambi¨¦n otras empresas de moda que se atreven con un creciente abanico de tejidos y prendas tan diversas como vestidos de c¨®ctel o lencer¨ªa. El hecho de que Mongolia sea considerado el ¨²nico pa¨ªs ¡°100% org¨¢nico¡±, precisamente debido a la ausencia de industria y de ganader¨ªa y agricultura intensivas, tambi¨¦n ha impulsado compa?¨ªas de cosm¨¦ticos como Lhamour, fundada por Khulan, una activista por los derechos de las mujeres que, despu¨¦s de haber vivido en Estados Unidos y Europa, considera que Mongolia es un buen lugar para el emprendimiento. ¡°Tenemos que aprovechar las magn¨ªficas materias primas que nos brinda el pa¨ªs e ir m¨¢s all¨¢¡±, apostilla la empresaria.?
Pastoreo destructivo
Las cabras necesitan comer un 10% de su peso cada d¨ªa y, a diferencia del resto de animales dom¨¦sticos de Mongolia, arrancan la ra¨ªz de la hierba y dificultan que vuelva a crecer. Por eso, un grupo de cient¨ªficos de la Universidad Estatal de Oreg¨®n (EE UU) que ha estudiado la evoluci¨®n de la estepa mongola utilizando im¨¢genes por sat¨¦lite de la NASA, concluye en un informe que las cabras tienen una importante parte de culpa en su degradaci¨®n.
No es asunto balad¨ª, porque el pa¨ªs asi¨¢tico es uno de los que m¨¢s est¨¢ sufriendo un cambio clim¨¢tico que provoca sequ¨ªas cada vez m¨¢s prolongadas que facilitan el avance del desierto, al que las cabras allanan el camino. No en vano, el n¨²mero de cabras en Mongolia se ha multiplicado por seis desde 1980. Y eso se debe, sin duda, a lo rentable que resulta el cachemir.
En esta coyuntura, la ONG americana Personas por el Trato ?tico de los Animales (PETA) considera que el cachemir es la fibra animal con mayor impacto ecol¨®gico, y estima que su poder destructivo es cien veces mayor que el de la lana de oveja. ¡°La industria contribuye a la degradaci¨®n del suelo y a la posterior desertificaci¨®n¡±, afirma la organizaci¨®n en su p¨¢gina web.
Por si fuese poco, PETA asegura que, a diferencia de lo que se puede creer, las cabras sufren mucho dolor durante el peinado. Y la ONG sustenta esa aseveraci¨®n con varios v¨ªdeos grabados tanto en Mongolia como en China. ¡°No importa de d¨®nde venga o las promesas que las empresas hagan, el cachemir es un producto de la crueldad con la que esta industria trata a las cabras¡±, afirma Jason Baker, vicepresidente de Campa?as Internacionales. Entre sus principales logros se encuentra la promesa de marcas como H&M de abandonar el uso del cachemir.
Ariunaa Batchuluun, vicepresidenta de la compa?¨ªa mongola especializada en Cachemir Gobi, sin embargo, niega con la cabeza cuando se le pregunta por esta coyuntura y asegura que la sostenibilidad es imprescindible para evitar matar a la gallina de los huevos de oro y que el bienestar animal es inherente a la cultura mongola. ¡°Somos parte de la Alianza de Fibras Sostenibles y buscamos que el sector sea sostenible a nivel social¡±, se?ala. El Gobierno tambi¨¦n ha puesto en marcha diferentes iniciativas para que los n¨®madas se organicen en cooperativas y sean formados en las formas de pastoreo m¨¢s sostenibles. ¡°El cachemir representa una magn¨ªfica oportunidad para que un pa¨ªs como Mongolia se desarrolle¡±, concluye Batchuluun.
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