Nostalgia en econom¨ªa
Las reglas monetarias y fiscales estrictas no sirven en momentos de ¡®shock¡¯ o de cambios estructurales dr¨¢sticos
En el siglo XVIII se puso de moda una tendencia curiosa: los arist¨®cratas constru¨ªan castillos medio derruidos para as¨ª crear un pasado artificial. La nostalgia del pasado, de aquellos tiempos mejores, ha sido un fen¨®meno com¨²n desde tiempo inmemorial, y tiene una fundamentaci¨®n neurol¨®gica: los recuerdos de la adolescencia y del principio de la edad adulta son los m¨¢s persistentes, y marcan, a veces de manera decisiva, el comportamiento futuro. Al igual que los deportistas visualizan jugadas y movimientos para poder desarrollarlos con m¨¢s fluidez y rapidez en la competici¨®n ¡ªla visualizaci¨®n genera modificaciones neuronales similares a la pr¨¢ctica de los movimientos¡ª, la nostalgia del pasado a?ora el confort de lo conocido, del contexto ya ¡°visualizado¡±.
En econom¨ªa suceden fen¨®menos similares. Las generaciones de economistas que se formaron en las ¨²ltimas d¨¦cadas del siglo XX se educaron en el contexto de la inflaci¨®n de los a?os setenta y las crisis de deuda latinoamericanas de los a?os ochenta. Las teor¨ªas monetaristas, los objetivos de inflaci¨®n, la independencia de los bancos centrales, el riesgo de dominio fiscal de la pol¨ªtica monetaria, las espirales precios-salarios, la inconsistencia temporal de las decisiones, la cr¨ªtica de Lucas, los modelos de sostenibilidad y de reestructuraci¨®n de la deuda¡, casi toda la investigaci¨®n macroecon¨®mica que se desarroll¨® hasta inicios del siglo XXI era el resultado, directo o indirecto, de la lucha contra la inflaci¨®n y el despilfarro fiscal. Para estas generaciones de economistas, esta nostalgia es, en muchos casos, un factor determinante en sus opiniones. Nostalgia que, a veces, nubla la vista.
?Recuerdan la alarma inflacionista de algunos cuando la Reserva Federal (Fed) empez¨® a comprar bonos en 2008? ?Recuerdan el p¨¢nico ante el riesgo moral y los desatinos fiscales que crear¨ªan las compras de bonos del Banco Central Europeo (BCE)? La realidad es que la pol¨ªtica fiscal ha sido excesivamente austera, y la inflaci¨®n ni est¨¢ ni se la espera. En Jap¨®n, durante los 25 a?os de tipos de inter¨¦s cero, la inflaci¨®n media ha sido cero. Desde que la Fed anunci¨® su objetivo de inflaci¨®n del 2% en 2012, la inflaci¨®n media ha sido del 1,4%, y ha estado por debajo del objetivo 95 de los 107 meses. La inflaci¨®n subyacente en la zona euro est¨¢ en el 0,2%, y no supera el 1,5% desde 2012. La debilidad de la inflaci¨®n requiere una revisi¨®n de prioridades que no casa bien con la nostalgia.
Los nost¨¢lgicos rememoran los viejos tiempos, la mal llamada ¡°normalidad¡±, cuando los tipos de inter¨¦s eran positivos y la pol¨ªtica monetaria encarnaba el car¨¢cter austero, serio y disciplinado de ser el aguafiestas que, como dice el refr¨¢n, retiraba el ponche cuando la fiesta estaba empezando; de cuando los banqueros centrales recordaban sin cesar a los Gobiernos la necesidad imperiosa de reducir el d¨¦ficit. Pero el mundo ha cambiado. Ahora los banqueros centrales deben pedir m¨¢s apoyo fiscal y aumentar la inflaci¨®n, y no por ello son menos serios ni disciplinados.
En Estados Unidos, la Reserva Federal ha revisado su estrategia, reorient¨¢ndola hacia la maximizaci¨®n del empleo para as¨ª aumentar la inflaci¨®n hasta el 2%. La semana pasada, Jerome Powell, el presidente de la Fed, repet¨ªa la necesidad de mantener el est¨ªmulo monetario todo lo que fuera necesario, ensalzando las virtudes de un r¨¢pido crecimiento econ¨®mico para la reducci¨®n de la desigualdad. Tan solo unas horas despu¨¦s, Joe Biden anunciaba su primer paquete fiscal, un est¨ªmulo de un 7% del PIB centrado, sobre todo, en la reducci¨®n de la pobreza y la desigualdad ¡ªque se a?adir¨¢ a un d¨¦ficit que cerrar¨¢ 2020 en casi el 20% del PIB¡ª. Este ataque coordinado de las pol¨ªticas monetaria y fiscal al desempleo y a la desigualdad, con tal volumen de d¨¦ficit, habr¨ªa puesto los pelos de punta a m¨¢s de un nost¨¢lgico ¡ªcomparen esto con el mandato del Pacto de Estabilidad de reducir el d¨¦ficit al 3%, y con las cr¨ªticas al BCE por sus compras de bonos¡ª. Pero es la decisi¨®n correcta.
Este cambio de actitud se aprecia tambi¨¦n en otras pol¨ªticas, como el salario m¨ªnimo. En 1978, un 90% de la encuesta de miembros de la asociaci¨®n americana de economistas afirmaba que la existencia de un salario m¨ªnimo reduc¨ªa el empleo de los trabajadores de bajas rentas. En una encuesta similar en el a?o 2015, este porcentaje hab¨ªa ca¨ªdo al 26%. El an¨¢lisis granular y detallado de la evidencia emp¨ªrica sugiere que la intuici¨®n te¨®rica inicial del efecto negativo del salario m¨ªnimo no era correcta, que su impacto sobre el empleo es ambiguo, al menos para salarios m¨ªnimos de hasta un 60% del salario mediano. De ah¨ª que Joe Biden haya propuesto tambi¨¦n aumentar el salario m¨ªnimo a 15 d¨®lares por hora.
Normas inservibles
La nostalgia prefiere reglas y objetivos concretos y anclados en el pasado, como el 3% y el 60% del Pacto de Estabilidad. Pero estos solo sirven cuando los shocks que sufre la econom¨ªa son predecibles, con una distribuci¨®n de probabilidad conocida. Y, como hemos visto en lo que va de siglo, los shocks ¡ªla crisis financiera, la crisis del euro, el tsunami de Fukushima, la covid¡ª ni han sido predecibles ni han generado la sorpresa inflacionista para la cual estaban dise?adas las reglas.
Las reglas estrictas tampoco sirven cuando la estructura de la econom¨ªa cambia dr¨¢sticamente: desde 1995, las previsiones de d¨¦ficits y deuda se han basado en una senda esperada de tipos de inter¨¦s que ha sido siempre, con contadas excepciones, m¨¢s elevada de lo que ha demostrado la realidad posterior. Por tanto, la preocupaci¨®n por lo que podr¨ªa pasar si suben los tipos de inter¨¦s con estos niveles de deuda p¨²blica se debe contrastar con el crecimiento que ya no se ha materializado por excesiva precauci¨®n ante una posible subida de tipos.
De ah¨ª el clamor entre los economistas para abandonar los objetivos num¨¦ricos de d¨¦ficit y de deuda ¡ªque no solo son arbitrarios, sino que pueden ser contraproducentes al generar incentivos proc¨ªclicos perversos¡ª y enfocarse en el servicio de la deuda como medida de sostenibilidad y en aumentar la calidad de la pol¨ªtica fiscal, mejorando los estabilizadores autom¨¢ticos, el dise?o de los programas de inversi¨®n p¨²blica y las reformas complementarias necesarias para maximizar su impacto, la cobertura impositiva o la estructura de la deuda. No se puede desperdiciar esta oportunidad.
Estados Unidos ha abandonado la nostalgia y est¨¢ dispuesto a generar todo el crecimiento que la econom¨ªa pueda digerir. En 2021 es el turno de la Uni¨®n Europea, con la reforma pendiente del Pacto de Estabilidad y de la estrategia del BCE. Esto lo abordaremos en pr¨®ximas columnas.
@angelubide
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