La pandemia acaba con una tienda de manjares de la ¨¦poca zarista
Los ultramarinos Eliseevski de Mosc¨² cierran v¨ªctimas de la recesi¨®n, los cambios en el patr¨®n de consumo y la crisis derivada del coronavirus


Con sus suntuosas l¨¢mparas de ara?a, altas columnas con capiteles adornados con racimos de uvas y decorados neobarrocos, la tienda de ultramarinos de Eliseevski de Mosc¨² se ha preciado durante m¨¢s de un siglo de tener lo mejor de lo mejor. C¨¦lebre en la ¨¦poca imperial rusa por vender una excelente selecci¨®n de vinos y quesos importados, el establecimiento sobrevivi¨® a la revoluci¨®n bolchevique y, nacionalizado, continu¨® ofreciendo pi?as, caviar, esturi¨®n ahumado o cerezas incluso durante la Segunda Guerra Mundial o en la escasez de la posguerra y el racionamiento; manjares para quien pudiera pagarlos. Vio el derrumbe de la URSS, el cambio de siglo, los vaivenes de Rusia. Pero no ha resistido a la crisis espoleada por la pandemia de coronavirus, a los nuevos patrones de consumo ni a las disputas legales sobre el hist¨®rico edificio.
Los pasillos y los estantes de Eliseevski, en la c¨¦ntrica calle Tverskaya, a unos pocos cientos de metros del Kremlin, est¨¢n ahora casi vac¨ªos. Apenas quedan unos cuantos paquetes de rosquillas de arroz, desubicados adornos de navidad, grandes paquetes de gelatina en oferta o solitarias vajillas de porcelana en sus estantes de madera oscura. En pocos d¨ªas la tienda cerrar¨¢ sus puertas, comenta tristemente una de sus empleadas, de uniforme blanco y burdeos. Y para Yekaterina Novikova, maestra de 78 a?os, la desaparici¨®n del m¨ªtico colmado es un ¡°aut¨¦ntico cambio de era¡±. ¡°Mis padres nos tra¨ªan a veces a mi hermano y a m¨ª. Nos gustaba admirar las vitrinas de confites, las pir¨¢mides de latas de conservas¡±, rememora. ¡°Alguna vez, en un cumplea?os o en una celebraci¨®n de a?o nuevo, trajeron un poco de arenque o salchich¨®n¡±, cuenta nost¨¢lgica mientras pide un poco de ensalada de remolacha en el a¨²n abastecido apartado de productos frescos.

La enorme casona de finales del siglo XVIII, construida por el arquitecto Matvei Kazakov, fue una vez el hogar de la princesa Zinaida Volkonskaia, escritora, cantante, compositora y anfitriona, all¨ª, de uno de los mejores salones literarios de Europa, frecuentado por Alexander Pushkin y otras figuras de la ¨¦lite intelectual de la ¨¦poca, como el poeta Yevgeni Baratinski. A finales del siglo XIX, el rico comerciante Grigori Eliseev compr¨® el inmueble y lo reconstruy¨® por completo para transformarlo en una tienda de ultramarinos que llevase su nombre.
Abri¨® con una ceremonia religiosa en 1901 (lanz¨® otro establecimiento en San Petersburgo en 1903) y se convirti¨® en el lugar favorito para dejarse ver de la nobleza y los mercaderes, que se pasaban por all¨ª para adquirir ostras, caf¨¦, trufas francesas o t¨¦ de Java. Se atribuy¨® un significado casi de culto a sus productos.

Lleg¨® la revoluci¨®n y en 1918 las autoridades sovi¨¦ticas expropiaron la tienda y el resto de sus propiedades a Eliseev, que terminar¨ªa por exiliarse en Par¨ªs. El establecimiento de ultramarinos m¨¢s famoso de Mosc¨² pas¨® a ser estatal y a llamarse Gastronom n? 1, explica el historiador Alexander Usoltsev. Conserv¨® el enorme retrato de Grigori Eliseev en su pared frontal y la suntuosa decoraci¨®n palaciega imperial. Y se volvi¨® un s¨ªmbolo de la abundancia, incluso en los tiempos dif¨ªciles, en ejemplo de que todo iba bien y el pueblo pod¨ªa acceder a los mismos manjares que sus dirigentes.
La realidad es que la tienda Eliseev y su nuevo director, Yuri Sokolov, que terminar¨ªa condenado a muerte por corrupci¨®n en 1983 en una de las purgas de Yuri Andropov, era el lugar de aprovisionamiento, a menudo bajo cuerda, de productos ex¨®ticos y exclusivos de la ¨¦lite sovi¨¦tica: la familia Breznev, altos funcionarios, cosmonautas, artistas.

Otro pedazo de historia del pa¨ªs que Mijail Vorovieb, un ingeniero agr¨®nomo de 83 a?os que sorbe un t¨¦ en la peque?a cafeter¨ªa de la tienda de ultramarinos, con ricas vidrieras que dan a la c¨¦ntrica calle, teme que desaparezca con el cierre del inmueble.
El Ayuntamiento de Mosc¨², dirigido por Sergu¨¦i Sobianin, un fiel aliado del presidente Vlad¨ªmir Putin, se ha comprometido a mantener de alguna forma el inmueble y ha insistido en que su pr¨®ximo ocupante tendr¨¢ que preservar su lujoso interior como un monumento arquitect¨®nico. Pero las promesas suenan igual de vagas que las razones del cierre de Eliseevski, punto obligado en las visitas tur¨ªsticas a la capital rusa, y que ha sufrido un gran rev¨¦s con el cierre de fronteras y las restricciones derivadas de la crisis sanitaria.
El almac¨¦n de ultramarinos, cada vez menos frecuentado por los vecinos, que ahora compran mayoritariamente en grandes supermercados y a precios m¨¢s bajos, es v¨ªctima, adem¨¢s, del enjambre de la burocracia rusa. El edificio es propiedad de la ciudad, pero en 2015 acord¨® venderlo a la cadena de supermercados de alta gama Aliye Parusa, que ya gestionaba el espacio.
El movimiento nunca se registr¨®. La cadena cerr¨® todas sus superficies el a?o pasado y vendi¨® sus propiedades. Salvo Eliseevski, que adem¨¢s de estar en un limbo legal dif¨ªcil de desentra?ar es un inmueble muy caro. Tampoco est¨¢ en un buen sitio para un supermercado, comenta Sveta, una universitaria que pasea junto a sus vitrinas haci¨¦ndose selfis y que cree que la tienda terminar¨¢ en manos de alg¨²n oligarca. ¡°Yo creo que ser¨ªa un sitio magn¨ªfico para poner una tienda de Apple¡±, dice, sin embargo, su amiga Dasha, que observa el espacio con ojos curiosos; 120 a?os de historia.
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