Amartya Sen es de todos
Las ideas del galardonado con el Pr¨ªncipe de Asturias han creado escuela entre los defensores de los derechos humanos, que incluyen los derechos econ¨®micos y sociales, no solo los pol¨ªticos y civiles
El Princesa de Asturias de Ciencias Sociales concedido al economista indio Amartya Sen es un premio imbatible. Ser¨¢ muy dif¨ªcil encontrar opiniones cr¨ªticas sobre el mismo desde cualquier ¨¢ngulo ideol¨®gico. Sen es de todos. Este es un premio que ha avanzado extraordinariamente con el tiempo hacia su internacionalizaci¨®n (Habermas, Krugman, Darhendorf, Todorov, Rodrik, Esther Dufl¨®¡) desde aquellas primeras convocatorias que identificaron a los mejores sabios espa?oles y latinoamericanos en ciencias sociales (Ram¨®n Carande, Fuentes Quintana, el Colegio de M¨¦xico¡).
Dada la amplitud de los intereses intelectuales de Sen, siempre multidisciplinares, ser¨¢ preciso escoger entre ellos para subrayar alguno. En primer lugar, sus ideas-fuerza centrales, que han creado escuela entre los defensores de los derechos humanos ¡ªque incluyen los derechos econ¨®micos y sociales, no solo los pol¨ªticos y civiles¡ª: el hambre no es consecuencia de la falta de alimentos sino de las desigualdades en los mecanismos de distribuci¨®n de los mismos; para que haya un crecimiento econ¨®mico sostenido, las reformas pol¨ªticas y sociales deben preceder a las reformas econ¨®micas; las hambrunas no ocurren en las democracias, nunca ha habido una hambruna grave en un pa¨ªs democr¨¢tico, ni pobre, ni rico; para que funcione ese nudo gordiano entre democracia y capitalismo, ambos t¨¦rminos deben mantenerse en cierto equilibrio, en sus virtudes y en sus defectos, y en los ¨²ltimos tiempos el capitalismo se ha fortalecido mucho m¨¢s que la primera, enferma de anemia.
Su presencia en los laboratorios en los que se han analizado las f¨®rmulas para conocer mejor la situaci¨®n socioecon¨®micas de las personas y los pa¨ªses, ha sido constante. Empezando por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, que hace m¨¢s de tres d¨¦cadas cre¨®, con la aportaci¨®n central de Sen, el ?ndice de Desarrollo Humano (IDH), que no s¨®lo conten¨ªa la cuantificaci¨®n de la producci¨®n y los servicios (producto interior bruto), sino aspectos como las expectativas de vida o la educaci¨®n de los ciudadanos. Si no se mide as¨ª, los indicadores macroecon¨®micos no necesariamente mostrar¨¢n c¨®mo viven en realidad los habitantes de un pa¨ªs.
Siendo presidente en Francia, Nicolas Sarkozy encarg¨® a una comisi¨®n dirigida por Sen, Joseph Stiglitz y Jean-Paul Fitoussi la creaci¨®n de un indicador de progreso que sirviese para medir mejor el bienestar. Una de las razones por los que la mayor parte de la gente percibe que est¨¢ peor aunque el PIB suba es porque efectivamente est¨¢ peor, dec¨ªa el informe que hicieron p¨²blico. A menudo se observaba una diferencia muy notable entre las mediciones m¨¢s habituales de las variables socioecon¨®micas como el crecimiento, la inflaci¨®n, el desempleo¡ y la percepci¨®n generalizada de la realidad econ¨®mica.
En el prefacio a uno de los libros m¨¢s importantes de su amigo, el tambi¨¦n economista Albert Hirschman (Las pasiones y los intereses), Sen desnudaba su pensamiento con una analog¨ªa ¡°propia de Hollywood¡±: a usted le persiguen unos fan¨¢ticos asesinos a los que les disgusta profundamente alguno de sus rasgos, el color de su piel, el aspecto de su nariz, la naturaleza de su fe o lo que sea, cuando se abalanzan para atraparle. Usted lanza a su alrededor una cantidad de billetes y huye; los perseguidores cambian de objetivo y tratan de tomar el dinero. Al escapar, tal vez usted quede impresionado por la buena suerte de que los matones hayan mostrado un inter¨¦s personal tan benigno, pero el fino analista con af¨¢n globalizador advertir¨¢ tambi¨¦n que esta situaci¨®n no es sino un ejemplo del fen¨®meno general del aprovechamiento de una pasi¨®n violenta en favor del inter¨¦s inocuo de la adquisici¨®n de riqueza.
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