Los pol¨ªticos, las grandes empresas y la sociedad civil ignoran que la l¨ªnea entre la injusticia y la ira es muy delgada, y que la rabia fermenta con facilidad. El malestar social (revueltas, protestas y otras formas de conflictos y des¨®rdenes) semeja un globo terr¨¢queo que gira un ni?o enfadado. Da vueltas, pero su dedo no se frena en ninguna geograf¨ªa. Gira y gira. Colombia, T¨²nez, Francia, Myanmar, Chile, M¨¦xico, Estados Unidos, Sud¨¢frica, Tailandia, Hong Kong, Cuba, Uruguay, Bielorrusia, Brasil. El mapa del desencanto y la furia carece de fronteras.

Barricadas, contenedores quemados, choques con la polic¨ªa. Solo esta d¨¦cada, acorde con el Institute for Economics & Peace, un think tank con sede en S¨ªdney (Australia), aumentaron el 251%. La pandemia produjo 5.000 enfrentamientos en 158 pa¨ªses. ¡°No todos fueron violentos¡±, aclara Darren Lewis, responsable de marketing de la organizaci¨®n. Sin embargo, la violencia se ha vuelto m¨¢s habitual a partir del hundimiento financiero de 2008.

La oeneg¨¦ Armed Conflict Location & Event Data Project (ACLED) estima que desde 2000 al 1 de marzo de este a?o se vivieron en el mundo 51.549 disturbios o manifestaciones. ¡°Antes de la crisis sanitaria, predijimos que esta d¨¦cada ser¨ªa de inestabilidad y enfrentamientos. Por desgracia, ten¨ªamos raz¨®n¡±, concede Miha Hribernik, analista principal de Maplecroft, una consultora experta en riesgos. Adi¨®s a esa p¨¢lida teor¨ªa de que estos a?os venideros ser¨ªan como colarse en una fiesta del Gran Gatsby. Sexo, prosperidad, diversi¨®n. ?nicamente, los privilegiados encontrar¨¢n en medio del invierno un verano invencible.

El resto solo sentir¨¢ caer la nieve sobre el malestar y la frustraci¨®n. Esto tiene un precio. Un trabajo del Fondo Monetario Internacional (FMI) ha estudiado los levantamientos en 133 pa¨ªses. La conclusi¨®n es que el malestar social va acompa?ado de una ca¨ªda del 0,2% de la productividad durante los 18 meses siguientes al estallido. Este efecto es el doble en las econom¨ªas emergentes frente a las avanzadas. Adem¨¢s, la Bolsa se deja, de media, 1,4 puntos de ganancias tras vivir disturbios graves y en los pa¨ªses autoritarios esa ca¨ªda llega al 4% durante el mes siguiente.

Es lo que sucede cuando se incendia el cielo con gasolina. ¡°Las protestas p¨²blicas pueden ser una importante expresi¨®n de la necesidad de cambiar la pol¨ªtica¡±, advierte el economista Luca Antonio Ricci, uno de los autores del ensayo. ¡°Los gobiernos deben escuchar y responder, pero tambi¨¦n anticiparse a las necesidades de las personas, con propuestas dirigidas a ofrecer a todos una oportunidad justa de prosperidad¡±. Ya escribi¨® el poeta Dylan Thomas: ¡°Odia, odia feroz la muerte de la luz¡±. Eso es la violencia: luz que agoniza. El a?o pasado cost¨® 15 billones de d¨®lares a la econom¨ªa mundial, un 11,6% de su riqueza. Cerca de 2.000 d¨®lares por habitante. ?Pero qui¨¦n devuelve, por ejemplo, la vida a los 324 sudafricanos que la perdieron en las revueltas? Ser¨ªa una frivolidad escribir que este ha sido el verano del descontento. No es una estaci¨®n de paso. Maplecroft ha identificado 40 pa¨ªses que ¡°corren un grave riesgo de inestabilidad en los pr¨®ximos dos a?os¡±. Per¨², Ir¨¢n, Myanmar, Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo, Egipto, Turqu¨ªa.

El futuro requiere del pasado para explicar el presente. La historia est¨¢ repleta de ejemplos de epidemias que subvirtieron el orden social y generaron revueltas o malestar. Desde la muerte negra de 1346 a la gripe espa?ola que empez¨® en 1918. ¡°La mayor¨ªa de los grandes brotes han conducido a levantamientos porque se han intensificado las tensiones sociales¡±, observa Massimo Morelli, profesor de Ciencias Pol¨ªticas en la Universidad de Bocconi de Mil¨¢n. Dejan al descubierto brechas (por ejemplo, la percepci¨®n de la incompetencia del gobierno) que ya exist¨ªan. Y la l¨®gica se impone. Los pa¨ªses con epidemias m¨¢s severas y frecuentes tienen m¨¢s posibilidades de sufrir tensiones. Es activar el cron¨®metro de una bomba de relojer¨ªa.

El FMI ha descubierto que el malestar social comienza a aumentar entre 12 y 14 meses despu¨¦s del principio de la epidemia (como ocurri¨® con el virus Zika, procedente de un mosquito) y alcanza su m¨¢ximo en dos a?os. El da?o final producido por la covid-19 no tiene comparaci¨®n hist¨®rica y ha afectado a casi todas las naciones. Es un territorio desconocido para el c¨¢lculo econ¨®mico. La OCDE estima que un mes de confinamiento supone una p¨¦rdida en ingresos empresariales de 1,7 billones de d¨®lares a los 27 pa¨ªses de los que hay datos. Pero son eso, estimaciones.

Sin embargo, contemplando el pasado, la pandemia ha actuado al igual que un inmenso dique social. La primera ola mantuvo el agua, m¨¢s o menos, estancada, despu¨¦s han llegado las siguientes y la fractura y el malestar se desbordan. Aunque no ha dejado a la vista viejas ruinas, sino uno de los grandes problemas del planeta: la inequidad. ¡°La causa m¨¢s importante del descontento social es, quiz¨¢, el crecimiento econ¨®mico no compartido¡±, reflexiona Daron Acemo?lu, profesor de Econom¨ªa en el MIT y candidato recurrente al Premio Nobel. Y a?ade: ¡°Lo ves en Estados Unidos y Europa¡±. El abismo entre quienes tienen y quienes no. ¡°Estamos frente a una crisis de legitimidad que proviene del descontento social a ra¨ªz del creciente grado de injusticia¡±, coincide Mauro Guill¨¦n, decano de la Escuela de Negocios de la Universidad de Cambridge.

Am¨¦rica Latina es una geograf¨ªa y un matraz de esa fractura entre quienes apenas poseen y quienes parecen acumularlo todo. Queda lejos el idealismo de Mart¨ªn Fierro cuando aseguraba que el fuego que de verdad calienta es el que viene de abajo. Trasladar esa idea a un pa¨ªs anta?o tan pr¨®spero como Colombia suena a afrenta. Hoy es una de las tierras m¨¢s injustas del mundo. A un colombiano pobre le cuesta 11 generaciones alcanzar la renta media. ?Cu¨¢ntas vidas se viven? El da?o es irreversible. El PIB cay¨® un 6,8% en 2020 y 2,8 millones de personas terminaron en la indigencia. Una d¨¦cada de progreso en erradicar la pobreza evaporada. El Gobierno amag¨® con medidas tributarias que reca¨ªan sobre las clases medias, pero, tras las protestas y los casi 50 muertos, recul¨®. Era tarde. La chispa hab¨ªa prendido la hojarasca. ¡°En Colombia, proponer una reforma fiscal para beneficiar al conjunto ya no resulta suficiente. La ciudadan¨ªa espera que esto ocurra gracias a la participaci¨®n de todos, en especial, y de manera progresiva, con la aportaci¨®n de los sectores m¨¢s favorecidos con vistas a una redistribuci¨®n de los recursos¡±, analiza Alicia B¨¢rcena, secretaria ejecutiva de CEPAL (Comisi¨®n Econ¨®mica para Am¨¦rica Latina y el Caribe).

Nadie sabe anticipar cu¨¢l es la chispa que provoca el fuego. Puede ser la subida de la cesta de la compra, de los combustibles o de una ¨ªnfima cantidad en el billete del metro. Eso sucedi¨® durante 2019 en Chile. Debajo se acumulan estratos de desencanto. ¡°No es ¨²nicamente la econom¨ªa. El pa¨ªs, por ejemplo, ha experimentado el crecimiento m¨¢s r¨¢pido de Am¨¦rica Latina y tambi¨¦n ha reducido la desigualdad. Pero se han mantenido las diferencias sociales, sobre todo en una peque?a ¨¦lite: que parece m¨¢s privilegiada, acapara los mejores puestos de trabajo y domina el alto estatus social¡±, desgrana Daron Acemo?lu.

Latinoam¨¦rica

El malestar se ha convertido en un privilegiado mirador del paisaje geopol¨ªtico americano. Latinoam¨¦rica y el Caribe ¡ªrecuerda Alicia B¨¢rcena¡ª ha sido la regi¨®n con la mayor ca¨ªda en horas de trabajo de todo el planeta. La p¨¦rdida estimada es del 16,2% durante 2020 frente a 2019. Una cifra que casi duplica (8,8%) la media mundial. Y la econom¨ªa sumergida (54%) alcanza niveles muy altos. Cuando lleg¨® la pandemia, ¨²nicamente el 60% de los trabajadores aportaba al sistema de salud. Entonces, la tormenta perfecta estall¨® a 90 millas de Estados Unidos, en una isla que hace tiempo extravi¨® su para¨ªso.

El 11 de julio pasado miles de cubanos salieron a protestar en las principales ciudades. Una explosi¨®n de descontento no vista desde el llamado Maleconazo de 1994. Ese a?o cientos de personas huyeron por mar. El origen es la carest¨ªa. El virus fulmin¨® la industria tur¨ªstica, la gran fuente de entrada de divisas. Sin d¨®lares, los isle?os se levantan al alba para hacer cola y conseguir los productos b¨¢sicos. La pandemia y el bloqueo econ¨®mico, que dura seis d¨¦cadas, han hundido el PIB un 11% el a?o pasado. Tampoco hay tregua.

¡°La Administraci¨®n Trump aplic¨® 243 nuevas medidas coercitivas, impidiendo el acceso al comercio, las finanzas y las inversiones internacionales en un momento en el que el capital extranjero deb¨ªa aportar un papel b¨¢sico en la estrategia de desarrollo de la isla¡±, defiende Helen Yaffe, economista experta en Cuba de la Universidad de Glasgow. Y apostilla: ¡°El resultado inevitable y previsible ha sido la escasez de alimentos, combustible, productos b¨¢sicos y suministros m¨¦dicos¡±. El presidente estadounidense Joe Biden se comprometi¨® a eliminar estas sanciones que inundan de sufrimiento la vida cubana. Todav¨ªa no lo ha hecho. A 90 millas de distancia, unos 800.000 cubanos que llegaron al sur de Florida entre 1959 y 1980, escapando de la revoluci¨®n, quiz¨¢, piensan lo contrario.

Lejos del debate de Cuba, la ¨²ltima d¨¦cada ha ido acumulando protestas sociales. Solo hay que hacer girar el globo. La Primavera ?rabe, el movimiento Black Lives Matter, la violencia de los chalecos amarillos o la insurrecci¨®n civil y econ¨®mica de Occupy Wall Street. Hay muchas otras. Pero en todas aparece una voz que grita contra la concentraci¨®n de la riqueza y la desigualdad. Es ese famoso 1%, es Jeff Bezos, el hombre m¨¢s rico de la Tierra, gastando 5.500 millones de d¨®lares (4.600 millones de euros) en un vuelo suborbital de cuatro minutos. Ese dinero hubiera servido para vacunar a 2.000 millones de personas de la covid-19 en pa¨ªses pobres.

El malestar va fermentando. Porque este descontento sucede cuando el ciclo econ¨®mico ha sido favorable, ?y si se da la vuelta? El FMI espera que la econom¨ªa mundial desacelere su crecimiento en 2022 hasta el 4,9%. La pol¨ªtica monetaria no tiene margen (con tipos negativos), la deuda p¨²blica resulta impagable en muchos pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo y los combustibles f¨®siles marcan un precio indiferente a la emergencia clim¨¢tica. Al fondo, el virus y un mechero encendido en la mano. ¡°La mayor¨ªa de los pa¨ªses han respondido a las protestas con una combinaci¨®n de concesiones simb¨®licas y represi¨®n, pero los verdaderos esfuerzos de reforma (que son pol¨ªticamente dif¨ªciles, costosos y pueden tardar d¨¦cadas) han sido bastante m¨¢s raros¡±, critica Miha Hribernik. Tierra f¨¦rtil para el populismo y los l¨ªderes en contra del sistema. Cualquiera que sea.

Alarma en Sud¨¢frica

En Sud¨¢frica hace a?os que dejaron de pensar que los ¡°humildes de coraz¨®n y los mansos heredar¨¢n la tierra¡±. Al contrario. Va camino de convertirse en cenizas aquella promesa de ¡°una vida mejor para todos¡± que lanz¨® el Congreso Nacional Africano cuando termin¨® el apartheid. El pa¨ªs vivir¨¢ brotes de violencia m¨¢s frecuentes a menos que el Gobierno acelere las reformas. Es la previsi¨®n del thik thank sudafricano Center For Risk Analysis (CRA). La polic¨ªa cuenta que en 2020 las protestas violentas fueron un 400% m¨¢s elevadas que durante 2007.

Sud¨¢frica se tambalea despu¨¦s de que a finales de julio estallara una semana de disturbios mortales y pillaje que comenzaron en la provincia oriental de KwaZulu-Natal tras el encarcelamiento del expresidente Jacob Zuma. En los enfrentamientos murieron 324 personas y miles de negocios sufrieron saqueos e incendios. Fue la peor insurrecci¨®n civil desde el fin del gobierno de la minor¨ªa blanca en 1994. Tanta ira resulta inexplicable sin un estancamiento econ¨®mico de d¨¦cadas. ¡°Existe una estrecha relaci¨®n entre las protestas violentas y el bajo crecimiento de la econom¨ªa¡±, admite David Ansara, jefe de Operaciones de CRA. ¡°En los ¨²ltimos diez a?os, el crecimiento del PIB ha ca¨ªdo del 3,3% al 0,2% y la tasa de paro juvenil alcanza un 75%¡±.

Si a todo este destrozo econ¨®mico y social le a?adimos la emergencia clim¨¢tica, el pesimismo se convierte en las mareas del mundo. La desigualdad econ¨®mica entre los pa¨ªses y dentro de ellos ha alcanzado niveles inimaginables, en un planeta que ya era tremendamente injusto antes de la pandemia. Mientras millones de personas se enfrentan al hambre (por primera vez en 22 a?os, la extrema pobreza ¡ªseres humanos viviendo con menos de 1,90 d¨®lares al d¨ªa¡ª aument¨® el a?o pasado) y la carencia de necesidades b¨¢sicas, una peque?a minor¨ªa, extremadamente rica, y algunas grandes empresas (sobre todo tecnol¨®gicas), han acaparado a¨²n m¨¢s ingresos y riqueza. ¡°Esta situaci¨®n no puede continuar durante mucho tiempo sin que se produzcan enormes tensiones sociales y disturbios civiles. De hecho, la tormenta perfecta que estamos empezando a sentir pronto incluir¨¢ bastante m¨¢s inestabilidad social y pol¨ªtica. En lugar de impulsar una agenda progresista y transformadora, esto podr¨ªa derivar en conflictos ¨¦tnicos, raciales y otras formas de violencia y caos¡±, escribe en Project Syndicate Jayati Ghosh, economista y catedr¨¢tica de la prestigiosa Universidad de Amherst en Massachusetts (Estados Unidos).

Cada pa¨ªs tendr¨¢ que pagar su moneda de plata econ¨®mica y social al barquero. Las protestas de 2019 en Hong-Kong y las de los chalecos amarillos en Francia durante 2018 costaron un 1% del PIB. ¡°El mayor efecto, a medio plazo, del malestar es el aumento de los precios de muchos productos (electricidad, petr¨®leo, impuestos sobre art¨ªculos b¨¢sicos) que, no olvidemos, est¨¢n, bastantes veces, detr¨¢s de manifestaciones que crean movimientos multitudinarios o derrocan gobiernos¡±, advierte Jos¨¦ Garc¨ªa Montalvo, catedr¨¢tico de Econom¨ªa de la Universidad Pompeu Fabra (UPF).

T¨²nez se refleja en esas luces rojas. En julio sufri¨® su mayor crisis pol¨ªtica desde la revoluci¨®n de 2011. En una econom¨ªa devastada por el virus, el presidente, Ka?s Saied, cambi¨® su Gobierno tras semanas de quejas y asumi¨® todos los poderes. Y en ese mismo mes, el d¨ªa 18, Tailandia vivi¨® las manifestaciones m¨¢s duras con la variante delta descontrolada y un crecimiento econ¨®mico que previsiblemente caer¨¢ este a?o del 3% al 1,8%.

?Y qu¨¦ sienten los ciudadanos de las dos grandes potencias de nuestra era? Sobre el paisaje yermo de Estados Unidos no se detiene la aurora. Una cifra lo cuenta todo. 22.243.220. Es el n¨²mero de armas vendidas en el primer semestre del a?o. El m¨¢s alto desde que se empezaron a registrar en 1998. Un arsenal en manos de los habitantes de una de las naciones m¨¢s desiguales del mundo. La toma del Capitolio mostr¨® a una sociedad partida y las p¨¦rdidas se vierten por d¨®nde se mire. ¡°En el pa¨ªs hemos visto c¨®mo conflu¨ªan varias crisis en los ¨²ltimos 18 meses: el asesinato de George Floyd, que ha desencadenado amplias protestas civiles, junto a la inquietud y el malestar por una respuesta a la pandemia muy mal gestionada y sin coherencia. ?Resultado? El volumen de los pagos de las aseguradoras carece de precedentes. Solo los derivados de las protestas han costado al sector m¨¢s de 2.000 millones de d¨®lares desde principios de 2020¡±, avanza Osman Dar, experto en salud p¨²blica del centro de estudios brit¨¢nico Chatham House. Y el drama de los opi¨¢ceos, que se ha llevado 500.000 vidas en 20 a?os y un bill¨®n de d¨®lares (dato de 2017), resulta ininteligible sin la codicia y la desigualdad. Impacta ver a la democracia liberal m¨¢s avanzada del mundo anestesiada por la droga m¨¢s antigua conocida por el hombre.

Grandes potencias

China ha percibido todo esto. Aunque especialmente ha sentido la presi¨®n de Hong-Kong. Su respuesta, inventar el t¨¦rmino: ¡°prosperidad com¨²n¡±. ¡°Eso significa aumentar los ingresos de los hogares, mejorar el sistema de bienestar y reducir la desigualdad de la riqueza¡±, aclara Yifan Hu, analista de UBS en un informe reciente.

Pero el malestar no es siempre un lastre. Es una forma de que el globo gire. Meridianos econ¨®micos, paralelos filos¨®ficos. ¡°Muchos movimientos sociales se forjan en el crisol de las crisis, ya sea la idea de la destrucci¨®n creativa incrustada en el capitalismo, o la dial¨¦ctica hegeliana de que todo movimiento contiene en su interior las semillas de su propia destrucci¨®n¡±, recuerda Dipanjan Chatterjee, analista principal de la consultora estadounidense Forrester Research. El descontento es productivo si se aprovecha para hacer avanzar la sociedad, no para hacerla retroceder. Las protestas y movilizaciones, resume Carlos Mart¨ªn, director del Gabinete Econ¨®mico de Comisiones Obreras, han tra¨ªdo el sufragio femenino, la interrupci¨®n del embarazo, la supresi¨®n de los abusos laborales, la jornada de ocho horas, el derecho al descanso diario y semanal, y eliminar o restringir el capitalismo rentista en las finanzas, la energ¨ªa y los inmuebles. ¡°El reto es si podemos utilizar este descontento para impulsar la sociedad a cambiar hacia una direcci¨®n mejor¡±, plantea Acemo?lu. Porque est¨¢ escrito hace m¨¢s de 2.000 a?os: ¡°Y ¨¦ramos por naturaleza hijos de ira, igual que los dem¨¢s¡±. Efesios II-3.

Espa?a escucha el descontento chileno y cubano

El malestar social es como nubes cargadas de agua y cristales de hielo. Solo necesita las condiciones adecuadas para transformarse en tormentas torrenciales o gotas fr¨ªas. Espa?a parece alejada hoy de estas inclemencias, atr¨¢s quedaron las revueltas en Catalu?a o la repetici¨®n de elecciones. ¡°Esta tierra es justa, civilizada y compasiva¡±, condensa el jurista Antonio Garrigues Walker. Y compara: ¡°Francia, por ejemplo, siempre se ha expresado de una forma m¨¢s agresiva¡±. Pero para los j¨®venes este tiempo es otro pa¨ªs. La brecha generacional entre ellos y los mayores ha aumentado desde la crisis financiera de 2008. Contratos precarios, incertidumbre, paro. ¡°Si la situaci¨®n no mejora, es probable que el descontento pase a expresarse en forma de movilizaciones como las vividas en Cuba o Chile¡±, advierte Clara Mart¨ªnez-Toledano, profesora de Finanzas en el Imperial College de Londres y miembro del Laboratorio Mundial de la Desigualdad dirigido por el economista Thomas Piketty. Tampoco descarta que aumente la marcha de chicos al extranjero.

Se sienta o no, la sociedad espa?ola demuestra la fragilidad de la cer¨¢mica resquebrajada. ¡°A medio plazo habr¨¢ m¨¢s contestaci¨®n, porque el capitalismo no est¨¢ dando igualdad de oportunidades¡±, alerta Emilio Ontiveros, presidente de AnalistasFinancieros Internacionales (AFI). ¡°Y el primer peaje del descontento es la disminuci¨®n del consumo y de la inversi¨®n extranjera¡±. Porque se escuchan las manecillas del reloj girando en sentido contrario. ?Qu¨¦ suceder¨¢ cu¨¢ndo se acaben los mecanismos de protecci¨®n, como los ERTE, que se crearon durante la pandemia? ¡°Podr¨ªa haber un efecto de descontento generalizado, pues se ver¨¢n m¨¢s las m¨²ltiples desigualdades existentes (educativas, digitales, laborales)¡±, prev¨¦ Jos¨¦ Garc¨ªa Montalvo, catedr¨¢tico de Econom¨ªa de la Universidad Pompeu Fabra (UPF). ¡°Aunque espero que una imposici¨®n m¨¢s progresiva y el mayor gasto p¨²blico amortig¨¹en este problema¡±, matiza.

El desencanto en econom¨ªa no es una variable matem¨¢tica que se pueda introducir en una ecuaci¨®n. Las vidas no vividas, las ocasiones malbaratadas; la incertidumbre en la existencia. ¡°Lo que m¨¢s nos preocupa es la fragmentaci¨®n pol¨ªtica porque, gracias a los fondos europeos, tendremos varios a?os de crecimiento, si se efect¨²an las reformas necesarias, y todos tienen que aportar. La confrontaci¨®n reduce la posibilidad de actuar¡±, avisa Jorge Sicilia, director de BBVA Research. ¡°El desaf¨ªo es articular las demandas en reivindicaciones viables a trav¨¦s de la democracia participativa¡±, suma Toni Rold¨¢n, responsable del Centro de Pol¨ªticas Econ¨®micas de Esade.

Queda poco para el invierno y el primer ministro brit¨¢nico Boris Johnson enfrenta un a?o g¨¦lido. El impacto del Brexit, la inflaci¨®n, la elevada deuda, la subida de impuestos (algo inconcebible en un tory) y una sanidad herida pronostican unas revueltas como las vividas en 1978. Aunque hay quienes dudan de este peque?o apocalipsis. ¡°No veo qu¨¦ podr¨ªa causarlo, aparte de una enorme crisis fiscal o financiera, que me parece improbable¡±, descarta Martin Wolf, jefe de opini¨®n econ¨®mica del Financial Times.

?Habr¨¢ tormenta?

E Italia, que sufri¨® tanto al principio de la pandemia, parece calmada. La suspensi¨®n de los despidos (que termin¨® hace algunas semanas), bonificaciones para los aut¨®nomos, compensaciones a los empleadores y un sistema de protecci¨®n dirigido a los hogares pobres han mantenido la paz social. Y lo m¨¢s ins¨®lito, tambi¨¦n la pol¨ªtica. ¡°El malestar, en este momento, no est¨¢ promovido por los partidos, ya que todos (la ¨²nica excepci¨®n es Fratelli d¡¯Italia), incluso La Liga, otro movimiento tambi¨¦n orientado hacia la derecha, pertenecen a la coalici¨®n de Gobierno de Mario Draghi¡±, explica Michele Raitano, profesor de Econom¨ªa de la Universidad de la Sapienza de Roma. Cielos sin nubes, ?descargar¨¢ despu¨¦s la tormenta?

Yanis Varoufakis: ¡°Los fundamentos econ¨®micos se est¨¢n desmoronando¡±

El pensamiento cr¨ªtico est¨¢ dentro de la noche del alma humana. Sin ¨¦l no habr¨ªa investigadores, cient¨ªficos, exploradores. Personas que sepan ver donde otros pasan de largo. Yanis Varoufakis (Atenas, 1961), economista y exministro de Finanzas griego pertenece a ese mundo. Nunca hace concesiones con sus palabras. Gusten o no. Zarandean. Se filtran en un tiempo que en demasiados aspectos resulta un fracaso. ¡°El malestar social hoy en d¨ªa es una repercusi¨®n directa de la crisis fatal del capitalismo en 2008. No se parece a ninguna otra en la historia de este sistema. Acab¨® con los cimientos econ¨®micos en los que se basaba el tejido de las sociedades modernas¡±, relata por correo electr¨®nico. ¡°Desde abril de 2009, cuando los bancos centrales del G7 comenzaron a imprimir dinero para reflotar las finanzas ¡ªmientras los gobiernos respond¨ªan con austeridad a las masas¡ª, el capitalismo perdi¨® su capacidad de alimentarse de los beneficios obtenidos de las ventas. En su lugar, se nutre solo con el dinero de los bancos centrales, que impulsa las Bolsas mientras disminuye la inversi¨®n real¡±. El destino aboca a esa oscuridad. ¡°Porque no pueden ver que los fundamentos econ¨®micos de la sociedad se est¨¢n desmoronando. La gente siente que sus hijos tendr¨¢n una vida peor. Ven derrumbarse a su alrededor el tejido social. El descontento es la consecuencia. El malestar, el resultado natural¡±, sostiene. Esta crisis, a diferencia de las anteriores, el capitalismo no la puede superar. As¨ª que el malestar sigue aumentando. Llega la aurora, pero no el d¨ªa. ¡°?Qu¨¦ saldr¨¢ de ello?¡±, se cuestiona el economista. ¡°Un nuevo sistema socioecon¨®mico. El verdadero peligro es que puede resultar mucho peor que el que muri¨® en 2008. Y as¨ª, la pol¨ªtica democr¨¢tica es m¨¢s necesaria en un tiempo que resulta menos posible¡±, lamenta. Quiz¨¢ porque la econom¨ªa, como toda vida, es un proceso de demolici¨®n.