Un mes de protestas y m¨¢s de 50 muertos. ?A qu¨¦ responde el malestar de Colombia?
Las manifestaciones empezaron cuando el presidente Iv¨¢n Duque anunci¨® una subida de impuestos generalizada pero las ra¨ªces de las movilizaciones son m¨¢s profundas
Miguel sostiene una hamburguesa grasosa entre las manos y le da sorbos a un refresco de a litro. Tiene 23 a?os, las cejas gruesas y la mirada cansada. No tiene empleo desde hace un buen tiempo, como uno de cada cuatro j¨®venes colombianos. Si alza la vista durante unos segundos se topa con la imponente estatua en bronce de Sim¨®n Bol¨ªvar. El h¨¦roe de la patria cabalga de forma imaginaria a lomos de un caballo posado sobre una estructura de piedra. ¡°Es el libertador de nosotros. Eso dicen, yo no s¨¦¡±, reflexiona.
El s¨¢bado 15 de mayo, al acabar una de las manifestaciones contra el Gobierno que han paralizado Colombia desde hace un mes, unos j¨®venes se subieron al pedestal y amarraron una soga alrededor de la escultura. Jaleados por la multitud, tiraron de la cuerda con todas sus fuerzas durante cinco minutos. En ese tiempo se les entumecieron las manos y no lograron derribar la escultura de 3,2 toneladas. Eso s¨ª, en la base del pedestal encendieron un fuego que ha cristalizado el cemento que sostiene el monumento ecuestre, que amenazaba con desprenderse por s¨ª solo. El Ayuntamiento lo ha retirado de manera temporal, por si acaso.
Desde el comienzo grupos de adolescentes y j¨®venes en edad universitaria, como Miguel, se re¨²nen d¨ªa y noche bajo la estatua del militar, en el norte de Bogot¨¢. Emanuel Arg¨¹ello, de 21 a?os, entra al debate: ¡°?l fue un libertador (Bol¨ªvar), pero con ansias de poder, y el poder corrompe a las personas¡±. Daniel Barbosa, universitario de 20 a?os, es m¨¢s expl¨ªcito: ¡°Representa la idolatr¨ªa y el caudillismo. Todo eso hay que tirarlo¡±. El estallido social que ha provocado las protestas callejeras m¨¢s importantes en los ¨²ltimos 70 a?os en Colombia ha venido a cuestionar todo el sistema pol¨ªtico y social del pa¨ªs, el presente y el pasado.
Todo empez¨® el 28 de abril de este a?o. Ese d¨ªa las centrales obreras y las organizaciones de estudiantes celebraron un paro en protesta contra una subida de impuestos promovida por el presidente Iv¨¢n Duque para cuadrar las maltrechas cuentas del Estado. Duque trataba de enviar la se?al a los mercados de que el Gobierno segu¨ªa siendo solvente. El seguimiento fue multitudinario. Sin embargo, nadie pod¨ªa prever que un mes despu¨¦s, habiendo ya sido retirada la reforma tributaria y destituido el ministro que la ide¨®, la gente seguir¨ªa en la calle y muchas carreteras del pa¨ªs continuar¨ªan cortadas, lo que ha paralizado el comercio y la circulaci¨®n de personas en regiones enteras. Hay miles de heridos por los enfrentamientos entre la polic¨ªa y los manifestantes, y por ahora m¨¢s de 50 muertos.
¡°Las protestas no cesan, al rev¨¦s, se incrementan. ?Por qu¨¦? Muy f¨¢cil, por desigualdad, clasismo y racismo. Y falta de conexi¨®n con la situaci¨®n de millones de personas en el pa¨ªs. Una explicaci¨®n simple es que esas personas quieren chantajear al Gobierno. Lo que ocurre en verdad es que necesitan ser reconocidas como ciudadanos iguales, como personas que participan en la construcci¨®n de soluciones urgentes¡±, opina Catalina Botero, una prestigiosa abogada constitucionalista.
Hay varios hechos ocurridos durante este mes que explican que la intensidad de la protesta, cuando pareci¨® en varias ocasiones a punto de extinguirse, se haya avivado. Y todos tienen como fondo los factores que se?ala Botero. Durante los primeros d¨ªas de protestas murieron varios j¨®venes de barrios pobres de Cali, la tercera ciudad en poblaci¨®n del pa¨ªs, a manos de la polic¨ªa. La mayor¨ªa eran chavales indefensos que no iban armados. Los amigos de estos muchachos, sin empleo y sin estudios, se atrincheraron en sus barrios, donde desde entonces no hay presencia del Estado. Pasan el d¨ªa en barricadas, protegidos con escudos caseros y aseguran estar dispuestos a morir por la causa. J¨®venes que llevaban un a?o hacinados y encerrados en apartamentos de cuarenta metros cuadrados por el confinamiento.
A los pocos d¨ªas, en esa misma ciudad, civiles armados en uno de los barrios m¨¢s exclusivos, Ciudad Jard¨ªn, dispararon contra ind¨ªgenas que hab¨ªan levantado unos bloqueos en la carretera. Hirieron de gravedad a ocho. Ninguno de esos hombres, pese a que hay v¨ªdeos (algunos grabados por ellos mismos) y se les ve la cara, ha sido detenido. En un pa¨ªs donde la violencia paramilitar ha acabado con miles de vidas produjo una gran indignaci¨®n. A la semana, una menor de edad que dijo haber sido agredida sexualmente por polic¨ªas antidisturbios al ser detenida en una manifestaci¨®n se quit¨® la vida en Popay¨¢n, en el Cauca. La violencia en las calles de esa ciudad se redobl¨®. En cuesti¨®n de d¨ªas, j¨®venes, ind¨ªgenas y mujeres hab¨ªan sufrido, de forma directa, la violencia estatal.
El economista Luis Fernando Medina cree que el modelo de pa¨ªs est¨¢ en cuesti¨®n. Las pol¨ªticas de libre mercado tan en boga en Am¨¦rica Latina en los a?os ochenta ¨Clibre comercio, reducci¨®n del tama?o del Estado, pol¨ªtica monetaria antinflacionaria- iniciaron el proceso de construcci¨®n de un Estado de bienestar neoliberal que expandi¨® los servicios sociales, por ejemplo. Ese paradigma parece agotado despu¨¦s de un crecimiento econ¨®mico no tan holgado como el esperado y que por tanto tiene dificultades a la hora de redistribuir la riqueza. La pandemia ha hecho retroceder a Colombia una d¨¦cada en la lucha contra la pobreza. M¨¢s de 20 millones viven con menos de 72 euros al mes, el l¨ªmite oficial de ese umbral. ¡°Hay fatiga y agotamiento con el modelo, que este Gobierno ha tratado de reflotar. Muchos economistas que antes eran baluartes de la ortodoxia ven que ya no da para m¨¢s. Hay un cambio tect¨®nico en la opini¨®n p¨²blica¡±, cuenta Medina por tel¨¦fono.
A su manera de ver, hay la sensaci¨®n de que las ¨¦lites ya no est¨¢n ofreciendo soluciones satisfactorias para salir de esta crisis. ¡°El Gobierno ha sido muy atolondrado y por eso es tan belicista. Su respuesta es seguir con una ret¨®rica de guerra interna, de violencia y viendo conspiraciones por todas partes. Es la t¨ªpica reacci¨®n de un Gobierno cuando le superan los hechos¡±, contin¨²a, refiri¨¦ndose a que Duque y sus ministros han culpado a la guerrilla de estar detr¨¢s de las protestas. A los pocos d¨ªas de paro en las calles Duque anunci¨® que desplegar¨ªa al ej¨¦rcito en las ciudades y el descontento no hizo sino incrementarse.
En la calle no est¨¢ todo el pa¨ªs. Jorge Orlando Melo, el autor de un libro de culto, Historia m¨ªnima de Colombia, cree que no hay un paro general -y esto es una idea original- sino manifestaciones de gente sin empleo. ¡°La poblaci¨®n desempleada o que tiene empleos informales est¨¢ muy golpeada por la pandemia. Ha sido una sacudida muy brusca¡±, cuenta el historiador.
La respuesta que se le dio a esa gente desde el Gobierno es que se iba a aumentar la base tributaria, es decir, que m¨¢s gente pagar¨ªa impuestos y que eso ayudar¨ªa a su vez a redistribuir la riqueza. Seg¨²n Melo, no se entendi¨® el mensaje. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, recuerda Melo, ha usado una ret¨®rica socialdem¨®crata de subir impuestos a los ricos, mientras que Duque anunci¨® que se los sub¨ªa a todos. ¡°Fue una respuesta muy desafiante, muy autom¨¢tica, sin tener en cuenta la situaci¨®n del pa¨ªs. El resultado es este¡±, a?ade.
Hace m¨¢s de cuatro a?os Colombia firm¨® la paz con las FARC, la guerrilla m¨¢s potente de Latinoam¨¦rica. 13.000 soldados dejaban las armas despu¨¦s de medio siglo de lucha. En La Habana el entonces presidente Juan Manuel Santos y el l¨ªder guerrillero Timochenko se dieron un apret¨®n de manos. Los dos iban vestidos con guayaberas blancas. El pa¨ªs parec¨ªa enfilar un futuro esperanzador. Despu¨¦s el gobierno de Iv¨¢n Duque, ahijado pol¨ªtico del expresidente ?lvaro Uribe (se opuso al proceso de paz), ha puesto reparos a la hora de aplicar lo que se acord¨® en Cuba. ¡°Cre¨® ilusi¨®n en muchos j¨®venes el acuerdo, pero el Gobierno no fue capaz de verlo y ha creado problemas en el proceso. Hay un desencanto, una falta de relato esperanzador¡±, suma Alejandro Gaviria, rector de la Universidad de los Andes. ?l suena como futuro candidato de centro-izquierda a las elecciones de 2022.
Gaviria considera que el estallido ha puesto de manifiesto algunos fallos estructurales, como la crisis en las instituciones, en los mecanismos de representaci¨®n pol¨ªtica y en los canales que recogen esos problemas de insatisfacci¨®n y desigualdad. Cree que debe haber un consenso entre la academia, los partidos pol¨ªticos y la sociedad civil para evitar que Colombia viva un a?o negro de violencia hasta mayo de 2022, cuando se celebran las elecciones.
¡°Yo viv¨ª 1989, cuando en Colombia fueron asesinados cuatro precandidatos. Y siendo algo parecido en el ambiente. es una sensaci¨®n de que cualquier cosa puede pasar. Ven¨ªamos de 40 a?os de disminuci¨®n de los homicidios y hay que proteger al pa¨ªs de una escalada violenta¡±, ahonda Gaviria.
Incluyendo lo simb¨®lico. En el esfuerzo por tumbar la estatua de Bol¨ªvar a las bravas el antrop¨®logo Carlos Gran¨¦s no percibe un reflejo antipatri¨®tico, m¨¢s bien un acto un tanto aleatorio y an¨¢rquico. ¡°Es simplemente muestra de una insatisfacci¨®n muy profunda, pero muy difusa, que se satisface con tumbar cualquier cosa que est¨¦ en pie¡±, escribe por correo electr¨®nico. En la era del malestar colombiano todo est¨¢ en cuesti¨®n.
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