La revoluci¨®n del dinero ha empezado
Con todos sus sobresaltos, el mundo de los criptoactivos es una realidad incontestable
?Por qu¨¦ decimos ¡°revoluci¨®n¡± y no ¡°reforma¡± del dinero? Por lo mismo que hablamos de la ¡°revoluci¨®n industrial¡± y no de la ¡°reforma industrial¡± que tuvo lugar en los siglos XVIII y XIX. En primer lugar, porque no se trata solo de un cambio de pol¨ªticas sino de un cambio de sistema. Es una alteraci¨®n radical de los fundamentos y del funcionamiento del sistema monetario y bancario. Tambi¨¦n es adecuado calificar de revolucionario este proceso porque no estamos ante una reforma auspiciada y dirigida por gobiernos o reguladores, sino que tiene mucho de espont¨¢neo, de transformaci¨®n alimentada por iniciativas muy diversas. Estamos viviendo un movimiento de abajo a arriba que obliga a los reguladores a reaccionar, por m¨¢s que prefieran retrasar o impedir el cambio. Es un movimiento desordenado, con propuestas ut¨®picas, con experiencias felices, pero tambi¨¦n con riesgos.
Y ya ha empezado. Cuando en 2008 estall¨® la gran crisis bancaria mundial nadie pens¨® en cambiar el sistema. Era la segunda crisis global en ocho d¨¦cadas y se hab¨ªan producido m¨¢s de 150 crisis sist¨¦micas nacionales en ese mismo periodo, pero a nadie se le ocurri¨® cambiar el sistema. Solo muchos a?os despu¨¦s nos enteramos de que ese mismo a?o se public¨® la propuesta de creaci¨®n del bitcoin y que muy pocos economistas criticaban el sistema vigente, basado en la creaci¨®n de dinero por parte de bancos privados. Pero no se puede encontrar en la prensa ni una sola menci¨®n a estos profetas.
Todos los que entonces est¨¢bamos en puestos relevantes en los gobiernos o en los bancos centrales nos equivocamos. Pensamos que la soluci¨®n era aumentar los privilegios de los bancos y exigirles una ingente y compleja regulaci¨®n prudencial. Y as¨ª se hizo. Digo ¡°todos¡±, porque recuerdo la pat¨¦tica confesi¨®n de liberales como Alan Greenspan reconociendo p¨²blicamente que ¡°el mercado hab¨ªa fallado¡±. Entonces, nadie sugiri¨® que el problema fue que el Estado hab¨ªa fallado, que el sistema de un oligopolio privado cada vez m¨¢s protegido e intervenido por el Estado era el responsable de las crisis y de la ineficiencia del sistema de pagos y de otras actividades financieras.
Algunos lo descubrimos despu¨¦s, pero hace solo cuatro a?os todav¨ªa eran muy pocos los que propon¨ªan cambios profundos en el sistema monetario y de pagos. En 2018, pr¨¢cticamente todos los banqueros centrales consideraban que emitir dinero p¨²blico digital era innecesario e incluso peligroso. Y, sin embargo, hoy, con todos sus sobresaltos, el mundo de los criptoactivos es una realidad incontestable y m¨¢s de 100 bancos centrales est¨¢n estudiando dar acceso a todos los ciudadanos y a todas las empresas al dinero digital p¨²blico emitido por los bancos centrales. Este es un dinero seguro al que hasta ahora solo pod¨ªan acceder los bancos comerciales.
Esta revoluci¨®n ha empezado, aunque no sabemos c¨®mo terminar¨¢. Hay razones para ser optimistas y pensar que acabaremos teniendo un dinero seguro en vez del dinero fr¨¢gil y propenso a las crisis de los dep¨®sitos bancarios, y que dispondremos de una pol¨ªtica monetaria m¨¢s eficaz y eficiente sin los problemas de las burbujas apalancadas y lentas recuperaciones que hemos sufrido. Y, sobre todo, que cualquier ciudadano o empresa podr¨¢ disfrutar de un sistema de pagos y de actividades financieras basado en el libre mercado y en la competencia, frente al sistema actual, cerrado a la competencia de los que no son bancos y con una da?ina centralizaci¨®n de las decisiones financieras.
Pero frente a los intereses p¨²blicos, o sea, los intereses de todos los ciudadanos, est¨¢n los intereses privados, los de los que disfrutan actualmente del oligopolio y tambi¨¦n los de los que aspiran a disfrutar de los beneficios de poder crear dinero en vez de que esos beneficios sean percibidos por el conjunto de la ciudadan¨ªa.
La mejor forma de acomodar todos estos intereses no es la actual, la de que el Estado favorezca a unos intereses privados frente a otros. La soluci¨®n m¨¢s recomendable es la que descubri¨® Adam Smith: la de introducir competencia, la de conseguir que la b¨²squeda de beneficio de los intereses privados tenga como resultado la mejora del bienestar de todos. El objetivo debe ser que el terreno de juego sea equilibrado, evitando que unos competidores tengan unas protecciones que no tienen los dem¨¢s.
¡°Nada es como empieza, sino como acaba¡± dec¨ªa Bertolt Brecht. Y esto ha empezado con fuerza. Ya es imparable la aparici¨®n del dinero p¨²blico digital y, en cuanto pueda usarse, la opini¨®n p¨²blica podr¨¢ darse cuenta de que hay alternativas mejores al dinero actual. Pero los intereses privados pueden ¡°convencer¡± a los reguladores para retrasar su introducci¨®n, y poner obst¨¢culos y limitaciones al uso del dinero p¨²blico.
Por otra parte, al mantener las protecciones a los dep¨®sitos bancarios se est¨¢ incentivando la aparici¨®n de las llamadas stablecoins (monedas estables), que pueden plantear los mismos problemas de inestabilidad que los dep¨®sitos si no se les exige un 100% de respaldo con dinero p¨²blico y seguro.
En cualquier caso, los problemas del sistema actual no desaparecer¨¢n mientras se sigan utilizando como medios de pago unos activos con riesgo como son los dep¨®sitos bancarios. El origen de los problemas de este dinero privado es su facilidad de entrar en crisis y producir colapsos en los flujos de dinero. Para reducir los problemas de inestabilidad de estos medios de pago, los Estados se han visto continuamente forzados a otorgar a los emisores de ese dinero todo tipo de ayudas, protecciones y privilegios. Pero estos bienintencionados remedios han generado otros problemas, como los de impedir la entrada de nuevos competidores no bancarios. Y esta falta de competencia frena la innovaci¨®n en los servicios financieros y de pagos.
El fil¨®sofo escoc¨¦s tambi¨¦n nos explic¨® que la introducci¨®n de competencia no es f¨¢cil porque exige a los gobernantes acometer la dif¨ªcil tarea de suprimir todo tipo de protecciones y monopolios. Aunque es verdad que, como ha sucedido en otros procesos de liberalizaci¨®n, tambi¨¦n en este caso tendr¨ªa sentido ayudar transitoriamente a los bancos a pasar a prestar los servicios de pagos y financieros en condiciones de libre mercado, sin las muletas del Estado.
Ahora estamos en una fase en la que ya todo el mundo acepta las ventajas del dinero p¨²blico digital (conocido por sus siglas en ingl¨¦s: CBDC), pero todav¨ªa se piensa que es posible seguir manteniendo todos los privilegios y protecciones a los dep¨®sitos emitidos por bancos privados. Y no es as¨ª. Mientras no se supriman esas protecciones, no se obtendr¨¢n todos los beneficios que puede proporcionar un sistema monetario basado en unos medios de pago p¨²blicos y seguros, sin riesgo.
Quiz¨¢ ha llegado el momento de recordar a los reguladores la recomendaci¨®n de Hip¨®crates: ¡°Antes de curar a alguien, preg¨²ntale si est¨¢ dispuesto a renunciar a las cosas que lo enferman¡±
Miguel A. Fern¨¢ndez Ord¨®?ez fue gobernador del Banco de Espa?a entre 2006 y 2012.
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