El reino de la credulidad
Los dientes no son perlas y las criptomonedas no son monedas por m¨¢s que lo decrete El Salvador
Hablo del reino de la credulidad porque hay que ser cr¨¦dulo para creer que son monedas por la ¨²nica raz¨®n de que sus promotores hayan querido llamarlas metaf¨®ricamente as¨ª, aunque ninguna de ellas sea moneda de curso legal. De la misma manera que los dientes no son perlas, por mucho que insista la poes¨ªa, las criptomonedas no son monedas ...
Hablo del reino de la credulidad porque hay que ser cr¨¦dulo para creer que son monedas por la ¨²nica raz¨®n de que sus promotores hayan querido llamarlas metaf¨®ricamente as¨ª, aunque ninguna de ellas sea moneda de curso legal. De la misma manera que los dientes no son perlas, por mucho que insista la poes¨ªa, las criptomonedas no son monedas por m¨¢s que se decrete en El Salvador. Tampoco los criptoactivos son activos. Ni tienen un valor de uso como los activos tangibles (inmuebles, veh¨ªculos o maquinaria) ni dan derecho, como los valores mobiliarios, a los frutos de los activos tangibles.
Al bitcoin se le llama ¡°oro digital¡±, pese a que no tiene un valor de uso que s¨ª tiene el oro (medicina, joyer¨ªa y otras industrias).
Ni siquiera son totalmente cripto porque su secreto es un secreto a voces (hay m¨¢s de 19.000 criptomonedas) y no est¨¢n protegidas contra ataques especulativos, robos de monederos digitales o estafas. Su tecnolog¨ªa es lenta para un uso cotidiano.
?C¨®mo se explica, entonces, su ¨¦xito en llegar a una valoraci¨®n total de tres billones (trillion) de d¨®lares y a que se haya adoptado todo ese lenguaje metaf¨®rico? ?Qu¨¦ proceso de hipnosis colectiva lo ha logrado? La respuesta es bien sencilla: demasiado dinero a la caza de pocos activos. Desde 2007 los cuatro bancos centrales m¨¢s importantes han inyectado a sus econom¨ªas 26,5 billones de d¨®lares creados de la nada, a la vez que los tipos de inter¨¦s eran cero. ?En qu¨¦ invertirlos? En cualquier cosa, incluidas las criptomonedas. No en vano el bitcoin naci¨® en 2009, a la vez que los QE o pol¨ªticas monetarias cuantitativas.
La credulidad ha tenido en los ¨²ltimos a?os un ¨²ltimo tour de force: ¡°las monedas estables¡± y, entre ellas, la m¨¢s importante: el ¡°d¨®lar Tether¡±, que promete a quien lo compre reembolsarle un d¨®lar de EE UU cuando quiera salirse del esquema, y que explica su ¡°estabilidad¡± por los activos (estos s¨ª tradicionales) en que invierte los fondos captados, aunque se niega a mostrar qu¨¦ activos son esos, y ha sido multado ya por la Fiscal¨ªa de Nueva York (19,5 millones de d¨®lares) y por el supervisor burs¨¢til o SEC (42,5 millones). Viene a ser un fondo de inversi¨®n que promete un valor liquidativo constante, cosa imposible. ?Pues ha colado! Tether ha llegado a un volumen de 80.000 millones de d¨®lares.
El colmo de la credulidad tiene cuatro a?os de existencia, el d¨®lar terra y su pareja melliza, luna, que ni se molestan en tener activos tradicionales que los respalden: la estabilidad de la ¡°moneda¡± la consigue un algoritmo. Ambos, terra y luna, han sufrido una crisis que llev¨® la cotizaci¨®n de luna de 116 d¨®lares a cero. Lo que desestabiliz¨® al d¨®lar Tether.
Las criptomonedas son el reino de la credulidad, acicateado por la abundancia de dinero que no sabe en qu¨¦ emplearse y por el abuso de la met¨¢fora para resultar convincente, adem¨¢s de espoleado por la ignorancia financiera y el papanatismo ante avances tecnol¨®gicos (blockchain) que los profanos no comprenden. ?Ah! Y por la expectativa de hacerse rico r¨¢pidamente. Un desastre cantado, ahora que los bancos centrales van a retirar dinero de la circulaci¨®n.