Retos y palancas de una econom¨ªa envejecida
El desequilibrio no puede llevar al fatalismo, pues hay soluciones para mitigar el desaf¨ªo
Espa?a asiste, como otros pa¨ªses industrializados, a un r¨¢pido proceso de envejecimiento como resultado de mejoras de la longevidad y reducciones de la natalidad. El aumento en la longevidad se manifiesta en una expansi¨®n de la esperanza de vida al nacer, que ha crecido en m¨¢s de 8 a?os desde 1975, y que se explica por avances tecnol¨®gicos y sociales. Esto es una noticia genuinamente positiva pues no solo vivimos m¨¢s, sino que adem¨¢s lo hacemos de modo m¨¢s...
Espa?a asiste, como otros pa¨ªses industrializados, a un r¨¢pido proceso de envejecimiento como resultado de mejoras de la longevidad y reducciones de la natalidad. El aumento en la longevidad se manifiesta en una expansi¨®n de la esperanza de vida al nacer, que ha crecido en m¨¢s de 8 a?os desde 1975, y que se explica por avances tecnol¨®gicos y sociales. Esto es una noticia genuinamente positiva pues no solo vivimos m¨¢s, sino que adem¨¢s lo hacemos de modo m¨¢s saludable. De hecho, Espa?a se sit¨²a como uno de los pa¨ªses europeos con mayor n¨²mero de a?os saludables desde los 65 a?os ¡ªalrededor de 12 a?os a partir de esta edad¡ª. Al mismo tiempo, Espa?a ha experimentado un descenso de la fecundidad particularmente significativo desde el baby boom ocurrido entre los a?os cincuenta y setenta. Entre 1975 y 2020, el ¨ªndice de fecundidad se ha desplomado hasta los 1,36 hijos por mujer, situando al pa¨ªs como una de las sociedades europeas con fecundidad m¨¢s baja, solo superada por Italia y Grecia. Este descenso en la fertilidad se ha producido, a su vez, por numerosos motivos, entre los que se incluyen la incorporaci¨®n generalizada de la mujer al empleo, la dificultad de compatibilizar una carrera profesional con la familia, o unas preferencias que priman la autonom¨ªa individual.
El proceso de envejecimiento espa?ol va a acelerarse en los pr¨®ximos 30 a?os, lo que alterar¨¢ significativamente la distribuci¨®n de edad de la poblaci¨®n en general y, con ello, la relaci¨®n entre las necesidades de gasto y nuestras capacidades productivas. Mientras actualmente existen en torno a 3,3 personas de 15-64 a?os por cada persona de m¨¢s de 65, se espera que este n¨²mero disminuya a 1,7 en 2050. Pese a ser una consecuencia de desarrollos positivos, este aumento en la proporci¨®n de personas mayores implica ciertos retos econ¨®micos por su vinculaci¨®n con m¨¢s consumidores por trabajador, m¨¢s pensionistas por contribuyente y m¨¢s personas dependientes por persona joven.
Debido a que gran parte de la estructura demogr¨¢fica se fija con d¨¦cadas de antelaci¨®n, lo cierto es que estos procesos de envejecimiento no pueden revertirse en el medio plazo. Con todo, de c¨®mo adaptemos los patrones culturales y de cu¨¢les sean los marcos de incentivos depender¨¢ el que las consecuencias econ¨®micas y sociales sean unas u otras. Por este motivo, las implicaciones definitivas del envejecimiento sobre el bienestar de la ciudadan¨ªa depender¨¢n de c¨®mo las pol¨ªticas p¨²blicas y el mercado laboral se adapten a la nueva realidad demogr¨¢fica.
Desde el punto de vista econ¨®mico, el envejecimiento se asocia con una posible reducci¨®n del crecimiento econ¨®mico, ya que una poblaci¨®n m¨¢s envejecida se vincula con una menor participaci¨®n en el proceso productivo y una menor productividad e innovaci¨®n. Sin embargo, posibles mejoras en la tecnolog¨ªa, la educaci¨®n y la salud, as¨ª como aumentos en la participaci¨®n laboral de diferentes colectivos, pueden revertir parte de estas consecuencias negativas. Desde el punto de vista distributivo, el envejecimiento provoca un cambio en la estructura de gasto p¨²blico, pues la creciente proporci¨®n de personas mayores genera una demanda creciente de pensiones y otros servicios p¨²blicos, como salud y cuidados, que deben financiarse mediante impuestos y cotizaciones. Dependiendo de c¨®mo se repartan los costes de este creciente gasto, se generar¨¢n desequilibrios tanto de naturaleza intergeneracional (entre personas j¨®venes y mayores) como entre colectivos de diferentes niveles de renta.
Sin embargo, la existencia de desequilibrios no debe llevar al fatalismo, ya que existen multitud de espacios para mitigar la severidad de las consecuencias del reto demogr¨¢fico y repartir de manera equilibrada los costes asociados a este. Para ello, las instituciones han de compaginar simult¨¢neamente dos agendas: la del crecimiento y la de la equidad. Por una parte, han de impulsarse iniciativas ¡ªtanto en el ¨¢mbito de la pol¨ªtica tecnol¨®gica, industrial o formativa¡ª que favorezcan la innovaci¨®n y, con ella, la productividad necesaria para hacer frente al descenso de la generaci¨®n de riqueza y a las necesidades de gasto creciente. Por otra parte, las reformas deben valorar honestamente sus implicaciones distributivas, de tal forma que se evite una concentraci¨®n excesiva de los costes en colectivos m¨¢s vulnerables, entre los que se hallan j¨®venes que se enfrentan a condiciones de precariedad.
Desde el punto de vista laboral, existen una serie de palancas y tendencias que permiten paliar la escasez de personas trabajadoras derivada del envejecimiento. A ellas, habr¨ªa que sumar otros espacios alternativos que permitan la difusi¨®n de buenos empleos a un mayor n¨²mero de segmentos productivos de la econom¨ªa.
La primera de las palancas consiste en una mayor participaci¨®n en el empleo del colectivo de personas mayores, tanto en la franja de edad de 55-64 a?os como posteriormente a los 65 a?os. En este ¨¢mbito existe margen para el optimismo, ya que las perspectivas de ganancias futuras son buenas. Por un lado, la tendencia reciente apunta hacia una mayor participaci¨®n de estos colectivos, tanto por mejoras de los niveles educativos as¨ª como en salud. Por otro lado, Espa?a dispone de m¨¢rgenes para generar incentivos que refuercen esta participaci¨®n a trav¨¦s de un menor n¨²mero de jubilaciones anticipadas voluntarias y una prolongaci¨®n flexible de la vida laboral en ocupaciones que as¨ª lo permitan. La segunda palanca de cambio consiste en fomentar una mayor intensidad en la participaci¨®n femenina. Las mujeres son m¨¢s proclives a la inactividad y la parcialidad no deseada en el empleo. Pol¨ªticas de conciliaci¨®n y corresponsabilidad familiar entre hombres y mujeres en las que se impliquen las instituciones p¨²blicas, las empresas y la misma sociedad pueden fortalecer la participaci¨®n e intensidad laboral femenina y con ello conseguir aumentos sensibles de personas trabajadoras que pal¨ªen la escasez a la que nos enfrentamos.
Finalmente, las pol¨ªticas de inmigraci¨®n, ya sean por v¨ªas de mejorar la integraci¨®n o la atracci¨®n de talento, resultan un instrumento adicional ¨²til para paliar la escasez de personas y rejuvenecer nuestras sociedades, ya que las personas inmigrantes son comparativamente m¨¢s j¨®venes y presentan unas mayores tasas de fecundidad.
Sara de la Rica y David Mart¨ªnez de Lafuente, de la Fundaci¨®n ISEAK.