Crecer menos para crecer mejor: as¨ª piensan los iconoclastas que quieren acabar con la ¡®dictadura¡¯ del PIB
Una corriente de pensamiento en auge, formada por economistas y antrop¨®logos, sostiene que la obsesi¨®n por mejorar continuamente la actividad es insostenible y est¨¢ detr¨¢s de fen¨®menos como el cambio clim¨¢tico o la desigualdad
?Pueden las econom¨ªas crecer de manera indefinida? ?O es un delirio creer en infinitos dentro de un sistema que no lo es? Comenzado en 1972, cuando el Massachusetts Institute of Technology (MIT) public¨® el ensayo Los l¨ªmites del crecimiento por encargo del Club de Roma, el debate sobre el decrecimiento ha vuelto a la actualidad de la mano de un grupo de economistas y antrop¨®logos que alertan por un peligro existencial que corre la humanidad si las ec...
?Pueden las econom¨ªas crecer de manera indefinida? ?O es un delirio creer en infinitos dentro de un sistema que no lo es? Comenzado en 1972, cuando el Massachusetts Institute of Technology (MIT) public¨® el ensayo Los l¨ªmites del crecimiento por encargo del Club de Roma, el debate sobre el decrecimiento ha vuelto a la actualidad de la mano de un grupo de economistas y antrop¨®logos que alertan por un peligro existencial que corre la humanidad si las econom¨ªas avanzadas no cambian de rumbo y ponen proa hacia un sistema econ¨®mico donde la sostenibilidad medioambiental y la redistribuci¨®n de la riqueza importen m¨¢s que los n¨²meros del PIB.
De acuerdo con la teor¨ªa del decrecimiento (poscrecimiento, en otra de sus acepciones), la obsesi¨®n por hacer cada vez m¨¢s grande al PIB es la que nos ha metido de lleno en el cambio clim¨¢tico, la deforestaci¨®n, el agotamiento de los suelos, la acidificaci¨®n y sobreexplotaci¨®n de los oc¨¦anos, y ha causado una p¨¦rdida dram¨¢tica de biodiversidad. Tenemos que abandonar el objetivo del crecimiento del PIB, dicen, si queremos evitar las varias crisis ecol¨®gicas que seg¨²n las propias Naciones Unidas est¨¢n poniendo en peligro nuestra comida, nuestra salud y la sostenibilidad econ¨®mica.
Seleccionado por el peri¨®dico Financial Times como uno de los mejores ensayos de econom¨ªa el a?o en que se public¨® en ingl¨¦s, el libro Menos es m¨¢s (Capit¨¢n Swing, 2023) del antrop¨®logo especializado en econom¨ªa Jason Hickel es uno de los ¨²ltimos en defender el argumento: las empresas de nuestro sistema capitalista, escribe Hickel, tienen en el ADN el imperativo de crecer, y eso implica necesariamente usar m¨¢s recursos y seguir profundizando las crisis ecol¨®gicas.
?Pero qu¨¦ hay de las mejoras en eficiencia que el propio sistema capitalista genera? ?Acaso no ha demostrado una y otra vez su capacidad de producir m¨¢s con menos? Esas mejoras de eficiencia s¨ª pueden producirse, admite Hickel en su libro, el problema es que se traducen en aumentos de la demanda (porque los bienes o servicios se han abaratado) y en redireccionamientos de la inversi¨®n privada, que en su insaciable b¨²squeda de beneficios nunca dejar¨¢ de explotar nuevos sectores de crecimiento.
Por poner un ejemplo cercano, en la Espa?a de los a?os setenta terminaban menos alimentos en la basura que en la actualidad, cuando muchos ciudadanos podemos comprar comida de m¨¢s porque el gasto en alimentaci¨®n ha pasado a representar una proporci¨®n menor del presupuesto familiar (debido, en parte, a mejoras de eficiencia en su producci¨®n). ?Y qu¨¦ hemos hecho con el dinero que nos sobra? Cambiar el coche con cierta frecuencia, salir de vacaciones en avi¨®n, y acumular tanta ropa que ya ni nos cabe en el armario. Nuevos sectores que han crecido de forma exponencial y no son precisamente neutrales para el medio ambiente.
Ese es el principal argumento que separa a los defensores del decrecimiento de los que abogan por el crecimiento verde, la f¨®rmula que Estados Unidos y la Uni¨®n Europea (UE) han propuesto para enfrentar la crisis del calentamiento global sin que el PIB sufra por ello. Es posible seguir apostando al crecimiento, dicen, siempre y cuando se desvincule (desacople, en el argot de los economistas) de la emisi¨®n de gases de efecto invernadero. Un principio que en la UE se ha cumplido con creces: las emisiones de los 27 pa¨ªses que integran el bloque son hoy un 27% menores que en 1990, cuando sus econom¨ªas (medidas por el PIB) eran mucho m¨¢s peque?as.
Uno de los defensores de la teor¨ªa del desacople sobre la que se sostiene el crecimiento verde es el investigador del MIT Andrew McAfee. En la revista Wired, el cofundador del MIT Initiative on the Digital Economy public¨® un extenso art¨ªculo para expresar su desacuerdo con el criterio de Hickel de incluir materiales de construcci¨®n en el consumo de recursos naturales y defender la ca¨ªda en los ¨ªndices de contaminaci¨®n atmosf¨¦rica de Alemania (un pa¨ªs que no ha perdido su sector industrial) como ejemplo del desacople que se produce al llegar a ciertos niveles de desarrollo.
¡°Si incluimos la grava y la arena en el c¨¢lculo de los recursos consumidos no es porque sean materiales altamente contaminantes, sino porque su obtenci¨®n requiere la destrucci¨®n de ecosistemas¡±, responde Hickel durante una entrevista por videoconferencia con EL PA?S. ¡°Solo hay que mirar el da?o que esas minas provocan en los r¨ªos y ecosistemas terrestres¡±.
Choque de teor¨ªas
?Y sobre el desacople? La respuesta de Hickel, miembro de la Royal Society of Arts y profesor del Instituto de Ciencia y Tecnolog¨ªa Ambiental en la Universidad de Barcelona, es que no hay ning¨²n estudio serio que lo demuestre a gran escala, m¨¢s all¨¢ de mejoras relativamente f¨¢ciles de obtener como la sustituci¨®n del carb¨®n por combustibles menos contaminantes en la generaci¨®n de energ¨ªa. ¡°Para demostrar su viabilidad, los defensores del crecimiento verde asumen niveles de mejoras radicalmente altos en la eficiencia, as¨ª como el uso de tecnolog¨ªas que a¨²n no han sido desplegadas a gran escala, y cuyo impacto sobre las personas y los ecosistemas del sur global podr¨ªa ser altamente perjudicial¡±, dice.
Peter A. Victor, profesor em¨¦rito de la Universidad de York (Canad¨¢) y fundador de la Sociedad Canadiense de Econom¨ªa Ecol¨®gica, fue uno de los primeros en usar herramientas inform¨¢ticas para simular modelos de decrecimiento. Seg¨²n sus estimaciones, el llamado crecimiento verde es inviable. Si el PIB mundial aumentase a un ritmo anual de solo 2%, dice, la reducci¨®n en emisiones por d¨®lar gastado tendr¨ªa que ser de 10% al a?o para evitar un calentamiento superior a 1,5 grados. ¡°Aparte de Rumania, ning¨²n pa¨ªs de la OCDE ha logrado nunca esa reducci¨®n anual de emisiones, y lo que est¨¢n diciendo los del crecimiento verde es que la vamos a lograr un a?o tras otro a partir de ahora y durante los pr¨®ximos 28 a?os para evitar calentamientos superiores a 1,5 grados; es simplemente una fantas¨ªa¡±, explica.
En su libro, Hickel plantea otro escenario inquietante: ?qu¨¦ pasa si lo logramos y conseguimos por fin desvincular el crecimiento econ¨®mico de la contaminaci¨®n energ¨¦tica usando fuentes 100% renovables? En su opini¨®n, ¡°a menos que cambiemos el funcionamiento de nuestra econom¨ªa, vamos a seguir haciendo exactamente lo mismo que con los combustibles f¨®siles: emplearla para impulsar la extracci¨®n y producci¨®n constantes, a un ritmo cada vez mayor, y sometiendo cada vez a mayor presi¨®n al mundo viviente¡±.
Dentro del grupo del decrecimiento hay una corriente que se conforma con reorientar los procesos capitalistas para alinearlos con un nuevo conjunto de indicadores, donde la sostenibilidad medioambiental y social primen sobre la obtenci¨®n de beneficios financieros. Un enfoque similar al del crecimiento verde y en el que sigue habiendo lugar para las empresas privadas con af¨¢n de lucro, siempre y cuando se las arreglen para obtener sus beneficios vendiendo productos y servicios que contribuyan al bienestar social y respeten los l¨ªmites medioambientales.
Ese era el escenario que el profesor de desarrollo sostenible de la Universidad de Surrey Tim Jackson cre¨ªa posible cuando en 2009 public¨® la versi¨®n original inglesa de su libro Prosperidad sin crecimiento (Icaria Editores, 2011). Como explica durante una entrevista por videoconferencia, en aquella ¨¦poca a¨²n pensaba que la b¨²squeda de beneficios financieros no era mala per se, mientras esos beneficios no fueran fruto de las rentas extractivas que se generan por la desigualdad en el reparto de las riquezas y no tuvieran prioridad sobre otros objetivos sociales (entre los que Jackson incluye el de la protecci¨®n medioambiental).
Una d¨¦cada despu¨¦s, cuando sali¨® su libro Poscrecimiento (Ned Ediciones, 2021), se hab¨ªa convencido de que eran dos condiciones demasiado dif¨ªciles de cumplir: ¡°Entend¨ª que sin crecimiento, el capitalismo se tambalea y empieza a buscar los rendimientos en activos no productivos, transform¨¢ndose as¨ª en un sistema de rentas extractivas¡±.
A la misma conclusi¨®n se pod¨ªa haber llegado por otro camino. Como dice a este peri¨®dico Giorgos Kallis, investigador en econom¨ªa ecol¨®gica de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona y autor del libro Degrowth (Agenda Publishing, 2018), las reformas que propone la teor¨ªa del decrecimiento ¡°son tan radicales que el sistema resultante de su aplicaci¨®n no podr¨ªa describirse como un sistema capitalista, al menos tal y como lo conocemos ahora¡±.
Es verdad que son ambiciosas. Desde la posibilidad de dividir entre m¨¢s trabajadores la jornada semanal que antes correspond¨ªa a un solo empleo (una f¨®rmula que el profesor Victor incluy¨® en su simulaci¨®n como una respuesta a la menor necesidad de horas trabajadas en econom¨ªas que no aspiran a aumentar su PIB) hasta el establecimiento de salarios m¨ªnimos y rentas b¨¢sicas para compensar posibles ca¨ªdas en los ingresos y reducir la desigualdad. Pasando por el aumento de la responsabilidad del Estado como inversor y como financiador, as¨ª como por la expansi¨®n de organizaciones privadas que no se midan por el valor que aportan al accionista (el criterio actual de las empresas) sino por la consecuci¨®n de objetivos sociales y medioambientales.
La pregunta obligada es c¨®mo se paga eso. Adem¨¢s de gravar a los que m¨¢s tienen, una medida que presumiblemente generar¨ªa la resistencia del sector afectado, Hickel sostiene la necesidad de aumentar la importancia relativa de la banca p¨²blica en la creaci¨®n de dinero. No se refiere a un aumento en la emisi¨®n monetaria, una medida de riesgo inflacionario evidente, sino a trasladar a la banca p¨²blica una parte sustancial de la responsabilidad de dar cr¨¦ditos que hoy descansa principalmente en la privada.
¡°Los bancos privados dan cr¨¦dito a las empresas capaces de demostrar que van a tener beneficios, de modo que si les prometes que vas a fabricar m¨¢s utilitarios deportivos o m¨¢s art¨ªculos de moda r¨¢pida, te dan el dinero porque saben que es algo que genera beneficios, pero si les dices que vas a construir casas que la gente pueda pagar no te lo dan porque eso no da dinero¡±, explica. La finalidad de un banco p¨²blico no ser¨ªa maximizar el beneficio financiero, dice, sino cumplir con objetivos sociales y medioambientales democr¨¢ticamente ratificados.
T¨¦cnicamente, es posible. Entre las varias medidas en debate, se menciona la posibilidad de aumentar el coeficiente de caja que tienen que guardar los bancos privados, algo que achicar¨ªa autom¨¢ticamente la cantidad de dinero que crean por medio de los cr¨¦ditos. ?Pero es tambi¨¦n posible pol¨ªticamente? Hace unos cinco a?os, el ex economista jefe del Banco Mundial Branko Milanovic y Hickel se cruzaron varios art¨ªculos en sus blogs respectivos durante una discusi¨®n p¨²blica sobre la viabilidad pol¨ªtica de la estrategia de decrecimiento. Milanovic no pon¨ªa en duda la l¨®gica de Hickel sino su ambici¨®n. ¡°Es algo tan enorme, tan alejado de cualquier cosa que podamos pensar en implementar, que roza lo absurdo¡±, escribi¨®. ¡°Dif¨ªcil hasta para una dictadura¡±.
Dif¨ªcil, pero no imposible
Hickel concede la dificultad pero no la imposibilidad. M¨¢s democracia es lo que har¨ªa falta, escribi¨® en un post de respuesta, y escuchar las preferencias de una ciudadan¨ªa que hace tiempo viene expresando su deseo de reorientar los objetivos, con Nueva Zelanda adoptando un tablero de indicadores que incorpora mediciones de bienestar social y Estados de Estados Unidos como Vermont y Maryland adoptando el ?ndice de Progreso Real (IPR). A diferencia del tan denostado PIB, el IPR s¨ª incluye a las actividades no remuneradas (como las del hogar), tiene en cuenta el nivel de desigualdad, de deuda externa y de criminalidad, y excluye los costes derivados de la degradaci¨®n ambiental o la p¨¦rdida de recursos naturales (al rev¨¦s que en el PIB, donde un incendio puede ser una buena noticia si se traduce en tareas de reconstrucci¨®n).
Que el debate sobre el decrecimiento haya vuelto a estar sobre la mesa no se debe en exclusiva a los l¨ªmites que el ecosistema terrestre parece estar poni¨¦ndonos. En las naciones avanzadas donde se discute tambi¨¦n tiene que ver con una doble sensaci¨®n: que el nivel de desarrollo ya deber¨ªa ser suficiente (si se repartiera mejor), y que las mejoras de las cifras macroecon¨®micas no est¨¢n repercutiendo en el bienestar de las personas (por la desigualdad en el reparto de esas mejoras).
Seg¨²n Tim Jackson, son los pol¨ªticos los que siguen planteando sus carreras electorales usando el argumento del crecimiento del PIB, a pesar de que la opini¨®n p¨²blica duda cada vez m¨¢s de sus virtudes. A modo de ejemplo, cita los debates del Brexit, cuando las dos partes usaban el argumento del crecimiento econ¨®mico para llevar agua a su molino. ¡°En una ocasi¨®n, un economista de los que hac¨ªan campa?a para quedarse en la UE dio todas las razones que explicaban el impacto devastador que en el PIB brit¨¢nico tendr¨ªa una salida de la UE, hasta que una mujer del p¨²blico se levant¨® y le dijo: ¡®Eso ser¨¢ tu maldito PIB, no el nuestro¡±, recuerda.
Claro que al argumento se le puede dar la vuelta: si las personas en las escalas salariales m¨¢s bajas se han quedado atr¨¢s incluso en ¨¦pocas en las que crec¨ªa el PIB, ?d¨®nde se quedar¨¢n si se detiene o retrocede? Como dijo el economista Dietrich Vollrath, de la Universidad de Houston, no hay muchos precedentes de pa¨ªses que hicieran grandes redistribuciones de riqueza durante periodos de estancamiento. ¡°Hay alg¨²n caso de ¨¦pocas de posguerra, con la redistribuci¨®n de tierras en lugares como Corea del Sur, pero para llegar a eso hizo falta una crisis gigantesca¡±.
En opini¨®n de Vollrath, que algunas sociedades hayan llegado a un nivel de desarrollo en las que es posible pensar en repartir la riqueza sin tanto ¨¦nfasis en el crecimiento ¡°no significa necesariamente que vaya a ser f¨¢cil¡±. ¡°Es algo que implicar¨ªa mucha resistencia, muchas discusiones y muchos golpes bajos¡ No es que hayamos llegado a un nivel de riqueza en el que todo va a ser perfecto y donde solo tendremos que ponernos tranquilamente de acuerdo para repartirla¡±.
?Y qu¨¦ pasa con los pa¨ªses que tienen pendiente alcanzar esa riqueza nacional? Los te¨®ricos del decrecimiento los excluyen del mandato de parar el carro porque son las naciones menos responsables de la crisis ecol¨®gica, porque su consumo de recursos sigue por debajo de los l¨ªmites del planeta, y porque todav¨ªa no han llegado a ese nivel de desarrollo que consideran suficiente.
Pero en un mundo globalizado, las decisiones de compra que se toman en el barrio de Salamanca pueden terminar afectando al sueldo de un trabajador bengal¨ª en Daca. Dicho de otro modo, ?qu¨¦ pasa con las f¨¢bricas de ropa de Banglad¨¦s si los pa¨ªses ricos deciden, de acuerdo con las nuevas prioridades sociales y medioambientales, ponerle coto a la moda r¨¢pida?
Una posibilidad es que vuelquen la capacidad productiva que quedar¨ªa ociosa a sus propios mercados, dice Vollrath, no solo el mercado dom¨¦stico sino el de otros pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo que pueden prosperar. Peter A. Victor comparte su opini¨®n sobre la necesidad de un mayor intercambio entre el sur global, pero a?ade un matiz. ¡°Yo soy originalmente de Inglaterra, que como Espa?a tiene un pasado imperial y una historia de colonizaci¨®n que nos permiti¨® crecer y que, por decirlo de alguna manera, no fue 100% beneficiosa para los pa¨ªses que explotamos; creo que si lo que queremos ahora es ayudar a esos pa¨ªses tenemos la responsabilidad de encontrar maneras m¨¢s imaginativas que comprarles un mont¨®n de ropa hecha con poli¨¦ster y otros materiales que terminar¨¢n en los vertederos, solo para que ellos puedan conseguir un poco de dinero y cobrar algunos impuestos¡±.
El desaf¨ªo geopol¨ªtico
La geopol¨ªtica es tal vez el ¨²ltimo desaf¨ªo para los te¨®ricos del decrecimiento, con las mejoras del PIB tradicionalmente ligadas a la carrera militar. El indicador permiti¨® al Reino Unido hacer los c¨¢lculos necesarios para pagar el esfuerzo b¨¦lico contra Alemania durante la Segunda Guerra (con una importante contribuci¨®n de John Maynard Keynes en la definici¨®n de las variables del PIB brit¨¢nico). Durante la Guerra Fr¨ªa que le sucedi¨®, tambi¨¦n fue determinante para la competici¨®n econ¨®mica entre la Uni¨®n Sovi¨¦tica y Estados Unidos.
Es cierto que la eliminaci¨®n del crecimiento como objetivo prioritario terminar¨ªa con la b¨²squeda incesante de recursos que ha espoleado muchas guerras, ?pero en qu¨¦ posici¨®n militar quedar¨ªa un pa¨ªs o una regi¨®n que se descuelgue de la carrera? Seg¨²n Giorgos Kallis, la respuesta no es sencilla, pero hay que dividirla en dos partes, las posibilidades de defensa y las de agresi¨®n.
Por el lado de la defensa, dice, Europa y Estados Unidos no tienen un problema gracias al armamento nuclear. Las guerras de agresi¨®n son otra cosa. A Rusia, por ejemplo, le ir¨ªa mucho mejor si tuviera una fuerza econ¨®mico-militar mayor. ¡°Es posible que unos Estados Unidos que entrasen en un proceso de decrecimiento no podr¨ªan lanzar una invasi¨®n en Irak o seguir haciendo lo que les da la gana en Oriente Medio, pero no veo por qu¨¦ eso iba ser un escenario peor¡±, concluye.
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