Capitalismo verde y policrisis
La propuesta europea para abordar los problemas es ambiciosa y s¨®lida, pero solo el tiempo dir¨¢ si es acertada
A principios de este a?o, el Foro Econ¨®mico Mundial us¨® el t¨¦rmino policrisis para referirse al crudo panorama que nos tocar¨¢ vivir en los pr¨®ximos a?os. Un escenario en el que distintos riesgos interconectados provocar¨¢n choques inesperados y la progresiva erosi¨®n de la capacidad de resiliencia de nuestras sociedades. En el sexto informe de los objetivos de desarrollo sostenible (ODS), publicado por el Observatorio de los ODS (Fundaci¨®n la Caixa y Esade), aportamos una gran variedad de datos y recursos que permiten sacar sus propias conclusiones sobre el papel que jugar¨¢ la arquitectura de la sostenibilidad propuesta por la Uni¨®n Europea en este nuevo escenario. En lo que sigue, mi intenci¨®n es dejar de un lado la mirada del presente y enmarcar el modelo de desarrollo sostenible que se propone en una perspectiva hist¨®rica algo m¨¢s amplia.
En 1972, coincidiendo con la celebraci¨®n de la Primera Cumbre de la Tierra, el Club de Roma public¨® un informe titulado Los l¨ªmites al crecimiento donde presentaba los resultados de un estudio llevado a cabo por un equipo del MIT. La investigaci¨®n se bas¨® en un modelo de simulaci¨®n llamado World3, inscrito en la teor¨ªa de sistemas, que analizaba la interacci¨®n entre la poblaci¨®n humana, la econom¨ªa, el uso de recursos naturales y el medio ambiente. Los resultados del modelo indicaban que, si no se tomaban medidas para frenar el crecimiento exponencial, la humanidad se enfrentar¨ªa a un declive abrupto y descontrolado en t¨¦rminos de poblaci¨®n y de capacidad industrial debido al agotamiento de recursos y a la degradaci¨®n ambiental. Desde la disciplina del pensamiento sist¨¦mico, el crecimiento se entiende como un arquetipo. Un arquetipo es un patr¨®n recurrente que describe una estructura o din¨¢mica com¨²n en diversos tipos de sistemas y que se utilizan para identificar y comprender los comportamientos que suelen repetirse en diferentes contextos y situaciones. Los arquetipos permiten a los analistas y tomadores de decisiones anticipar las posibles consecuencias de ciertas actuaciones. Al igual que la ley econ¨®mica de los rendimientos decrecientes, el arquetipo de l¨ªmites al crecimiento establece, seg¨²n Donella Meadows, que el crecimiento siempre encuentra resistencia (debido a factores limitantes) y eventualmente se desacelera.
Todo parece indicar que el momento hist¨®rico que estamos viviendo se corresponde al estadio en el que el sistema capitalista est¨¢ empezando a encontrar resistencia por parte del h¨¢bitat natural que lo posibilita. No es casualidad que el presidente franc¨¦s, Emmanuel Macron, se atreviera a anunciar que hemos entrado en la era del fin de la abundancia. No nos deber¨ªa sorprender: la base material sobre la que se desenvuelve el mercado es nuestro planeta. Nuestras vidas, nuestros sistemas sociales y econ¨®micos dependen por completo de sistemas naturales complejos y limitados, como la atm¨®sfera, las corrientes oce¨¢nicas, el suelo o la biodiversidad. Algunos estudios aseguran que la biodiversidad sustenta el 55% del PIB mundial. Los ecosistemas nos proveen servicios imprescindibles para el buen funcionamiento de la actividad econ¨®mica, como la polinizaci¨®n de los cultivos, la protecci¨®n contra inundaciones y deslizamientos, la purificaci¨®n del aire y del agua, etc¨¦tera. Generalmente, estos ecosistemas se comportan de forma coherente, siguiendo procesos de autorregulaci¨®n complejos que siempre tienden a estadios de equilibrio. Sin embargo, la acci¨®n antropog¨¦nica de los ¨²ltimos 70 a?os ha alterado las constantes vitales del planeta. Este a?o hemos cruzado siete de los nueve l¨ªmites planetarios establecidos por el Stockholm Resilience Centre. Seg¨²n las repetidas advertencias del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Clim¨¢tico, nos adentramos en un territorio peligroso e inexplorado, que potencialmente puede dar lugar a un colapso medioambiental generalizado.
Ante estas previsiones, la decisi¨®n que ha tomado la UE es reorientar su modelo econ¨®mico hacia el ¡°capitalismo verde¡±. En pocas palabras, este busca integrar la sostenibilidad ambiental y social en el sistema capitalista tradicional. Propone que las empresas y los mercados desempe?en un papel importante en la soluci¨®n de los desaf¨ªos ambientales, mediante la incorporaci¨®n de pr¨¢cticas sostenibles en sus operaciones y decisiones comerciales. El Pacto Verde Europeo pone en marcha esta estrategia a trav¨¦s de un paquete de incentivos econ¨®micos sin precedentes y de iniciativas como la Taxonom¨ªa Europea, la nueva directiva de Diligencia Debida o la nueva Directiva de Reporte no financiero. Lo cierto es que el nivel de coherencia, y el detalle t¨¦cnico de todas estas iniciativas de sostenibilidad, es encomiable. Sin embargo, la base arquitect¨®nica sobre la cual se construye el Pacto Verde es una hip¨®tesis no probada: que el crecimiento econ¨®mico podr¨¢ ir desacopl¨¢ndose progresivamente del uso de recursos naturales y de las emisiones de gases de efecto invernadero. Por ahora, esto es solo una hip¨®tesis: si bien existen algunos ejemplos de reducci¨®n relativa de intensidad de recursos o emisiones en ciertos sectores o regiones, a d¨ªa de hoy no existen pruebas cient¨ªficas concluyentes de que el ¡°desacoplamiento¡± absoluto y generalizado entre el crecimiento econ¨®mico y los impactos ambientales se pueda lograr a escala global. Por lo tanto, y considerando la tendencia intr¨ªnseca al capitalismo hacia un ¡°crecimiento ilimitado¡±, la apuesta de la UE es, como m¨ªnimo, arriesgada.
A estas alturas, no deber¨ªa sorprendernos que la mezcla entre el denostado antropocentrismo europeo, el tecno-optimismo creciente y la confianza (?ciega?) en las virtudes del sistema capitalista nos estuviera nublando la vista y dibujando un falso horizonte de prosperidad y desarrollo. Esta es, por lo menos, la sensaci¨®n que parece respirarse entre algunos de los movimientos ecologistas y parte de la ciudadan¨ªa. Parad¨®jicamente, personas y organizaciones tradicionalmente comprometidas con la sostenibilidad, est¨¢n haciendo saltar sus alarmas frente algunos de los proyectos de crecimiento verde incentivados por la UE. Critican que los planes de transici¨®n energ¨¦tica est¨¦n provocando un aumento de la demanda de nuevos materiales y la aceleraci¨®n de los proyectos de extracci¨®n minera descontrolada en los fondos oce¨¢nicos. O que los grandes proyectos de construcci¨®n de infraestructuras renovables puedan, en algunos casos, perjudicar la biodiversidad. Y es que la transici¨®n a un modelo sostenible est¨¢ repleta de dificultades, dilemas y tensiones que deben ser bien estudiadas a medida que avanza el modelo, con el agravante de que este avance debe ser r¨¢pido.
Solo el tiempo dir¨¢ si la receta europea para abordar el escenario de policrisis es la m¨¢s acertada. No cabe duda de que, dentro de su naturaleza reformista, es una propuesta bien trabajada, ambiciosa y s¨®lida. Pero nos equivocar¨ªamos si pens¨¢ramos que el enfoque europeo es el ¨²nico v¨¢lido, o si nos agarr¨¢ramos a ¨¦l con inmovilismo y estrechez de miras. Por ahora, la apuesta por el crecimiento ¡°verde¡± es solo eso, una apuesta todav¨ªa pendiente de implementar. No tenemos ninguna garant¨ªa de que los resultados que pueda generar el capitalismo verde proporcionen al planeta el tiempo y las condiciones que necesita para recuperar el equilibrio de sus ecosistemas. Mientras tanto, y por si acaso, sugiero que nuestros l¨ªderes pol¨ªticos y empresariales adopten una actitud abierta y flexible en los debates entre crecimiento y decrecimiento o poscrecimiento. Sugiero que entre todos contribuyamos a desideologizarlo, tal como pretende la disciplina del pensamiento sist¨¦mico.
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