Un enfoque distinto en el debate del decrecimiento
Los autores abogan por pol¨ªticas p¨²blicas que combinen un incremento del bienestar de la poblaci¨®n y una disminuci¨®n de los impactos materiales
En 2022 se cumplen 50 a?os de Los l¨ªmites del crecimiento, una obra clave de la literatura ecol¨®gica por ser pionera en concretar y modelizar la afirmaci¨®n casi evidente de que el crecimiento infinito es imposible en un planeta con recursos finitos. Su corolario es que cualquier proyecto social progresista debe plantearse asegurar una vida mejor compatible con los l¨ªmites de la biosfera que habitamos y de la que dependemos.
Con los impactos cada vez m¨¢s visibles del cambio clim¨¢tico, la m¨¢s urgente y avanzada de las m¨²ltiples caras de la policrisis ecol¨®gica que sufrimos, sumados a la creciente constataci¨®n cient¨ªfica de otros l¨ªmites planetarios peligrosamente sobrepasados, el crecimiento econ¨®mico vuelve a estar de nuevo en cuesti¨®n. Al menos en tanto que expansi¨®n de la dimensi¨®n material de nuestras sociedades, algo evidentemente incompatible con un planeta cada vez m¨¢s deteriorado. La incapacidad del crecimiento de asegurar el bienestar ciudadano refuerza estas dudas.
Este creciente escepticismo respecto al proyecto del crecimiento puede observarse tanto en un t¨ªmido cuestionamiento desde el mainstream pol¨ªtico a la dominancia del PIB como indicador econ¨®mico como por la creciente aparici¨®n de todo una nueva literatura sobre el decrecimiento, que vive una segunda oleada tras su surgimiento en los 90, con obras como las de Giorgios Kallis, Jason Hickel, Thimotee Parrique, Matthias Schmelzer o Kohei Sato.
Con todo, la madurez intelectual de la idea del decrecimiento no corre pareja a su madurez pol¨ªtica. Entre las cr¨ªticas que se pueden hacer al decrecimiento desde una perspectiva de ecologismo pol¨ªtico destacamos dos. En primer lugar, si bien es una idea inspiradora con la que seguramente todos podemos estar de acuerdo, es un t¨¦rmino todav¨ªa demasiado opuesto al sentido cultural dominante. Por tanto, si bien puede ser un afilado bistur¨ª en la disputa cultural, es un instrumento romo a nivel pol¨ªtico. Dicho de otra forma, si bien el decrecimiento nos fija una meta orientativa, es poco aplicable en nuestros contextos institucionales y no tiene traducci¨®n social y electoral amplia, condici¨®n indispensable para que su verdad cient¨ªfica (la existencia de l¨ªmites materiales al crecimiento) pueda transformar el mundo. En segundo lugar, en su gran mayor¨ªa de formulaciones el decrecimiento se mantiene todav¨ªa en una posici¨®n puramente enunciativa. Una abstracci¨®n moral incapaz de aterrizar en lo concreto y sus contradicciones. Un gesto m¨¢s simb¨®lico que pr¨¢ctico. Otra propuesta m¨¢s centrada en el qu¨¦ en vez de en el c¨®mo.
Frente a la primera cuesti¨®n, nuestra hip¨®tesis es que, a d¨ªa de hoy, el objetivo del ecologismo pol¨ªtico debe ser intentar articular una amplia coalici¨®n poscrecimiento. El t¨¦rmino puede resultar confuso o aparatoso, y quiz¨¢ pronto se le ocurra a alguien una palabra mejor. Pero el contenido de la idea es claro: los objetivos de esta amplia coalici¨®n deben ser construir una sociedad ecol¨®gicamente sostenible y justa, que asegure un suelo social de derechos universales sin sobrepasar los l¨ªmites planetarios actualmente excedidos. Pero en sus medios no debe buscar un choque pol¨ªtico directo contra la idea de crecimiento, sino m¨¢s bien un abordaje colateral. En una coalici¨®n de esta ¨ªndole cabr¨ªan vectores ideol¨®gicos m¨¢s amplios, como podr¨ªan ser el ¡°keynesianismo verde¡±. E incluso podr¨ªa colaborar puntualmente con sectores que abiertamente se reconocen bajo el parad¨®jico paraguas del ¡°crecimiento verde¡±.
Este bloque poscrecimiento podr¨ªa encontrar sus primeros puntos de encuentro apoy¨¢ndose en lo concreto y lo pr¨¢ctico frente a la visi¨®n maximalista y abstracta que caracteriza al decrecimiento. Y esto significa formular un enfoque de pol¨ªticas p¨²blicas poscrecentistas que puedan entrar a formar parte de la agenda de los pr¨®ximos gobiernos progresistas. Por pol¨ªticas p¨²blicas poscrecimiento entendemos aquellas pol¨ªticas sectoriales, parciales y espec¨ªficas (que no suponen, por tanto, una enmienda a la totalidad), que combinen un incremento del bienestar de la poblaci¨®n con una disminuci¨®n constatada de ciertos impactos materiales, como la huella ecol¨®gica o la huella de carbono. Consideramos que estas pol¨ªticas deben tener al menos cuatro caracter¨ªsticas:
En primer lugar, su objetivo: desligar el bienestar personal y los imaginarios de vida buena de los impactos ambientales crecientes. Somos conscientes que ambos aspectos (bienestar e impactos materiales) son conceptos que recogen realidades contradictorias y complejas. En el segundo caso, por ejemplo, tan innegable es que la instalaci¨®n de renovables tiene impactos locales en el territorio como que su contribuci¨®n para frenar la mayor amenaza ecol¨®gica actual hace que presenten, salvo excepciones, un balance ecol¨®gico neto positivo.
En segundo lugar, deben ser pol¨ªticas pol¨ªticamente viables. Es decir, susceptibles de ser defendidas en p¨²blico sin parecer un marciano o una minor¨ªa, capaces de ser apoyadas por sectores amplios de la sociedad y, pese a que puedan encontrarse con resistencias culturales o sectoriales, no deben necesitar de cambios estructurales profundos de escala cuasi-hist¨®rica.
En tercer lugar, deben ser pol¨ªticas transformadoras pero al mismo tiempo institucionalmente factibles, esto es, compatibles con el espacio de reforma que ofrece nuestro marco jur¨ªdico y la flexibilidad y la velocidad de maniobra que deja nuestras inercias econ¨®micas.
Por ¨²ltimo, y fundamental, deben apuntar a forzar novedades evolutivas, esto es, novedades experimentales, abiertas a resultados inciertos y encajes imprevistos, que obliguen a los agentes econ¨®micos y pol¨ªticos a mutar para adaptarse a ellas, y que pueden tener efectos de cambio hist¨®rico estructural que si bien s¨ª es orientado (tienen un objetivo: m¨¢s bienestar, menos huella ecol¨®gica) sin embargo no est¨¢ subordinado a una ingenier¨ªa social integral conocida de antemano.
Novedades experimentales positivas
Ponemos tres ejemplos: En primer lugar, destacamos la reducci¨®n de jornada laboral, un buen ejemplo de pol¨ªtica p¨²blica poscrecimiento. Es una de las medidas m¨¢s habituales, por no decir casi imprescindible, en cualquier programa decrecentista o de econom¨ªa de estado estacionario. Sin embargo, su entrada en el debate p¨²blico ha tenido lugar no mediante un choque directo con las l¨®gicas del crecimiento econ¨®mico sino a trav¨¦s de una defensa de un mayor tiempo libre y sus ventajas para la conciliaci¨®n, la mejora de la salud f¨ªsica y mental de los trabajadores y, parad¨®jicamente, su asociaci¨®n a aumentos de la productividad empresarial y laboral o incluso el consumo.
Como segundo ejemplo, queremos destacar las pol¨ªticas concretas que nos puedan ayudar a dar un salto de escala en el necesario reciclaje de minerales cr¨ªticos de los que dependen las tecnolog¨ªas verdes. Lo que se traducir¨ªa en un suministro m¨¢s seguro de recursos limitados y un menor impacto socioambiental en forma de nueva miner¨ªa. Hoy apenas se reciclan estos materiales, pero esto no es destino, sino que depende de pol¨ªticas p¨²blicas. Y la situaci¨®n cambiar¨ªa sustancialmente si estas se orientan a facilitar inversiones estatales en plantas de reciclaje, a promover dise?os estandarizados para facilitar que nuestros objetos se desensambles y legislaci¨®n draconiana contra fen¨®menos como la obsolescencia programada.
Finalmente, el tercer ejemplo de pol¨ªtica p¨²blica poscrecimiento ser¨ªa una reforma ecol¨®gica de la contabilidad nacional que podamos vincular a una redefinici¨®n poscrecentista de los criterios de la compra p¨²blica. Necesitamos introducir en las cuentas nacionales indicadores biof¨ªsicos homologados que vayan m¨¢s all¨¢ del PIB, y que nos permitan tener informaci¨®n clara sobre los impactos ecol¨®gicos de nuestros procesos productivos. Con esa informaci¨®n se podr¨ªan establecer criterios en la compra p¨²blica que redujesen sustancialmente los impactos materiales de la producci¨®n e implicar¨ªan transformaciones de alcance estructural, ya que la compra p¨²blica supone del 18% del PIB.
Diagn¨®stico hist¨®rico
Este planteamiento se apoya en un diagn¨®stico hist¨®rico de c¨®mo ocurren las transiciones sist¨¦micas. Nadie jam¨¢s se propuso dar el paso del feudalismo al capitalismo como un proceso dise?ado y global. Lo que ocurri¨® fueron cambios culturales as¨ª como reformas legislativas y ¡°pol¨ªticas p¨²blicas¡± parciales (aunque no se llamaran as¨ª) que dieron espacio a mutaciones a favor del mercado y la creciente salarizaci¨®n del trabajo en el seno de la sociedad feudal. Un proceso que fue evolucionando hacia un encaje no dise?ado que, siglos mediante, dio lugar a la estructura social capitalista.
Con la transici¨®n hacia una sociedad poscapitalista (poscrecimiento, ecosocialista, como lo queramos llamar), ocurrir¨¢ igual. Solo que tendr¨¢ que suceder de forma mucho m¨¢s acelerada, en favor de lo cual concurre que, efectivamente, los procesos sociales y los cambios culturales han incrementado considerablemente su velocidad desde la edad media.
Otros m¨¢s sabios que nosotros dijeron antes que el camino lo es todo y la meta no es nada. La frase es falsa por exagerada, pero tiene algo cierto. En nuestro contexto, pensamos que toca torcer el palo m¨¢s hacia el c¨®mo, el camino, que hacia el qu¨¦, la meta. El decrecimiento es una br¨²jula, cada vez mejor calibrada, con propuestas m¨¢s sofisticadas y valiosas, que nos orienta hacia un norte ineludible: incrementar el bienestar y la justicia social reduciendo nuestros impactos ambientales en un planeta finito. Pero en lo pol¨ªtico recorrer esa ruta nos exige un paraguas de ideas m¨¢s generoso, m¨¢s agn¨®stico, donde quepa el mayor n¨²mero de sensibilidades ideol¨®gicas transformadoras. Y sobre todo, como en todo camino dif¨ªcil, exige prestar mucha m¨¢s atenci¨®n a los pasos concretos sobre un suelo firme lleno de obst¨¢culos que a la imagen ideal y completa de un lejano punto de llegada. Cruzar el r¨ªo tocando las piedras.
Emilio Santiago es doctor en Antropolog¨ªa y cient¨ªfico titular del CSIC. H¨¦ctor Tejero es diputado de M¨¢s Madrid en la Asamblea de Madrid y coordinador pol¨ªtico de M¨¢s Pa¨ªs en el Congreso de los Diputados.
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