El nuevo intervencionismo en la Uni¨®n Europea
Europa ha asumido, cambiando su paradigma, que debe implicarse, a¨²n m¨¢s, en tomar las riendas de su destino
La pol¨ªtica econ¨®mica antes de la Segunda Guerra Mundial se hab¨ªa basado, salvo algunos intentos en la d¨¦cada de los treinta, en el limitado papel de lo p¨²blico, en dejar hacer a los mercados y en confiar que estos, omnicomprensivos, fueran capaces de asignar eficientemente recursos y rentas. No en vano, el adalid del libre comercio, el Reino Unido, se hab¨ªa erigido como potencia mundial en el siglo anterior aplicando (y haciendo aplicar) dicha creencia a trav¨¦s del libre comercio mientras dominaba una cuarta parte del mundo.
Uno de los pa¨ªses que pasaron de aprendices a maestros del Reino Unido fue Estados Unidos, que ya en el intercambio de los siglos XIX y XX hab¨ªa rebasado a buena parte de las otrora potencias econ¨®micas occidentales. La econom¨ªa pol¨ªtica, nacida a la luz de esos eventos, no dejaba lugar a dudas. La teor¨ªa confirmaba lo que la pr¨¢ctica nos ense?aba: adorar al laissez faire, laissez passer como or¨¢culo que guiaba a las decisiones pol¨ªticas, y no solo econ¨®micas.
Sin embargo, la Europa que surge tras la Segunda Guerra Mundial hab¨ªa experimentado, y saboreado, las consecuencias de una significativa planificaci¨®n econ¨®mica. Sin llegar a los niveles de los planes quinquenales de la Uni¨®n Sovi¨¦tica de Stalin, el Reino Unido, Estados Unidos y dem¨¢s pa¨ªses tuvieron que forjar una econom¨ªa de guerra mientras comprend¨ªan que los esfuerzos encauzados por la planificaci¨®n estatal no daban, necesariamente, malos resultados; singularmente cuando el objetivo com¨²n, el esfuerzo de guerra, estaba tan asimilado. Esta experimentaci¨®n en parte explicar¨ªa que los brit¨¢nicos rechazaran a su h¨¦roe de guerra, Winston Churchill, a favor de un ins¨ªpido Clement Atlee que, sin embargo, representaba la idea de que las pol¨ªticas en los nuevos tiempos de paz ya no pod¨ªan ser las mismas que antes de la guerra.
Adem¨¢s de este cambio de paradigma, la reconstrucci¨®n europea de posguerra se hizo sobre la base de diferentes pilares. Uno de ellos fue la creencia de que o la salida era para todos o para nadie. Se alejaron as¨ª del revanchismo que nutri¨® los tratados de paz posteriores a la Gran Guerra. En segundo lugar, sobre el miedo a un avance del comunismo en Europa Occidental que, dadas las condiciones de vida a¨²n en 1947 y 1948 tan extremas oblig¨® a sacar a Europa lo m¨¢s r¨¢pido posible del pozo antes de que esta se recostara sobre los brazos ¡ªy garras¡ª del dictador sovi¨¦tico. En tercer lugar, unos Estados Unidos que entendieron que, o daba sin esperar mucho a cambio, al menos contractualmente, o perder¨ªa a sus socios europeos. El Plan Marshall fue la m¨¢s ejemplar visi¨®n de esta transformaci¨®n de una econom¨ªa que adoraba a los mercados antes de 1929 frente a una econom¨ªa donde lo p¨²blico se encarg¨® de definir qui¨¦n estaba al mando.
Pero, como si fuera una continuidad natural a todo ese proceso, la planificaci¨®n de los pa¨ªses no se pudo entender sin la coordinaci¨®n entre todos y cada uno de ellos. El propio Plan Marshall exig¨ªa dicha coordinaci¨®n de tal modo que se exig¨ªa una integraci¨®n de las acciones bajo un mismo paraguas. Junto a la necesidad de salir del hoyo o todos o ningunos, el paradigma m¨¢s intervencionista nos llev¨® a la creaci¨®n de un espacio com¨²n que se iniciara con un mercado com¨²n para el carb¨®n y el acero y que varias d¨¦cadas despu¨¦s nos llev¨® a la creaci¨®n de un ente plurinacional, la Uni¨®n Europea.
As¨ª pues, las crisis cambian los paradigmas sobre c¨®mo hacer pol¨ªtica. Y en especial la econ¨®mica. Pas¨® en los setenta, momento en el que el idilio entre el keynesianismo y la pol¨ªtica se rompe, y volvi¨® a pasar a lo largo de los a?os que transcurrieron desde la Gran Recesi¨®n y el periodo posterior a la pandemia.
Marcando diferencias con los a?os 40 del siglo pasado, es evidente que en estas dos primeras d¨¦cadas del siglo XXI no hemos experimentado un episodio hist¨®rico tan traum¨¢tico como entonces. Sin embargo, la Gran Recesi¨®n con sus enormes lecciones, la fuerte intervenci¨®n del Estado durante la pandemia sosteniendo durante unos meses buena parte de las rentas de no pocos pa¨ªses, a lo que se a?ade la respuesta sanitaria y, en especial, la reacci¨®n al militarismo ruso concretado en su invasi¨®n de Ucrania han hecho, una vez m¨¢s, oscilar el p¨¦ndulo hacia una mayor intervenci¨®n en las econom¨ªas occidentales tras el sue?o neoliberal vigente desde el fracaso del keynesianismo de los setenta.
Por lo anterior, y en especial por los profundos cambios en la geopol¨ªtica internacional, la propia UE, que naci¨® bajo la sombra de la intervenci¨®n, ha despertado a su vez de su sue?o de que el mercado, y el comercio, lo arregla todo, de la ingenua idea de que convertir¨ªa a las vecinas teocracias en democracias liberales y que estas abrazar¨ªan los valores occidentales europeos. As¨ª, la UE ha asumido, cambiando su paradigma, que debe implicarse, a¨²n m¨¢s, en tomar las riendas de su destino, apostando por estrategias que deben ser dirigidas hacia el objetivo de mantener su mera relevancia en el escenario mundial, amenazada ya sea por factores externos, econ¨®micos y geopol¨ªticos, como por factores internos.
Este cambio se concreta en nuevos debates sobre la necesidad de una mayor autonom¨ªa industrial y productiva ¡ªeufemismo de una pol¨ªtica industrial m¨¢s intensa y un proteccionismo selectivo¡ª, que reduzcan su dependencia de ciertas econom¨ªas. Dicha estrategia se ha unido a las ya definidas sobre los retos energ¨¦ticos y tecnol¨®gicos (?acaso son las tres independientes?) que trascienden a lo meramente econ¨®mico y obligan a revisar todo el paradigma que ha gobernado durante d¨¦cadas la visi¨®n, quiz¨¢s ingenua, o quiz¨¢s rom¨¢ntica, de una UE volcada con un modelo que deposit¨® en el comercio y los mercados buena parte de su confianza.
As¨ª, mientras otras potencias ayudan y favorecen, a veces descaradamente, a su industria, la UE debe enmarcar su nueva pol¨ªtica en esos ra¨ªles. Sin embargo, la tarea no es simple si quiere a su vez no solo ayudar a su industria sino adem¨¢s evitar en un mercado ¨²nico, pero con a¨²n relevantes nacionalismos econ¨®micos, un apoyo asim¨¦trico que favorezca m¨¢s a unos frente a otros. Colosal tarea a la que se enfrentan las nuevas instituciones europeas surgidas de las recientes elecciones.
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