C¨®mo pueden las democracias salvarse a s¨ª mismas
El descarrilamiento del capitalismo democr¨¢tico crea el resentimiento social que alimenta los nuevos fascismos
Las democracias liberales se encuentran asediadas, tanto desde dentro como desde fuera de sus fronteras. Desde dentro, por grupos y dirigentes totalitarios que buscan llegar al poder para desmontar las instituciones del Estado de derecho y suprimir las organizaciones de la sociedad civil que intermedian entre el Estado y los ciudadanos. Desde fuera, por dirigentes de Estados totalitarios que retan militar, econ¨®mica e ideol¨®gicamente a los reg¨ªmenes democr¨¢ticos.
Esta situaci¨®n trae a mi memoria la conocida frase atribuida al novelista norteamericano Mark Twain de que ¡°la historia no se repite, pero rima¡±. Sin duda, estos a?os veinte riman con los veinte del siglo pasado.
Hace un siglo, algunas democracias se deslizaron hacia la barbarie del fascismo. Fue el caso de la Rep¨²blica de Weimar en Alemania, cuya incapacidad para responder con eficacia a los graves problemas sociales del pa¨ªs, en particular el paro, favoreci¨® la llegada al poder del Partido Nazi de Adolf Hitler en las elecciones de marzo de 1933. Su llegada al poder arrastr¨® a otras naciones europeas continentales hacia el fascismo.
Sin embargo, en la misma ¨¦poca, otras democracias liberales fueron capaces de concitar el apoyo social, formar coaliciones pol¨ªticas e implementar pol¨ªticas eficaces para afrontar problemas sociales similares. De esta forma, salvaron a sus pa¨ªses de la barbarie totalitaria. Este fue el caso de Suecia, Estados Unidos y el Reino Unido. Su eficacia en construir un nuevo contrato social para la prosperidad compartida les permiti¨® ganar una legitimidad duradera.
Recordar que otros ya vivieron circunstancias similares y supieron superarlas nos permite alimentar la esperanza y evitar el fatalismo de pensar que las cosas solo pueden ir a peor.
?C¨®mo lograron las democracias sueca, estadounidense y brit¨¢nica frenar la barbarie totalitaria? Respondiendo con eficacia a las situaciones de inseguridad econ¨®mica, miedo, paro, pobreza, falta de oportunidades y carencias de la mayor parte de la poblaci¨®n para garantizar la educaci¨®n, la salud, el desempleo y la jubilaci¨®n. La evoluci¨®n monopolista y desigualitaria del capitalismo industrial y la incapacidad de los gobiernos olig¨¢rquicos de la ¨¦poca hab¨ªan llevado a esa situaci¨®n en los a?os veinte del siglo XX. En palabras del presidente Franklin Delano Roosevelt, en su discurso del Estado de la Naci¨®n de 1944, ¡°la gente que tiene hambre y est¨¢ desempleada son el material con el que se hacen las dictaduras¡±.
La respuesta a las amenazas de las dictaduras fue construir un New Deal, un nuevo contrato social de la democracia liberal y del capitalismo con el conjunto de la poblaci¨®n. Para lograrlo hubo que concitar amplios consensos sociales y coaliciones pol¨ªticas. La experiencia sueca fue singular y anticipativa. En el caso norteamericano fue determinante el discurso de las ¡°cuatro libertades¡± (libertad de expresi¨®n, libertad religiosa, libertad para aspirar a una vida mejor y libertad de vivir sin miedo) del presidente Roosevelt del a?o 1941. La gran novedad pol¨ªtica fueron las dos ¨²ltimas libertades: aspirar a vivir mejor y vivir sin miedo a la inseguridad econ¨®mica. Concitaron el apoyo mayoritario de la poblaci¨®n. El siguiente paso en la arquitectura definitiva de ese nuevo contrato social para el crecimiento y la prosperidad compartida lo dio el Reino Unido a la salida de la Segunda Guerra Mundial. Por un lado, el pilar econ¨®mico, inspirado por el economista brit¨¢nico John M. Keynes, con la aceptaci¨®n de la responsabilidad del Estado en la gesti¨®n del gasto agregado de la econom¨ªa para mantener el pleno empleo y el impulso a las inversiones p¨²blicas para estimular el crecimiento econ¨®mico. Por otro, el pilar social, inspirado por William Beveridge, economista y pol¨ªtico liberal brit¨¢nico, con su defensa de nuevos bienes p¨²blicos orientados a garantizar una educaci¨®n y una sanidad p¨²blica universal y gratuitas y seguros p¨²blicos de desempleo y jubilaci¨®n.
Daron Acemoglu, economista turco del Instituto Tecnol¨®gico de Massachusetts (MIT), y James A. Robinson, polit¨®logo de la Universidad de Harvard, han analizado con perspicacia las condiciones doctrinales que permitieron a las democracias suecas, norteamericana y brit¨¢nica lograr los consensos sociales y las coaliciones pol¨ªticas necesarias para construir ese nuevo contrato social que cerr¨® el paso a las autocracias. (El pasillo estrecho. ?Por qu¨¦ en algunos pa¨ªses florece la libertad y en otros el autoritarismo, Deusto, 2019). Sostienen que el elemento clave fue la construcci¨®n doctrinal de esas nuevas necesidades sociales de seguridad econ¨®mica y de empleo como ¡°derechos universales¡±, en l¨ªnea con lo que hizo en esos mismos a?os la Declaraci¨®n Universal de Derechos Humanos. Esa fue la forma gracias a la cual las democracias sueca, brit¨¢nica y norteamericana se salvaron a s¨ª mismas de la barbarie del totalitarismo. Los pa¨ªses europeos continentales construyeron ese contrato social al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Espa?a lo hizo en la transici¨®n democr¨¢tica, con los Acuerdos de la Moncloa de 1977 y la Constituci¨®n de 1978.
Los ¡°treinta gloriosos¡± a?os que siguieron a ese contrato socialdem¨®crata trajeron la prosperidad compartida, el aumento de la esperanza de vida, las grandes clases medias, la extensi¨®n de la democracia y el capitalismo democr¨¢tico. Ese contrato social fue el pegamento que permiti¨® a las democracias de la segunda mitad del siglo XX hacer compatibles econom¨ªas din¨¢micas y sociedades armoniosas.
Sin embargo, algo comenz¨® a torcerse a partir de los a?os noventa del siglo pasado. El descarrilamiento del capitalismo democr¨¢tico y la incapacidad de los partidos tradicionales para corregir su deriva desigualitaria han creado de nuevo ¡°el material sobre el que se hacen las dictaduras¡±: inseguridad econ¨®mica, pobreza extrema, en particular la pobreza de ni?os, falta de vivienda para emancipaci¨®n y una vida digna, la necesidad de buenos empleos. Todo ello crea sentimientos de humillaci¨®n, falta de respeto y p¨¦rdida de reconocimiento social para aquellos que padecen esas condiciones de privaci¨®n. De ah¨ª nace el resentimiento social que alimentan los nuevos fascismos.
Desde la defensa de la democracia liberal y del capitalismo democr¨¢tico, Mart¨ªn Wolf, prestigioso economista y responsable de opini¨®n del Financial Times, ha construido un argumento poderoso para un nuevo contrato social democr¨¢tico (La crisis del capitalismo democr¨¢tico. Por qu¨¦ el matrimonio entre democracia y capitalismo se est¨¢ diluyendo y qu¨¦ debemos hacer para solucionarlo, 2023). Sus propuestas, de clara inspiraci¨®n rooselveltiana, pueden ser ampliamente compartidas y encontrar coaliciones pol¨ªticas para implementarlas: 1) un nivel de vida creciente, ampliamente compartido y sostenible; 2) buenos empleos para quienes puedan trabajar y est¨¢n en condiciones para hacerlo; 3) igualdad de oportunidades; 4) seguridad para quienes la necesitan; y 5) poner fin a los privilegios especiales para unos pocos. El camino es transformar algunas de estas propuestas en ¡°derechos universales¡±, en la l¨ªnea del argumento de Acemoglu y Robinson. Las pol¨ªticas europeas de ¡°garant¨ªa¡± (de empleo, contra la pobreza infantil y de vivienda) van en esta direcci¨®n y deber¨ªan profundizarse.
Las democracias liberales pueden salvarse a si mismas siendo m¨¢s eficaces que los fascismos a la hora de afrontar las nuevas inseguridades econ¨®micas y fomentar los buenos empleos. La coalici¨®n pol¨ªtica que apoya a Ursula von der Leyen para un nuevo mandato al frente de la Comisi¨®n Europea tiene la responsabilidad hist¨®rica de construir este nuevo contrato social europeo.
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