Para un control p¨²blico de los datos de nuestros alumnos
La situaci¨®n extrema en la que ha tenido que sobrevivir el sistema educativo se va aclarando y debemos analizar qu¨¦ ha ocurrido
Parece que la situaci¨®n extrema en que ha tenido que sobrevivir el sistema educativo desde el pasado 14 de marzo se va aclarando y ya se piensa en las condiciones de reapertura de los centros en septiembre. En este nuevo contexto, considero muy necesario valorar lo que ha ocurrido y no considerar el par¨¦ntesis del confinamiento obligado como una oportunidad rupturista para definir el futuro desde una ¨®ptica visionaria y poco realista. Hay quienes se han dado prisa en confundir una necesidad urgente y leg¨ªtima con un s¨¢lvese quien pueda definitivo que habr¨ªa llegado para quedarse. Pero podr¨ªamos llegar a la conclusi¨®n totalmente contraria, por ejemplo, la de que las clases presenciales y la instrucci¨®n expl¨ªcita y directa se hayan perfilado como las opciones m¨¢s deseables, precisamente por haberlas perdido durante tanto tiempo.
En la Comunidad de Madrid, no hab¨ªan pasado dos semanas y ya estaban teletrabajando a trav¨¦s de la plataforma Microsoft Teams unos 35.000 docentes, unos 650.000 alumnos, y funcionaban all¨ª instaladas cerca de 40.000 aulas virtuales. En Estados Unidos ha habido en el pasado problemas con la privacidad de los datos masivos volcados desde escuelas e institutos, no suficientemente protegidos. El pasado enero, 50 docentes de 40 centros distintos se reunieron en M¨¢laga para asistir a un curso de aplicaciones educativas del videojuego Minecraft. Cada vez son m¨¢s los centros que utilizan casi exclusivamente herramientas de Google. Quiz¨¢s Google y Microsoft est¨¦n queriendo instalar en sus programas la formaci¨®n integral de nuestro alumnado del tramo obligatorio, y nosotros no somos capaces de preguntar por qu¨¦. Simplemente eso: preguntar por qu¨¦.
No estamos negando el valor de las herramientas digitales a la hora de ayudar a educar. El problema surge cuando actuamos de forma precipitada y sin el sentido de la responsabilidad suficientemente engrasado, y en lugar de pensar en la tecnolog¨ªa como una oportunidad de mejora, o un acompa?amiento did¨¢ctico, le otorgamos valor absoluto y entregamos la centralidad de nuestras estructuras a multinacionales privadas que sabemos que no hacen nada desinteresadamente. Es posibleque en esta ocasi¨®n se haya tenidoque actuar con una rapidez ins¨®lita, pero los efectos de algunas decisiones pueden repercutir de forma muy sorprendente en el futuro de nuestros j¨®venes. Se habla constantemente del ¡°nuevo paradigma¡±, como si no fuera causado por intereses totalmente ajenos a los objetivos de un sistema educativo, cuya funci¨®n es transmitir conocimientos y saberes, no utilizar una red p¨²blica para generar un mercado ilimitado de datos.
Un hipot¨¦tico cambio de paradigma en educaci¨®n deber¨ªan comandarlo autoridades educativas, y no empresaso centros productores de fake news. En algunos aspectos, lo que se nos presenta como ¡°innovaci¨®n pedag¨®gica¡± est¨¢ empezando a olvidarse de los grandes porqu¨¦s que han de cimentar la ense?anza p¨²blica de un pa¨ªs. Me pregunto si no se nos estar¨¢ yendo de las manos la implantaci¨®n de herramientas tecnol¨®gicas, siempre utilizadas desde un punto de vista de consumidor pasivo y no de productor o programador, mirada que podr¨ªa proporcionar destrezas muy ¨²tiles a nuestros alumnos. Todo tiene que ver con videojuegos y funciones muy banales. La ciencia, la educaci¨®n on lineno son esto: son algo bastante m¨¢s serio y exigente. Si se ha de cambiar de paradigma,que se pase a uno m¨¢s profundo y reflexivo, no a esta fiesta de actividades cada vez ajenas a la educaci¨®n. Empieza a parecer que la buena educaci¨®n, a trav¨¦s de plataformas realmente educativas y profesores presentes y sabios, empiece a ser un privilegio para pocos y no un derecho para todos. M¨¢xime cuando, en marzo, eran centros privados o concertados los que s¨ª dispon¨ªan de tecnolog¨ªas propias para que el confinamiento no pasara factura acad¨¦mica a los alumnos.
Volvamos a educar con todos los recursos de que disponemos: aumentemos nuestra oferta y no la confinemos a los juegos y los traspasos temerariosde informaci¨®n sensible. Atrev¨¢monos a ser maduros, como sociedad. Es posible que se haya abusado de la doctrina del shock y que desde arriba se est¨¦ aprovechando cualquier brecha para introducir productos para alumnado y profesorado de muy equ¨ªvocos origen y funci¨®n. Catherine L¡¯Ecuyer lo expres¨® con precisi¨®n en una frase suya de hace dos a?os: cuando hablamos de ni?os y tecnolog¨ªa, hemos de pasar de una cultura de la temeridad a una cultura de la precauci¨®n. Aulas digitales de titularidad p¨²blica garantizar¨ªan que nada o por lo menos mucho menos escapara a nuestro control. Que datos tan diversos como la frecuencia con la que est¨¢ enfermo un alumno, o su nivel de comprensi¨®n de la lengua inglesa, o sus resultados en matem¨¢ticas, o su puntualidad, pasen a manos privadas para, quiz¨¢s, limitar las opciones de futuro de nuestros j¨®venes, a la hora de encontrar trabajo o de contratar un servicio o una p¨®liza, es una posibilidad que deber¨ªa inquietarnos a todos.
Andreu Navarra es profesor de Lengua y Literatura y escritor.
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