La pandemia resucita la escuela del pueblo
Centros de peque?os municipios reabren por la llegada de familias y para evitar traslados. Aar¨®n cambiar¨¢ las clases de M¨®stoles por las de Arrabalde, en Zamora
Dama Hern¨¢ndez no contemplaba abandonar Madrid e instalarse en un pueblo zamorano de 200 habitantes. Ni imaginaba que su hijo de seis a?os, Aar¨®n, cambiar¨ªa los patios abarrotados de su colegio por aulas con solo ocho ni?os. Pero una pandemia ha puesto patas arriba los 20 a?os de vida que ha construido en Espa?a desde que lleg¨® de Cuba. Su familia pas¨® las vacaciones en Arrabalde (Zamora), el pueblo de su marido. 10 d¨ªas bastaron para convencerla de que su futuro no era el metro sino la amplitud del campo, donde la crisis sanitaria tiene menos recorrido que en una ciudad.
El ni?o cuenta los d¨ªas para la mudanza: su madre tiene que tranquilizarlo para que no haga el petate y se escape ¨¦l solito con sus incisivos ca¨ªdos y sus piernas inquietas. Tendr¨¢ que esperar a que los mayores trasladen su franquicia de belleza desde M¨®stoles (208.000 habitantes) a Benavente (18.000), el segundo mayor n¨²cleo de Zamora y al que se trasladar¨¢n cada d¨ªa a trabajar desde su nueva casa en Arrabalde, a 25 kil¨®metros. Una vez se confirmen los tr¨¢mites de escolarizaci¨®n y supere la PCR que le har¨¢ la m¨¦dica del pueblo, madre de otros alumnos, se integrar¨¢ en la clase.
Arrabalde ha reabierto este curso su escuela tras cuatro a?os cerrada por falta de alumnos. Toda una alegr¨ªa, pues merodea la despoblaci¨®n. El argumento de Dana coincide con el de Teresa Villar, otra madre que ha apuntado a sus dos hijos en este centro: ambas hablan de m¨¢s seguridad, menos riesgo o m¨¢s espacio en el recreo. Por no mentar la distancia social inherente a estos municipios. Seg¨²n Villar, es como ¡°vivir en una burbuja¡±.
Ella tambi¨¦n ven¨ªa en verano a tierras zamoranas desde Medina del Campo (Valladolid, 20.500 habitantes), toda una metr¨®poli en comparaci¨®n. Esta asturiana de nacimiento se encomend¨® a Santa B¨¢rbara, patrona de los mineros y de la localidad, para instalarse en la casa familiar. Llevaban a?os rumiando la idea, pero el coronavirus fue ¡°la gota que colm¨® el vaso¡±. Los ingresos, admite Villar, se han reducido, pero como no pagan alquiler y ¡°se vive con mucho menos¡±, evitan la angustia de calles llenas y bolsillos vac¨ªos. Su hijo Ra¨²l, de ocho a?os, interrumpe la llamada: est¨¢ entusiasmado. La peque?a Elena, que empieza el colegio este curso, ir¨¢ a clase con ¨¦l. Una ventaja m¨¢s, afirma la mam¨¢, de su apuesta rural, que otras madres de su entorno estudian emprender, pero chocan con la rigidez de ciertos entornos laborales.
Este caso zamorano tiene r¨¦plicas en otras zonas donde la escasez de juventud compromete su futuro. Por ejemplo, las escuelas de Ollauri (La Rioja, 280 habitantes) y de Aguilar de Alfambra (63 habitantes, Teruel), han reabierto este mes de septiembre despu¨¦s de casi tres d¨¦cadas cerradas. Con las estad¨ªsticas del curso todav¨ªa por hacer, portavoces de las ¨¢reas de Educaci¨®n de Arag¨®n y Castilla-La Mancha indican que ha crecido el n¨²mero de colegios rurales activos, pero recuerdan tambi¨¦n que ha descendido el ratio de alumnado necesario para hacerlo y que no todo se puede asociar a la pandemia. Lo cierto es que, entre la insistencia de los alcaldes y la llegada de nuevos vecinos, tambi¨¦n han reabierto sus puertas despu¨¦s de unos a?os cerrados los colegios conquenses de Albendea (121 habitantes), El Hito (141), Castillejo de Iniesta (159) y Fuentelespino de Haro (274) adem¨¢s del de Caba?as de Yepes (257), en Toledo. En Asturias no se han reabierto escuelas, pero colegios rurales agrupados (CRA) como los de Benia de On¨ªs, Belmonte de Miranda y Ribadesella han registrado este curso nuevas inscripciones, rompiendo la tendencia a la baja de los ¨²ltimos a?os.
El alcalde de Arrabalde, Felipe Mart¨ªn, tambi¨¦n mandar¨¢ a su hija a estudiar al colegio donde ¨¦l lo hizo hace d¨¦cadas. El proceso fue sencillo, dice: los arrabaldeses enviaban a los ni?os en bus a un colegio a 17 kil¨®metros. El temor a contagios les estimul¨® para recuperar la escuela local, permiso de la diputaci¨®n mediante. Vicente Rodr¨ªguez, uno de los profesores de Arrabalde, admite con voz culpable que la pandemia supone una oportunidad para aquellos CRA que hacen malabarismos para contar con alumnado suficiente. Esta realidad ha mostrado a las familias, relata, la mayor calidad de la vida rural frente a la urbana. ¡°Un pueblo sin ni?os es el principio del fin, est¨¢ condenado a desaparecer¡±, expone, y tilda de ¡°enorme alegr¨ªa¡± la reapertura de la escuela, que no se libra de la distancia obligatoria, los geles y la higiene constante. A ¨¦l le ha venido de perlas, pues vive a 300 metros y as¨ª no tiene que desplazarse a Pobladura del Valle, donde ejerc¨ªa. Ahora desea apurar su carrera docente, que comenz¨® hace 36 a?os, y jubilarse en su pueblo. Tendr¨¢ que armarse de paciencia, pues a los m¨¢s peque?os les cuesta horrores no abrazar y jugar juntos: ¡°Es la tendencia natural en los ni?os¡±.
¡°Los ni?os van en patinete al cole¡±
Ollauri llevaba casi 30 a?os sin alboroto a la hora del recreo. Los chavales estudiaban en colegios de la comarca, principalmente en Haro, hasta que una iniciativa de este verano ha permitido recuperar la escuela local. Parte de culpa la tiene Javier Ruiz, de 43 a?os, afincado en Alcorc¨®n con su familia hasta que decidieron retornar a la casa de su madre. Ruiz destaca una evidencia: la digitalizaci¨®n revaloriza los pueblos. Ollauri incorpor¨® fibra ¨®ptica hace unos meses y facilit¨® que este inform¨¢tico pudiera teletrabajar. ¡°Se han alineado los astros¡±, reitera el padre de H¨¦ctor, de 8 a?os, y Paula, de 12. ?l estudiar¨¢ en el CRA y a ella la recoger¨¢ un bus para llevarla a Haro, algo inviable en Madrid, seg¨²n Ruiz.
La felicidad se ha instaurado en la familia, pues los menores han asumido bien el cambio y, sobre todo, dejan atr¨¢s el temor al contagio en la capital. Cuenta su padre que H¨¦ctor sufr¨ªa problemas de ansiedad por la cuarentena y la amenaza del coronavirus: ¡°Dej¨® de comer¡±. Este hombre admite que los cinco meses confinados ¡°en un piso de 70 metros cuadrados, sin evadirnos ni hacer deporte¡± resultaron desesperantes. Todo ha cambiado en los nuevos ritmos del pueblo: tampoco hay miedo a que sus hijos est¨¦n en la calle o salgan a comprar el pan.
Miguel Mart¨ªnez, el alcalde, explica que los 14 pupilos est¨¢n encantados. No es para menos: ¡°Los ni?os van al cole en patinete¡±. Ya no coger¨¢n el autob¨²s escolar gracias al objetivo consensuado entre todos: ¡°Pretendemos que no haya contagios porque es un pueblo peque?o¡±. La soluci¨®n es una ¡°burbuja educativa¡± como primer ladrillo para repoblar el medio rural: ¡°De las cosas malas se pueden sacar cosas bonitas¡±.
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