Educaci¨®n kafkiana
Poner el conocimiento al servicio del bienestar emocional es una necesidad social de inter¨¦s p¨²blico
Franz Kafka tuvo depresi¨®n gran parte de su vida. Junto a ello, otros condicionantes lo llevaron a plasmar en La metamorfosis el sufrimiento de Gregorio Samsa, personaje que acab¨® viviendo en su piel la transformaci¨®n no de ¨¦l sino de las personas que lo rodeaban. No tanto se convirti¨®, pues, en un insecto ¨Dinterpretaci¨®n literal¨D, sino que fueron sus allegados los que sufrieron la gran metamorfosis del mundo moderno: la deshumanizaci¨®n. Ello conllev¨® que sus emociones empezaran a ser desatendidas, lo que provoc¨® su sufrimiento y su tr¨¢gico final.
La educaci¨®n est¨¢ tambi¨¦n viviendo constantes transformaciones y giros de guion. De hecho, una sesi¨®n de clase es una mutaci¨®n continua que pone a prueba la capacidad de adaptaci¨®n del docente. Ser¨ªa atrevido ponerles a muchos de estos giros el adjetivo de ¡°kafkianos¡±, ya que el Diccionario de la Lengua Espa?ola define esta palabra como aquello ¡°que tiene el car¨¢cter tr¨¢gicamente absurdo de las situaciones descritas por este escritor en sus obras.¡±
Sin embargo, algunas propuestas que circulan podr¨ªan acercarse a este sentido. De todas ellas, la que m¨¢s me preocupa es la que esconde una cruzada contra el llamado ¡°emotivismo¡±: la introducci¨®n de la educaci¨®n emocional en el curr¨ªculo.
Hace poco le¨ª en este medio un art¨ªculo que defend¨ªa esta cruzada, texto que adem¨¢s alud¨ªa simb¨®licamente a la metamorfosis de Gregorio Samsa de humano a insecto. Aunque no desde?o su pulcritud, el art¨ªculo me ha invitado a reflexionar sobre el sentido de la educaci¨®n, que en algunos de esos giros podr¨ªa conducirnos a lo kafkiano.
Porque kafkiano es poner en duda que la principal labor del docente es explicar su materia y no realizar terapias. Sin embargo, me parece contradictorio cultivar a trav¨¦s de ese mensaje el alejamiento de la educaci¨®n para las emociones de las aulas, uno de los factores que interfieren en el desarrollo educativo.
Que escuela y salud vayan juntas no me parece descabellado.
Si Kakfa, como otros muchos artistas, hubiese tenido arropo y comprensi¨®n en sus primeros a?os de vida, as¨ª como un entorno escolar cuidadoso ante su sufrimiento, tal vez no hubiese habido un Gregorio Samsa; pero s¨ª que hubiese sido m¨¢s probable que, a trav¨¦s de mecanismos adquiridos, hubiera alcanzado m¨¢s momentos de felicidad. La educaci¨®n para las emociones busca esa sabidur¨ªa ligada a disfrutar de la vida con mayor plenitud, en combinaci¨®n con el disfrute que se alcanza con la adquisici¨®n de aprendizajes.
El debate sobre si la escuela debe ser una instituci¨®n transmisora de conocimientos o si debe tambi¨¦n atender a otras realidades emergentes revive en el momento en el que tambi¨¦n se clama sobre la importancia de la dotaci¨®n de recursos p¨²blicos destinados a la salud mental. Por ello mismo, que escuela y salud vayan juntas no me parece descabellado.
De hecho, desvincular la salud emocional de la escuela es como desligar, por ejemplo, la naturaleza de la literatura, por el hecho de que la literatura no se suela asociar al menos de forma directa al disfrute f¨ªsico de los elementos naturales. La emoci¨®n est¨¢ en muchos rincones escolares de la misma forma que la naturaleza abarca muchos ¡°lugares comunes¡± literarios.
Tampoco creo que, para ello, sea necesario restar horario de las materias tradicionales: la b¨²squeda del equilibrio de las emociones necesita de esas horas de lengua, m¨²sica, pl¨¢stica, historia, matem¨¢ticas, etc¨¦tera. Sin embargo, poner el conocimiento tambi¨¦n al servicio del bienestar emocional es una necesidad social de inter¨¦s p¨²blico.
Para tal fin, no es necesario que el docente ceda espacio de sus explicaciones para convertirse en profesional de otro campo; bastar¨ªa con que se pongan en alza los v¨ªnculos emocionales o psicol¨®gicos que existen en muchos territorios del saber y la cultura.
No es necesario que el docente ceda espacio de sus explicaciones para convertirse en profesional de otro campo
No se puede, por tanto, sacar la educaci¨®n emocional de escuela, ya que si lo hacemos tambi¨¦n estar¨ªamos sacando, por ejemplo, las construcciones human¨ªsticas que tienen raigambre sentimental o psicol¨®gica. La educaci¨®n para las emociones clama por algo que no es nuevo, el cultivo del esp¨ªritu a trav¨¦s de la pintura, la literatura, la m¨²sica, el cine, la fotograf¨ªa, la escultura, etc. Y ese clamor, en ¨¦pocas de crisis, necesita estar m¨¢s presente que nunca.
La creaci¨®n y los sentimientos que se vuelcan en ella moldean la vida interior, en una forma de introspecci¨®n personal, y canaliza los estadios emocionales hacia un cauce que, en estas edades iniciales, dif¨ªcilmente puede encontrarse fuera de la escuela: es a trav¨¦s del fomento de esta vertiente, y no, reitero, a trav¨¦s de una sesi¨®n cl¨ªnica en el aula, como el alumnado puede adquirir las herramientas que les permitan vertebrar no solo su conocimiento, sino tambi¨¦n su equilibrio vital.
Kafkiano es, a trav¨¦s de esta cruzada llevada hasta los extremos, sacar la faceta creadora y emocional de las escuelas: si lo hacemos, maniatamos la forja de la identidad del alumnado, que jam¨¢s debe ser conducida de forma estrepitosa hacia la deshumanizaci¨®n, lo ¨²ltimo que el mundo necesita en estos momentos.
Albano de Alonso Paz es profesor de Lengua Castellana y Literatura y director del instituto San Benito (Canarias)
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