La Universidad espa?ola necesita comunicaci¨®n, competici¨®n y coordinaci¨®n
La cooperaci¨®n entre competidores es muy empleada en el mundo empresarial, pero se encuentra en la infancia en el sector de la educaci¨®n superior
Con todos los partidos de f¨²tbol que se est¨¢n jugando en estadios vac¨ªos, uno de los efectos inesperados de la pandemia es el hecho de que los espectadores est¨¢n empezando a darse cuenta de cu¨¢nto se comunican los jugadores entre s¨ª. Pero imag¨ªnense c¨®mo ser¨ªa el juego si, siguiendo una nueva regla, se prohibiera hablar a los jugadores. Ciertamente, ello dejar¨ªa poco espacio para la improvisaci¨®n y la adaptaci¨®n a las variaciones del partido y que no se habr¨ªan podido planificar con anterioridad. Resulta razonable pensar que tal regla reforzar¨ªa la posici¨®n dominante de superestrellas como Messi, quienes ser¨ªan capaces de cambiar el sentido del partido. Por el contrario, en aquellos equipos que no cuentan con ninguna superestrella como el Athletic Club de Bilbao, los jugadores tendr¨ªan que ce?irse a los planes del entrenador, lo que dar¨ªa lugar a un esquema de juego muy predecible y repetitivo.
Por m¨¢s ficticia que pudiera parecer esta situaci¨®n, existe una instituci¨®n en la que esto sucede a diario: la Universidad. Aunque no existe ninguna regla formal que proh¨ªba a los diferentes equipos de investigaci¨®n de una misma universidad, o incluso a los integrantes de un mismo equipo, comunicarse entre s¨ª, esta es la desafortunada com¨²n realidad. Pero de la misma manera que el Athletic nunca hubiera podido llegar a tres finales hist¨®ricas sin la fuerza de su trabajo en equipo, ?c¨®mo pueden las universidades ofrecer una investigaci¨®n o docencia de excelencia con un sistema de comunicaci¨®n casi inexistente? Esta cuesti¨®n resulta fundamental dada la direcci¨®n que el Gobierno de Espa?a quiere dotar a las universidades atendiendo al borrador del real decreto que est¨¢ tramitando.
En la mayor¨ªa de los casos, los departamentos no cuentan con superestrellas como Messi. Este tipo de contextos fomentan el conformismo con las ideas, opiniones y prejuicios de los supervisores ¡®mundanales¡¯, y por tanto, la contribuci¨®n de los estudiantes o de los j¨®venes investigadores ser¨¢ marginal. Esto puede llevar a que la investigaci¨®n derive en patrones repetitivos, que hacen casi imposible crear cualquier escuela de pensamiento como resultado de la generaci¨®n conjunta y continuada de conocimiento. Resulta sorprendente observar c¨®mo se requiere que los j¨®venes investigadores entreguen m¨²ltiples trabajos para cumplir las exigencias de sus programas, pero rara vez se les proporciona una verdadera retroalimentaci¨®n que les permita llegar a la frontera del conocimiento y desafiarla. Este comportamiento, altamente institucionalizado en la Universidad espa?ola, conlleva altas ineficiencias, y puede llevar a los j¨®venes investigadores a caer en los errores que sus predecesores. Del mismo modo que los jugadores talentosos deciden abandonar el equipo en el que se han formado para poder tener mejores oportunidades profesionales, los j¨®venes tambi¨¦n optar¨¢n por acudir a las verdaderas fuentes del saber, con las consiguientes consecuencias que esta fuga de cerebros pueda traer para la competitividad del pa¨ªs.
Para promover una transformaci¨®n que derive en una producci¨®n cient¨ªfica de mayor calidad y con un mayor impacto en el territorio, la ¡°coopetici¨®n¡± resulta fundamental. Esta cooperaci¨®n entre competidores es ampliamente empleada en el mundo empresarial, pero se encuentra en la infancia en el sector de la educaci¨®n superior. Se requiere de un cambio tanto a nivel individual como organizacional para que el personal de las universidades comiencen a valorar la cooperaci¨®n no solo dentro de sus redes individuales, sino tambi¨¦n entre diferentes instituciones.
No deber¨ªamos olvidar que el prop¨®sito ¨²ltimo de la Universidad es el de contribuir a la sociedad, en lugar de alimentar las carreras y egos individuales
Las universidades en general, y los equipos directivos que las gestionan en particular, son responsables de incentivar estos comportamientos colaborativos. En primer lugar, la creaci¨®n de espacios abiertos de discusi¨®n y de plataformas multidisciplinares de colaboraci¨®n aumentar¨¢ la novedad, la calidad y la pertinencia de la investigaci¨®n. En segundo lugar, ello proporcionar¨¢ un contexto apropiado para el surgimiento de la serendipia, lo que conducir¨¢ a nuevos descubrimientos. Haciendo referencia a la edad de oro de Florencia, las universidades deber¨ªan iniciar un nuevo Renacimiento que emerja de una vibrante cooperaci¨®n interna y externa. En tercer lugar, el impacto social de las anteriores contribuciones cient¨ªficas puede restaurar el prestigio de las universidades como think tanks ajenos a los intereses pol¨ªticos, con el fin de responder a las demandas del renacimiento social. Y es que no deber¨ªamos olvidar que el prop¨®sito ¨²ltimo de la Universidad es el de contribuir a la sociedad, en lugar de alimentar las carreras y egos individuales.
Stephanie Francis Grimbert es estudiante de doctorado de Deusto Business School y Jon Mikel Zabala-Iturriagagoitia es profesor e investigador de esta instituci¨®n y miembro de la Academia Vasca de las Ciencias, Artes y Letras.
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