En El Pozo las ambulancias no daban abasto
Los vecinos medio dormidos de El Pozo se miraban los unos a los otros con el gesto desencajado. Las viviendas m¨¢s cercanas al apeadero apenas est¨¢n a unos metros. El estruendo les ha sacado de la cama poco despu¨¦s de las 7.30 de la ma?ana. Las primeras informaciones eran confusas, que si una bomba en el and¨¦n, un artefacto colocado en las v¨ªas... a lo mejor la bomba estaba dentro del vag¨®n.
Pocos minutos despu¨¦s llegaban las primeras dotaciones de emergencia y los bomberos empezaban a dar luz sobre la dimensi¨®n de la tragedia. Desde un puente cercano se ve el resultado del atentado. Uno de los vagones est¨¢ reventado, partido por la mitad y envuelto en humo. Algunos trozos del techo del convoy han ca¨ªdo en los m¨¢rgenes de la v¨ªa, han destrozado incluso parte de la marquesina de la estaci¨®n.
Empiezan a llegar m¨¢s ambulancias y parece que no dan abasto. La Polic¨ªa ha cortado el tr¨¢fico en las calles cercanas a los andenes. S¨®lo se oyen las sirenas, alg¨²n frenazo, las ¨®rdenes de los mandos policiales que reclaman m¨¢s ambulancias y m¨¢s asistencias.
El n¨²mero de v¨ªctimas sobrepasa las previsiones. Los encargados de emergencias arrancan los asientos met¨¢licos de los andenes y los convierten en camillas improvisadas. No llegan las suficientes ambulancias y algunos heridos son transportados hacia los hospitales dentro de los furgones policiales acostados sobre los asientos rojos de la red de Cercan¨ªas.
En uno de ellos viajan dos mujeres, una de ellas se tapa la cara con un pa?uelo cubierto de sangre mientras que la otra cubre las quemaduras de las piernas sobre las que se han fundido sus pantalones.
Los tel¨¦fonos m¨®viles apenas si funcionan y son los telefonillos de los pisos los ¨²nicos que traen buenas noticias. Portal a portal los vecinos van buscando a los suyos para descartar que alguno viajase en el tren siniestrado. La mayor¨ªa tiene suerte, otros siguen pegados al m¨®vil, esperando una llamada.
De pronto todo el mundo empieza a correr, la polic¨ªa va a efectuar una explosi¨®n controlada de un veh¨ªculo sospechoso. Pasan los minutos, ya no habla casi nadie hasta que explota la bomba. Saltan varias alarmas y se rompen los nervios de muchos vecinos que empiezan a llorar en silencio. La polic¨ªa ampl¨ªa una vez m¨¢s el per¨ªmetro del cord¨®n de seguridad.
Un par de horas despu¨¦s del atentado las ambulancias forman una larga fila. En los momentos de m¨¢s urgencia una veintena de veh¨ªculos corr¨ªa a toda prisa, ahora en cambio est¨¢n paradas. Es momento de contar a los muertos, ya son varias decenas.
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