Discurso de Josu Erkoreka en el debate parlamentario de aprobaci¨®n del Estatut
Se?or presidente de Catalu?a, excelent¨ªsimo se?or president Pujol, parlamentarios, consellers, amigos, diputadas y diputados, durante los 27 ¨²ltimos a?os esta C¨¢mara ha tramitado un amplio n¨²mero de proyectos estatutarios, tanto proyectos de elaboraci¨®n inicial como propuestas de reforma de los Estatutos ya elaborados. Los primeros -los proyectos de elaboraci¨®n inicial- se estudiaron b¨¢sicamente entre los a?os setenta y ochenta y los segundos, con una excepci¨®n aislada, pasaron por la C¨¢mara en la d¨¦cada de los noventa. Durante este largo periodo de tiempo el criterio b¨¢sico que ha guiado la actitud del Grupo Parlamentario Vasco (EAJ-PNV) ante las iniciativas de elaboraci¨®n o de reforma estatutaria que se han debatido en el Congreso ha sido siempre el mismo, ha sido el criterio de m¨¢ximo respeto a la voluntad democr¨¢tica de cada territorio.
Desde mi grupo siempre hemos sostenido que es a las mayor¨ªas democr¨¢ticas de cada Naci¨®n, de cada nacionalidad, o de cada regi¨®n del Estado a las que corresponde en exclusiva, sin interferencias, definir tanto el modelo como el quantum de autogobierno al que quieren acceder, y hemos defendido tambi¨¦n que no es l¨ªcito, ni democr¨¢ticamente admisible, que con pretextos como el de que la soberan¨ªa nacional es ¨²nica, indivisible y est¨¢ representada en estas Cortes Generales, u otros pretextos de similar factura, se pretenda desde un territorio condicionar o limitar la voluntad democr¨¢tica de una comunidad pol¨ªtica distinta, que se percibe, se identifica, se siente y se afirma como tal, y desea empezar o continuar decidiendo por s¨ª misma su futuro.
Este criterio de m¨¢ximo respeto a la voluntad democr¨¢tica libremente expresada por cada territorio obedece a dos razones. en primer lugar, al compromiso radical que mi grupo tiene con la democracia y sus expresiones a todos los niveles, sus expresiones, lo enfatizo, a todos los niveles. Creemos que las expresiones democr¨¢ticas, en tanto que expresiones mayoritarias y libres de la voluntad de una determinada comunidad pol¨ªtica, no son jerarquizables. Hay mucha gente en esta C¨¢mara y en la opini¨®n p¨²blica espa?ola que tiende a jerarquizar las expresiones democr¨¢ticas, pretendiendo establecer la superioridad natural de unas sobre las otras. No, como expresi¨®n democr¨¢tica de la correspondiente mayor¨ªa un acuerdo, por poner un ejemplo que hace el caso del Parlamento de Catalu?a, no es inferior ni ocupa un rango subordinado a un acuerdo de este Congreso de los Diputados, como expresi¨®n democr¨¢tica de una determinada mayor¨ªa, de la correspondiente mayor¨ªa, tiene el mismo nivel, el mismo rango, la misma validez, la misma legitimidad. Pero el empe?o de mi grupo en respetar lo que cada territorio decida en torno a su autogobierno responde tambi¨¦n a la esperanza de recibir un trato de reciprocidad, esperanza, como todos ustedes saben, vana como se vio en esta C¨¢mara el 2 de febrero del a?o pasado cuando pudimos comprobar que diputados de esta C¨¢mara que pertenec¨ªan a comunidades a cuyo autogobierno nosotros nunca hab¨ªamos puesto ninguna objeci¨®n votaron sin ning¨²n problema en contra de la toma en consideraci¨®n de una propuesta de reforma estatutaria que proced¨ªa del Parlamento Vasco, con el aval de la mayor¨ªa absoluta. Pero este criterio nuestro, esta actitud de respeto a ultranza de la voluntad de autogobierno de cada territorio solo ha tenido tres excepciones, y me adelanto a expresarlas antes de que alguno me las espete despu¨¦s: primero, nos opusimos a la Lorafna y a su ulterior reforma, porque en Navarra somos parte interesada, peque?a pero interesada, y defendemos para el viejo Reino un proyecto pol¨ªtico distinto, alternativo al actualmente vigente; en segundo lugar, tampoco apoyamos, como cabe suponer, los preceptos concretos que algunas comunidades aut¨®nomas lim¨ªtrofes a la nuestra incluyeron en sus proyectos de reforma estatutaria con la pretensi¨®n de dejar constancia de que el ejercicio leg¨ªtimo por parte de las instituciones vascas, de las competencias que ejercen en virtud del concierto econ¨®mico, pod¨ªa irrogarles da?os econ¨®micos en relaci¨®n con los cuales ten¨ªan derecho a ser compensados por el Estado. En estos casos apoyamos la reforma estatutaria como expresi¨®n que era de la voluntad mayoritaria de los territorios correspondientes, pero salvamos nuestro apoyo a estas previsiones concretas que consideramos que eran ileg¨ªtimas y contrarias al sentido del concierto econ¨®mico. Finalmente, esto es conocido porque es un fen¨®meno reciente, hemos votado tambi¨¦n en contra de la reforma del Estatuto de la comunidad Valenciana, pero no por razones de fondo, no porque neguemos a los valencianos pleno derecho a autogobernarse como deseen. Nuestro voto negativo, y lo explicitamos claramente cuando hubo ocasi¨®n para ello, fue un voto de castigo por el atropello que los dos grandes grupos de la C¨¢mara cometieron con los grupos peque?os durante la tramitaci¨®n de la propuesta de reforma, con una interpretaci¨®n arbitraria y sin precedentes del Reglamento que pisote¨® nuestros derechos y puso en evidencia algo que ya se pon¨ªa de manifiesto desde el principio: el nulo inter¨¦s de los dos grandes grupos de la C¨¢mara por recabar un solo apoyo m¨¢s del que ya tra¨ªa la propuesta desde las Cortes Valencianas.
Estos son los antecedentes, y en coherencia con ellos, que mi grupo, insisto, ha mantenido durante los ¨²ltimos veintisiete a?os en relaci¨®n con los proyectos estatutarios o con las propuestas de reforma estatutaria procedentes de los diferentes territorios del Estado, tambi¨¦n en este caso, en el caso del Estatuto de Catalu?a vamos a conducirnos con arreglo al mismo criterio, el de m¨¢ximo respeto a las mayor¨ªas democr¨¢ticas de origen.
La propuesta de reforma estatutaria de Catalu?a vino a la C¨¢mara con el apoyo, el ampl¨ªsimo apoyo de casi el 90 por ciento del Parlamento nacional de Catalu?a. En aquel momento, todos los que prestaron su apoyo en la C¨¢mara catalana al proyecto que se remiti¨® al Congreso, sostuvieron p¨²blicamente que se trataba de un texto abierto a la negociaci¨®n y, por tanto, susceptible de cambios; no era una propuesta cerrada e innegociable, nadie la consider¨® as¨ª. Cuando el presidente de la C¨¢mara catalana entreg¨® la propuesta aprobada all¨ª en el Congreso de los Diputados, entre -ustedes lo recordar¨¢n- los airados gritos de traidor y los entusi¨¢sticos vivas a Espa?a que profer¨ªan los integrantes del comit¨¦ de recepci¨®n que se form¨® aqu¨ª en la verja, nos dicen que improvisadamente, declar¨® a la prensa, en una representaci¨®n siquiera simb¨®lica de los parlamentarios catalanes, que la propuesta de reforma estatutaria que tra¨ªa era la propuesta del di¨¢logo. Dijo: Venimos con voluntad de negociar. Insisto: Venimos con voluntad de negociar. Era una clar¨ªsima expresi¨®n de voluntad; el texto no estaba cerrado, no era inamovible, no era innegociable. Negociar, se?or presidente, se?or¨ªas, implica ceder, implica transigir, implica condescender. No hay negociaci¨®n si no existe una m¨ªnima disposici¨®n a abandonar, siquiera parcialmente, algunas posiciones para asumir parcialmente las ajenas. Toda negociaci¨®n implica inexorablemente dejarse alg¨²n pelo en la gatera. Sin cesi¨®n no hay negociaci¨®n, puede haber imposici¨®n, pero no negociaci¨®n, y negociaci¨®n e imposici¨®n no solamente son t¨¦rminos distintos sino antit¨¦ticos.
Por eso, uno de los puntos cruciales de toda negociaci¨®n consiste precisamente en fijar el l¨ªmite hasta el que se est¨¢ dispuesto a ceder a cambio de lo que se percibe como contraprestaci¨®n. Consiste en determinar el punto hasta el que se puede llegar a transigir sin que se quiebre la proporci¨®n entre lo que se cede y lo que se recibe a cambio. Y a la hora de trazar las l¨ªneas rojas, las fronteras infranqueables, siempre hay tantas posiciones como agentes pol¨ªticos; pero mi grupo parlamentario tiene claro que de entre todas las posiciones que han emergido o puedan emerger en torno a este punto s¨®lo hay una -insisto, solo una- que resulta relevante de cara a adoptar una posici¨®n aqu¨ª en esta C¨¢mara: la que se adopte por la mayor¨ªa parlamentaria catalana que aprob¨® la propuesta de reforma estatutaria y expres¨®, al remitirla a las Cortes, su voluntad de negociar.
El texto aprobado por la Comisi¨®n Constitucional no est¨¢ respaldado por la mayor¨ªa cercana a la unanimidad que apoy¨® la propuesta del Parlament de Catalu?a, pero cuenta con una mayor¨ªa que se sit¨²a en torno al 72 por ciento; una mayor¨ªa que sigue siendo muy amplia, sigue siendo ampl¨ªsima y a la que nosotros, desde una naci¨®n amiga, distinta pero amiga, no podemos oponernos, no vamos a oponernos. Por eso vamos a apoyar con nuestro voto este proyecto.
Desde que la propuesta se tom¨® en consideraci¨®n, se?or¨ªas, hace ya cinco meses, se ha producido un intenso debate, tanto aqu¨ª en el Congreso como en la calle; pero, sobre todo, el debate se ha producido en los medios de comunicaci¨®n social, un debate inusitado, sin precedentes. ?C¨®mo se nota qui¨¦nes controlan los medios de comunicaci¨®n social! A la sombra del debate provocado se ha hecho mucha demagogia y se ha alimentado consciente y deliberadamente la confusi¨®n, una confusi¨®n que ha tenido reflejos permanentes en los debates de esta C¨¢mara. Tampoco -creo que nadie lo negar¨¢- se han hecho grandes aportaciones a la armon¨ªa que los que dicen defender la cohesi¨®n social de Espa?a deber¨ªan difundir entre los diferentes pueblos del Estado, y lo que ten¨ªa que haber sido un encuentro civilizado y constructivo se ha convertido en un circo. Han menudeado el cinismo, el embuste y la hipocres¨ªa; se han manejado muchas, demasiadas falacias y a base de repetirlas, como ense?aba el maestro Goebbels, se han instituido como verdades incontrovertibles tesis objetivamente falsas. Me he tomado la molestia de registrar los t¨ªtulos -y ya no me meto con los contenidos-, solamente los t¨ªtulos de algunos art¨ªculos de opini¨®n que se han publicado en determinada prensa durante este periodo, durante los ¨²ltimos meses, y la lectura de estos t¨ªtulos -insisto, s¨®lo de los ep¨ªgrafes- es bastante elocuente para calibrar el tono tan poco constructivo, tan poco ponderado que ha presidido el debate.
Tengo una peque?a muestra que les voy a leer: Salvar a Espa?a; Desmontando Espa?a; ?Resistir¨¢ Espa?a?; Delenda est Hispania; Declaraci¨®n de independencia; Indefensi¨®n de Espa?a; El problema de Espa?a; Yo acuso; Espa?a herida; ?Reconstruimos Espa?a?; Espa?a rota; Lo que queda de nosotros; Los cerdos de la granja Espa?a; Ad¨¦u Espanya; Espa?a importa; La gran desgracia; Espa?a colgada; Espa?a en la encrucijada; Adi¨®s, Espa?a; Sacar a Espa?a de sus casillas; Negociando la presecesi¨®n con La Moncloa; Zapatero, un paso adelante para la independencia de Catalu?a; Destrozar Espa?a. Hay muchos m¨¢s. Podr¨ªa darle una larga lista de t¨ªtulos del mismo tono, pero creo que esta que he aducido es suficientemente gr¨¢fica y expresiva del tono constructivo y del ato nivel intelectual que ha presidido el debate.
Durante estos cinco meses hemos asistido a situaciones enormemente parad¨®jicas; tambi¨¦n a acontecimientos perfectamente previsibles pero que, no por serlos, resultan menos chocantes ni, por chocantes, poco o nada cre¨ªbles. En pol¨ªtica la credibilidad es un activo importante. Hemos visto algo tan parad¨®jico como que la defensa de la libertad corr¨ªa a cargo, nada menos, que de un registrador de la propiedad, que es, por definici¨®n y por vocaci¨®n, el fedatario de las desigualdades, el garante de que las diferencias entre los propietarios y los despose¨ªdos permanezca en el tiempo. Hemos visto erigirse en garantes de la solidaridad al rentista, al hacendado, al terrateniente y a su hijo: el se?orito engominado que se divierte con la moto. Hemos visto im¨¢genes en televisi¨®n de actos multitudinarios en los que los se?oritos engominados que se divierten con la moto se erig¨ªan en garantes de la solidaridad; la beatiful people, garante de la solidaridad. Hemos visto a personas que han forjado toda su trayectoria pol¨ªtica en torno a la reivindicaci¨®n foral, suscribiendo manifiestos que rechazan hasta las singularidades forales expresamente reconocidas por la Constituci¨®n. Hemos visto aflorar nuevos intelectuales de estos que se venden como rebeldes, como disidentes, cr¨ªticos con el poder, a los que, contra lo que ocurre en todo el mundo occidental, les abren sus puertas las editoriales m¨¢s potentes del mercado y los medios de comunicaci¨®n social de mayor difusi¨®n.
Si alguien tiene vocaci¨®n de participar en tertulias televisivas y radiof¨®nicas de gran audiencia; si alguien quiere reservarse espacio en las columnas mejor pagadas de los peri¨®dicos del Estado; si alguien quiere que le inviten a los actos, seminarios, congresos, presentaciones de ponencias en denuncia del nacionalismo, ya sabe lo que tiene que hacer ahora: manifestarse rotundamente en contra del Estatuto y del nacionalismo catal¨¢n. Le abrir¨¢n todas las puertas. Esta es la nueva clase intelectual disidente que ha aflorado en relaci¨®n con Catalu?a. En Euskadi esto ya lo conoc¨ªamos de tiempo atr¨¢s. Catalu?a parec¨ªa que era un territorio distinto donde estas cosas no pod¨ªan ocurrir, pero han aflorado exactamente igual. Si ustedes quieren ganar dinero con estos pretextos ya saben lo que tienen que hacer. Pron¨²nciense contra el Estatuto y el nacionalismo catal¨¢n, que les abrir¨¢n muchas puertas: columnas, tertulias, colaboraciones period¨ªsticas.
Tambi¨¦n hemos visto que los mismos garantes de la soberan¨ªa espa?ola, que se erigen como tales sin rubor, amenazan con quebrantarla en el supuesto de que los dem¨¢s franqueen las l¨ªneas que a ellos les parecen infranqueables, con lo que ya no hay manera de saber si lo de la soberan¨ªa espa?ola ¨²nica lo defienden porque creen de verdad en ella, o solamente porque es un ¨²til recurso dial¨¦ctico para difundir la demagogia. Hemos visto, asimismo, introducir de matute, como si fueran rigurosamente constitucionales, conceptos novedosos y absolutamente imprecisos como el de un Estado viable, lo que es absolutamente perturbador para el debate pol¨ªtico racional. Porque, ?qu¨¦ es un Estado viable? ?Cu¨¢ndo un Estado enflaquece tanto que deja de ser viable? ?Es imprescindible, por ejemplo, que todas, absolutamente todas las competencias que actualmente est¨¢n en manos de las instituciones centrales del Estado sigan en sus manos para que el Estado siga siendo viable?
?Por qu¨¦ los Estados americanos pueden convocar refer¨¦ndum sin necesidad de ser autorizados por el poder central, algo que aqu¨ª es absolutamente inconcebible? ?Dejan por ello los Estados Unidos de ser un Estado viable, porque all¨ª no tienen las instituciones centrales una competencia que aqu¨ª no la sueltan ni por casualidad? ?Ha dejado de ser viable el Estado alem¨¢n porque el Bundestag alem¨¢n no pueda intervenir en la regulaci¨®n del r¨¦gimen local como hace aqu¨ª el Estado con normas m¨¢s b¨¢sicas de muy largo alcance? ?Porque en Suiza sea inconcebible e imposible aprobar una ley org¨¢nica de educaci¨®n del contenido y la expansi¨®n de la que estamos tramitando ahora en las Cortes Generales, el Estado suizo ha dejado de ser viable? D¨®nde empieza y d¨®nde acaba el Estado ideal, cu¨¢l es la frontera que el Estado no puede superar para dejar de ser viable. Tambi¨¦n hemos visto que los idealistas m¨¢s exaltados, los de la naci¨®n ¨²nica, innegociable, los que imponen a todo el mundo su naci¨®n, siguen contra toda l¨®gica haci¨¦ndose llamar no nacionalistas. Hemos visto una vez m¨¢s que se nos pretende vender la falsa disyuntiva entre un proyecto que se nos dice c¨ªvico, integrador, de convivencia, moderno y democr¨¢tico, basado ¨²nicamente en derechos y libertades -dicen-, una naci¨®n de ciudadanos libres e iguales y frente a eso se nos opone una adversidad de proyectos tribales, arcaizantes, ego¨ªstas, insolidarios e irracionales que solo buscan privilegios y ventajas y, en todo caso, el afianzamiento en su poder de sus ¨¦lites locales. Es falso -no hace falta que lo diga, cualquier mentalidad m¨ªnimamente documentada lo puede conocer- que se enfrenten aqu¨ª una naci¨®n de ciudadanos e iguales con una pl¨¦yade de tribus y reinos de taifas ¨¢vidos de poder. El proyecto que avala, por ejemplo, el general Mena y el golpista Tejero desde las p¨¢ginas desde Melilla Hoy es cualquier cosa menos c¨ªvico e integrador. Es, como dijo el New York Times, un proyecto troglodita.
Se?or¨ªas, se?or presidente, hoy probablemente se dar¨¢ por aprobada la reforma del Estatut en la C¨¢mara Baja y una vez cumplido el tr¨¢mite el Senado conocer¨¢ el expediente remitido por el Congreso y las Cortes Generales habr¨¢n cumplido su cometido. Pero no todo concluye ah¨ª. El Estatut tendr¨¢ que afrontar otros dos retos importantes. Primero, ser¨¢ necesario el pronunciamiento del pueblo de Catalu?a, que ratificar¨¢ o rechazar¨¢ lo aprobado por sus representantes. Es un tr¨¢mite muy importante, trascendental; un tr¨¢mite que servir¨¢ para denotar la posici¨®n central que el pueblo soberano mantiene en todo el sistema democr¨¢tico. No lo descuiden -no debemos descuidarlo- pero apelo principalmente a los responsables pol¨ªticos catalanes, no descuiden este tr¨¢mite. La opini¨®n del pueblo es decisiva para saber si los pol¨ªticos hemos acertado o fracasado en nuestro empe?o. El pueblo ser¨¢ quien d¨¦ y quite la raz¨®n, m¨¢s all¨¢ de los argumentos que unos y otros seamos capaces de aportar en el debate. El segundo reto que tiene por delante el Estatut que se apruebe pr¨®ximamente por las Cortes Generales es que si finalmente es ratificado quedar¨¢ pendiente su cumplimiento leal y su desarrollo equilibrado. Una cuesti¨®n que no es menor a la luz de la experiencia acumulada durante los ¨²ltimos lustros. Al cambiar de Estatut, Catalu?a cambiar¨¢ de barco pero el mar en el que tendr¨¢ que navegar no va a cambiar. El nuevo Estatut ser¨¢ un barco nuevo pero tendr¨¢ que navegar en el mismo oc¨¦ano, con los mismos vientos, las mismas corrientes, las mismas tempestades y, no lo ocultemos, los mismos corsarios. Los riesgos seguir¨¢n siendo los mismos que hasta ahora, los ya conocidos, los que han justificado una cierta insatisfacci¨®n de los gestores pol¨ªticos de la Comunidad Aut¨®noma de Catalu?a en relaci¨®n con el acoso del que ha sido objeto la competencia de Catalu?a y la erosi¨®n progresiva y sistem¨¢tica de la que han sido objeto por parte de la actividad legislativa del Estado. La decisi¨®n sobre las transferencias seguir¨¢ estando unilateralmente en manos del Estado, ser¨¢ el Estado quien decida si se llevar¨¢n a cabo o no las transferencias a las que dar¨¢ lugar el nuevo marco competencial. F¨ªjense, les voy a poner un ejemplo, el Estatuto vasco dice desde hace 27 a?os que la ejecuci¨®n de la legislaci¨®n penitenciaria corresponde a la Comunidad Aut¨®noma del Pa¨ªs Vasco.
Lo dice clar¨ªsimamente, sin lugar a dudas de ning¨²n tipo, pero veintisiete a?os despu¨¦s todav¨ªa no se han transferido los centros penitenciarios. Este es el oc¨¦ano en el que tendr¨¢ que navegar el nuevo barco, y adem¨¢s hay otros inconvenientes; hay m¨¢s corsarios. Los conflictos competenciales que Catalu?a tenga con el Estado seguir¨¢n siendo resueltos por el Tribunal Constitucional -este Tribunal Constitucional- y la Comunidad Aut¨®noma de Catalu?a no designar¨¢ a un solo miembro del tribunal, por lo que sus conflictos tendr¨¢n que ser resueltos por unos magistrados designados por el Estado. Por diferentes ¨®rganos del Estado, s¨ª, pero por el Estado, es decir, por el contendiente. Este es un tema no intranscendente; es un tema importante. Catalu?a ha querido blindar sus competencias, pero la experiencia demuestra que quien de verdad ha blindado sus posiciones y prerrogativas ha sido el Estado, el cicl¨®n del Estado, frente al que no hay blindajes estatutarios que valgan. F¨ªjense, el Titanic se hizo a la mar tambi¨¦n cubierto por todo tipo de blindajes, pero el iceberg que le hizo naufragar no entend¨ªa de blindajes. Amigos catalanes, tomen nota de esto: el Estado es un iceberg que no descansa. No se molesten en preguntar al Partido Popular si derogar¨¢ el Estatuto cuando asuma el poder; no har¨¢ falta derogarlo para neutralizarlo o inutilizarlo; el iceberg estatal tiene poderes suficientes para hacerlo sin recurrir al expediente de la derogaci¨®n. Este es el riesgo fundamental que tiene el Estatuto una vez aprobado, y este es el aspecto sobre el que el seguimiento de los parlamentarios, y muy especialmente de los catalanes, habr¨¢ de ser decisivo en el futuro. El riesgo del mismo oc¨¦ano en el que el nuevo barco habr¨¢ de navegar.
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