Gallard¨®n: "Ha triunfado Do?a Cuaresma, la del gesto agrio y estricta conducta"
El alcalde lamenta la "fugacidad de la pol¨ªtica" en su discurso del entierro de la sardina
Lejos de cesar, la pol¨¦mica sobre la ausencia del alcalde de Madrid de las listas del PP al Congreso contin¨²a, alimentada con cada gesto y cada palabra, convenientemente interpretadas. Como el discurso que pronunci¨® el mi¨¦rcoles el alcalde de Madrid tras verse las caras con Esperanza Aguirre en la inauguraci¨®n del intercambiador de Plaza Castilla. En el Patio de Cristales de la Plaza de la Villa, Alberto Ruiz-Gallard¨®n recibi¨® a la Alegre Cofrad¨ªa del Entierro de la Sardina y pronunci¨® un discurso cuajado de gui?os a su situaci¨®n laboral y personal, en el que lamenta la fugacidad de la pol¨ªtica y la victoria de "Do?a Cuaresma, la del gesto agrio y estricta conducta". Palabras que han sido interpretadas por muchos como una cr¨ªtica directa a la actitud que mantuvo Aguirre en el proceso de elaboraci¨®n de las listas del PP. ?ste fue el discurso:
"No somos nadie, y bien que nos lo recuerda la difunta sardina. ?Qu¨¦ fue de las alegr¨ªas pasadas? ?Qu¨¦ se hizo de las chirigotas y las chanzas? ?D¨®nde quedan los proyectos y los sue?os, cuya zozobra ni siquiera la solemnidad de este Patio de Cristales puede disimular? Se fueron en un soplo, como ceniza de mi¨¦rcoles. Algunos dir¨¢n, tratando de consolarnos en este trance, que al menos la sardina ha vivido. Magro consuelo. Porque, como dijo el c¨¦lebre replicante de esa obra sobre el carnaval del futuro que es Blade Runner, al final de tantas fatigas, "?qui¨¦n vive?" Ella, desde luego, no. Toda una existencia de discreci¨®n y estrechez para terminar ahora como la veis, apenas acompa?ada de unos pocos fieles, vosotros, alegres cofrades del Entierro de la Sardina, y yo, humilde servidor de esta Casa (Consistorial). Y que siempre tengamos que reunirnos con motivo tan triste...
Aunque seamos justos. Puede que la sardina no haya visto arder naves m¨¢s all¨¢ de la puerta de Ori¨®n, pero tal vez haya conocido algunas experiencias extraordinarias como las que hemos vivido los dem¨¢s, que para eso Madrid se transmuta en escenario de ficci¨®n cuando quiere. Los antrop¨®logos no se ponen de acuerdo sobre el significado de la sardina, no saben si milita en el bando de Don Carnal, en el de Do?a Cuaresma, o en ninguno, pero yo me resisto a creer que nunca se haya tomado ninguna licencia. ?Qui¨¦n nos asegura que tras una m¨¢scara de gesto adusto, en alg¨²n baile de disfraces, en un pasacalles junto a gigantes y comparsas, murgas y desvar¨ªos, no se escond¨ªa este pescado sencillo? Y a¨²n as¨ª, ?ha sido todo tan r¨¢pido, tan quebradizo y vol¨¢til, como es siempre la alegr¨ªa del pobre...! No ha transcurrido ni una semana desde que yo mismo le cediera las llaves de la ciudad a Su Majestad Carlos IV en la Plaza de la Villa, y ya Don Carnal, despu¨¦s de arrebat¨¢rselas con malas artes, ha perdido la batalla contra Do?a Cuaresma. Fugacidad de la pol¨ªtica... A m¨ª, la verdad, no me parec¨ªa un mal gobierno, aunque s¨®lo fuera porque por unos d¨ªas me ha dado un respiro, pero, como tantos, el suyo ha ca¨ªdo, deprisa y ante la conmoci¨®n general... de los que aqu¨ª lloramos a la sardina.
?Cu¨¢ntas vueltas da la vida, y qu¨¦ imprevisibles son, en medio de la mudanza, los sentimientos, capaces de regalarnos un destello de ilusi¨®n en un momento dif¨ªcil, o de refrenar el optimismo con un punto de inquietud! ?Acaso sab¨ªan Carlos IV y los madrile?os de hace doscientos a?os lo que se les avecinaba despu¨¦s de aquel ¨²ltimo carnaval en paz? Ni la sardina lo imaginaba. Porque nunca hay que aventurar que la dicha de hoy dure hasta ma?ana. Ya lo dice Gaspar de Lucas Hidalgo: "Martes era, que no lunes, / martes de Carnestolendas, / v¨ªspera de Ceniza, / primer d¨ªa de Cuaresma. / Ved qu¨¦ martes y qu¨¦ mi¨¦rcoles, / qu¨¦ v¨ªspera y qu¨¦ fiesta; / el martes lleno de risa, / el mi¨¦rcoles de tristeza." Pero lo importante, en fin, es que Madrid supo seguir adelante y sobreponerse al dolor de la guerra, como nos sobreponemos todos a nuestras congojas, y que estos d¨ªas, al mirar hacia atr¨¢s sin ira, no nos hemos tomado en serio ni siquiera el famoso bicentenario. Una cosa, eso s¨ª, hay que agradecer a Don Carnal, Do?a Cuaresma, la Tarasca y los matachines: que nos han ayudado a demostrar, otra vez, que Madrid es la mejor cuando de combinar tradici¨®n y modernidad se trata, mezclando acentos y renovando la fiesta. Y eso que ¨¦sta ha sido una ceremonia de antiguo perseguida, y que Alcalde hubo, seg¨²n cuenta Pedro Montoli¨², que tuvo que dimitir por haber puesto trabas a esta ceremonia f¨²nebre. Prejuicio escandaloso que lleg¨® al mism¨ªsimo Congreso all¨¢ por 1851, y que habr¨ªa de costarle el bast¨®n de mando al marqu¨¦s de Santa Cruz. As¨ª que no ser¨¦ yo, queridos cofrades, quien os ponga peros. Vais a enterrar a la sardina, por lo dem¨¢s, a la vera de nuestro Manzanares, aunque no s¨¦ si es para vosotros consuelo que repose en la m¨¢s magnificente zona del nuevo Madrid, un r¨ªo renacido que ser¨¢ nuestra imagen ante el mundo y que nunca sospechar¨¢ ?ay, ingratitud de la vida? qu¨¦ clase de sentido pante¨®n esconde.
Pero el carnaval es catarsis. Y ahora, hecha la limpieza, ventiladas las estancias del alma, satisfechas las expansiones emocionales, toca entrar en un tiempo de entereza y contemplaci¨®n. S¨ª, amigos: ha triunfado Do?a Cuaresma, la del gesto agrio y estricta conducta, y no queda m¨¢s remedio que plegarse al triste designio que a los alegres y buenhumorados nos depara. Pero no os deis a la melancol¨ªa: sabemos que su victoria es pasajera, porque, en el peor de los casos, representa s¨®lo la mitad de la vida, y dentro de un a?o estaremos celebrando de nuevo, junto a la rediviva sardina, nuevos d¨ªas de fantas¨ªa y esplendor. Madrid volver¨¢ a re¨ªr, porque ¨¦sta es ciudad f¨¦rtil y risue?a, que a diario se sacude la ceniza con su propio nervio y su quehacer incesante. As¨ª pues, y como que hay otra vida, enterremos ya a la sardina, y con ella todas nuestras zozobras y quebrantos, que no hay mal que por bien no venga. Requiescat in pacem".
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