"La azafata se meti¨® en una esquinita y esperamos el impacto"
Eugenio Acosta, pasajero de un avi¨®n que ameriz¨® en Canarias en 1966, cuenta la peripecia 43 a?os despu¨¦s
La imagen del avi¨®n posado sobre las aguas del Hudson, en Nueva York, mientras el pasaje es evacuado tiene un precedente en Espa?a. Tambi¨¦n en un vuelo comercial, aunque de un aparato sensiblemente m¨¢s peque?o que el Airbus A320 que pilotaba Chesley Sullenberg. El 16 de septiembre de 1966 un Douglas DC-3 de la compa?¨ªa Spantax con 24 pasajeros a bordo que se dirig¨ªa del aeropuerto de Los Rodeos, en Tenerife, a la isla de La Palma se vio a obligado a realizar un amerizaje de emergencia en la bah¨ªa de la localidad tinerfe?a de El Sauzal. La pericia del piloto, Eugenio Maldonado, hizo que todos los pasajeros sobrevivieran a la maniobra. Sin embargo, el suceso tuvo al final un desenlace tr¨¢gico: uno de los pasajeros, que no sab¨ªa nadar, se neg¨® a abandonar la nave y acab¨® muriendo de un infarto.
Desde su casa en Los Llanos de Aridane (La Palma) Eustaquio Acosta, uno de los ocupantes del aparato, evoca, en conversaci¨®n telef¨®nica, el dram¨¢tico momento. Viajaba con su mujer, que no sab¨ªa nadar, y su hijo de cinco a?os. "Imag¨ªnese el trance", dice, "el piloto nos pidi¨® que nos pusi¨¦ramos los chalecos salvavidas, porque ¨ªbamos a amerizar y el avi¨®n empez¨® a soltar combustible", recuerda. "Yo puse los pies en el asiento de delante y a mi hijo peque?o en la espalda". "El momento era tremendo, la azafata se meti¨® en una esquinita y esperamos el impacto".
El golpe fue violento pero todos los ocupantes de la nave sobrevivieron. Quedaba otra dif¨ªcil prueba: evacuar al pasaje antes de que se hundiera el aparato. "Un pasajero operado de tr¨¢quea se qued¨® sin ella", recuerda Acosta. El avi¨®n contaba con tres peque?as lanchitas inflables pero no ten¨ªan capacidad para todos. "Los ni?os y las mujeres se metieron en ellas y nosotros nos lanzamos al agua y nadamos agarrados a las barcas". La aparici¨®n poco despu¨¦s en la zona de un barco de pesca fue provindencial.
Sin embargo, el desalojo no fue completo. Fernando Izquierdo, un pasajero que no sab¨ªa nadar, se negaba a salir del aparato. "Estaba agarrado a la puerta y no lo sac¨¢bamos ni a empujones", recuerda Acosta. El avi¨®n se hund¨ªa y el piloto se sumergi¨® con ¨¦l para intentar salvarle pero s¨®lo pudo arrancarle unos trozos de la camisa antes de volver a emerger y salvar su propia vida. El hecho de que la nave se se fuera al fondo del mar con una persona dentro tuvo consecuencias graves. El piloto fue sometido a un consejo de guerra que podr¨ªa haber acabado incluso con su condena a muerte en virtud de la Ley Penal y Procesal de Navegaci¨®n de la ¨¦poca. Te¨®ricamente hab¨ªa abandonado la nave con una persona viva dentro. Sin embargo, Maldonado qued¨® absuelto al demostrarse que Izquierdo no hab¨ªa muerto ahogado, sino de un infarto antes de hundirse en el Atl¨¢ntico.
Acosta salv¨® su vida pero el golpe le dej¨® secuelas durante alg¨²n tiempo. "Un mes despu¨¦s yo iba al m¨¦dico y le dec¨ªa: m¨ªreme bien, doctor, que tengo que estar rajado por dentro", relata. Un precio muy peque?o para lo que pod¨ªa haber sucedido. El pasajero recuerda como al llegar a la costa empapados y ateridos fueron atendidos por unos militares. Uno le pregunt¨® por su edad. "43", respondi¨®. "Se equivoca", le dijo, "usted ha vuelto a nacer. Empiece a contar desde hoy".
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