Un ni?o peligroso
?C¨®mo impacta a la infancia de M¨¦xico que la inseguridad incluya revisiones polic¨ªacas a ni?os?
La rutina nos hace indiferentes ante el absurdo. Una imagen incre¨ªble. Sencilla, pero terrible. Rutinaria, pero monstruosa. Explicable, pero incoherente. Tierna, pero terror¨ªfica. Concluyente, pero desesperanzadora. Triste y preocupante. Ep¨ªgrafe y epitafio. Una imagen que obliga a reflexionar.
En la primera plana del diario Reforma (M¨¦xico), en su edici¨®n del 1 de octubre, apareci¨® la imagen de un ni?o, de no m¨¢s de cinco a?os, muy correctamente vestido de ranchero, con su camisa naranja a cuadros muy limpia y alineada, su cintur¨®n blanco con una hebilla grande, sus botitas y sombrerito, muy arreglados, con la carita muy triste, levantando las manos como en un asalto, mientras un polic¨ªa, gigante ante ¨¦l, vestido de negro, lo revisaba con ambas manos, para verificar que no portara armas o explosivos.
Una imagen normal, que presenciamos en todos los retenes de cualquier parte del mundo, en ocasiones en cualquier concierto o en cualquier aeropuerto. Son las "normales" medidas de seguridad.
El ni?o de la imagen y su familia, acuden en Morelia, Michoac¨¢n, al desfile conmemorativo del 244 natalicio del h¨¦roe de la independencia Jos¨¦ Maria Morelos y Pav¨®n.
Acude el Presidente Calder¨®n, junto con el Gobernador Godoy y hay que cuidarlos. Hace poco m¨¢s de un a?o en la ceremonia del grito de independencia, el 15 de septiembre de 2008, un grupo de narcotraficantes cometieron en esa plaza un acto de terrorismo terrible, lanzaron granadas contra la poblaci¨®n civil y murieron ocho personas, hubo m¨¢s de 100 heridos.
Es entendible y explicable la necesidad de la seguridad, que irrumpe de pronto en la cotidianeidad de ciudades pac¨ªficas y tranquilas como sucede ahora en Morelia Michoac¨¢n.
Las im¨¢genes de los retenes cercando las plazas c¨ªvicas de M¨¦xico son l¨®gicas, pero son nuevas para muchos mexicanos.
Era noticia. Im¨¢genes similares aparecieron en muchos diarios del pa¨ªs. No estamos acostumbrados. No es normal. Algo se pierde, algo perdimos cuando vemos a un polic¨ªa federal cacheando a los ni?os que acuden entusiasmados a presenciar un desfile en su pueblo.
Pero el rostro de este ni?o en particular es inolvidable. Una carita seria con ojos asustados. Resignado que voltea ojos y carita ligeramente a la derecha buscando ?Mira a alguien? ?Quiz¨¢ a otro polic¨ªa? ?Busca algo? ?Una explicaci¨®n quiz¨¢? ?Observa a su mam¨¢ o a su pap¨¢? Las manos en alto. Condicionado. Se deja. Lo permite. Ultrajado. Cede. Con resignaci¨®n, se deja tocar, se deja cachear, asustado, disciplinado, indiferente, acostumbrado, con miedo.
La imagen proyecta una idea: Un ni?o peligroso. Un ni?o sospechoso. Un ni?o que representa, a sus cinco a?os de edad, un riesgo para el Estado y para la seguridad de sus gobernantes.
La pregunta es: un ni?o que es tratado como peligroso ?lo ser¨¢ alg¨²n d¨ªa?
Esos polic¨ªas cuidan hoy a Calder¨®n y sospechan y cachean a un ni?o. Cuando lo deseable ser¨ªa que sucediera exactamente lo contrario: que esos polic¨ªas sospecharan y cachearan a Calder¨®n y cuidaran al ni?o. No, no es absurdo. Pi¨¦nselo usted un momento. Lo absurdo es la imagen que comentamos. Lo absurdo es lo que estamos construyendo. Lo absurdo es la indiferencia.
No debemos perdernos. Esta reflexi¨®n no est¨¢ orientada hacia la idea de modificar las medidas de seguridad de los Presidentes y de los pol¨ªticos. Aunque alguna vez ya propusimos plantear "un pacto de las escoltas", por medio del cual deber¨ªamos quitarles el personal de protecci¨®n a quienes est¨¢n obligados a construir nuestro entorno de seguridad, como mecanismo de presi¨®n y garant¨ªa para que hagan correctamente su trabajo. Pero hoy ese no es el tema.
La reflexi¨®n con la imagen de ese ni?o va mucho m¨¢s all¨¢. ?Qu¨¦ pasa con ese ni?o? ?Qu¨¦ estamos haciendo con ese ni?o y con su generaci¨®n? ?Qu¨¦ pensar¨¢ ese ni?o mientras se deja cachear? ?Le preguntar¨¢ a su pap¨¢ por qu¨¦? ?Le explicar¨¢n que es porque vive en un pa¨ªs inseguro y violento? ?C¨®mo asumir¨¢ y como aprender¨¢ su realidad? ?Qu¨¦ pasar¨¢ con ¨¦l? ?Como le impactar¨¢ esta experiencia? ?C¨®mo ver¨¢ toda la violencia que vemos y conocemos los adultos? ?C¨®mo le afectar¨¢?
La ¨¦poca espantosa de esta absurda, ca¨®tica y fracasada guerra contra el narcotr¨¢fico tiene muchas consecuencias presentes: la violencia, m¨¢s de 5.500 ejecuciones en lo que va del a?o 2009, balaceras diarias en varias ciudades del pa¨ªs, adem¨¢s del impacto social, del costo econ¨®mico, la afectaci¨®n a las inversiones y al empleo, que las autoridades se niegan a aceptar y a reconocer.
Pero este ambiente, estos hechos, tiene tambi¨¦n efectos y consecuencias futuras, tal vez, m¨¢s profundas y mucho m¨¢s graves: el impacto en los ni?os. Quiz¨¢ estamos construyendo una generaci¨®n de mexicanos violentos, de mexicanos deprimidos, tristes, sin esperanza y sin expectativas. Y ah¨ª s¨ª, no vemos una sola estrategia, una sola pol¨ªtica, un solo proyecto social. Ah¨ª si no vemos las pol¨ªticas, ni las respuestas ni la presencia del Estado. En ese tema no vemos debate pol¨ªtico, ni discusi¨®n p¨²blica. Y por supuesto no vemos el enfoque correcto.
Los ni?os de hoy est¨¢n construyendo una generaci¨®n que padecer¨¢ las consecuencias de este ambiente. Su vida y su d¨ªa est¨¢n plagados de violencia. No es s¨®lo la violencia que proyectan los medios. Es su entorno. Es la ocasi¨®n de acudir a un desfile en su ciudad y verse cacheado por un polic¨ªa. Es o¨ªr las historias diarias de los adultos. Es ver los retenes, es saber que viven en un entorno de miedo.
La generaci¨®n del 2030, esa de la que hablaba Calder¨®n, ser¨¢ necesariamente una generaci¨®n distinta de mexicanos. En ella empezaremos a ver las consecuencias de este entorno. Preocupante en los efectos de este ambiente de violencia.
Los ni?os cuya edad va con el siglo, la generaci¨®n que acompa?a al ni?o de la fotograf¨ªa, ser¨¢ de hombres y mujeres que habr¨¢n visto parcialmente los horrores de la guerra, quiz¨¢ sin la conciencia plena de vivir en una guerra.
Habr¨¢n sido testigos de la violencia que refleja nuestra ¨¦poca y que impacta nuestro tiempo y nuestro ¨¢nimo. Que impacta nuestra vida y nuestro arte. A manera de ejemplo cabe recordar que Carlos Fuentes, el gran escritor mexicano, public¨® en 2008 La voluntad y la fortuna y el lamentable protagonista y narrador de la novela es un personaje poco usual: una cabeza decapitada y arrojada en a playa del Pac¨ªfico mexicano.
Es l¨®gico que las sensibilidades se impacten con las escenas y las im¨¢genes que hemos visto en estos a?os. ?Pero c¨®mo impactar¨¢ todo esto a la sensibilidad de los ni?os?
La pedagog¨ªa tiene mucho que decir. Los psic¨®logos sociales tienen mucho que explicar. Los educadores y los padres de familia tienen mucho que hacer. Pero no necesitamos a Rousseau, ni a Piaget, ni a Freud, ni a Pestalozzi, para intuir, que este entorno hostil, afectar¨¢ de manera clara y definitiva a toda una generaci¨®n de mexicanos.
Ya tenemos datos preocupantes. Seg¨²n estudios de la Comisi¨®n de Derechos Humanos del Distrito Federal, el 50% de los ni?os de la ciudad de M¨¦xico son testigos cotidianos de violencia en los hogares. Seg¨²n datos de la Secretar¨ªa de Educaci¨®n P¨²blica el 7% de los estudiantes de bachillerato declaran que han intentado suicidarse. Hoy, uno de cada diez chicos de secundaria confiesa que ha probado drogas, mientras que uno de cada tres j¨®venes de bachillerato afirma que las ha probado. Estudios recientes han dado a conocer como aumenta la poblaci¨®n de menores que se organizan en pandillas y se demuestra como aumenta la poblaci¨®n en los centros de reclusi¨®n de menores, y como se incrementan los hechos violentos y delincuenciales protagonizados por menores de edad.
Ese es el M¨¦xico que estamos construyendo. Esa es la conmemoraci¨®n del bicentenario. Es grave. Nos duele M¨¦xico. Nos duelen esos ni?os. El absurdo. La falta de visi¨®n de todos. La falta de liderazgo. El que no entiendan. El que los pol¨ªticos se enojen con los cronistas y no con la realidad.
Empero podemos cambiar. En la misma imagen podemos ver dos cosas distintas: Un ni?o peligroso o un ni?o en peligro. Las autoridades sin duda ven un ni?o peligroso, yo veo a un ni?o en peligro, ojala que usted tambi¨¦n, prefiera la segunda opci¨®n.
Sabino Bastidas Colina es analista pol¨ªtico.
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