La dignidad del preso m¨¢s c¨¦lebre
Un torturado cuenta su experiencia junto a Camacho en la prisi¨®n
"Cuando llegu¨¦ a Carabanchel tras permanecer 13 d¨ªas de interrogatorios y torturas ininterrumpidas en la Direcci¨®n General de Seguridad, en enero de 1971", cuenta el escritor Gonzalo Moure, "los estudiantes como yo est¨¢bamos en la tercera galer¨ªa. Ellos, los dirigentes comunistas y sindicalistas, se encontraban aislados en la sexta galer¨ªa, sin comunicaci¨®n posible con nosotros. Sin embargo", a?ade Moure, "Marcelino se las arregl¨® para venir con Luis Lucio Lobato a visitarnos y participar en una reuni¨®n para darnos ¨¢nimos".
Moure prosigue emocionado: "Me llamaron la atenci¨®n las palabras de aliento que me dirig¨ªa, la bonanza y la tranquila dignidad que irradiaban para confortarme de las torturas sufridas". Y a¨²n a?ade un rasgo m¨¢s: "La pulcritud de su atuendo, la limpieza que mostraba le otorgaban una dignidad que nos serv¨ªa de ejemplo para no desplomarnos ante el sufrimiento que nos esperaba en la c¨¢rcel. Era algo as¨ª como una suerte de aura, de santidad laica", subraya. "Nos daba la fuerza necesaria para resistir todo aquello".
Marcelino Camacho Abad, soriano de nacimiento, obrero de oficio y representante sindical por vocaci¨®n, fue un hombre sobrio, de firmes convicciones igualitarias que cultiv¨® desde su adolescencia. Amante de la lectura y de la conversaci¨®n, con un profundo sentido de la comunicaci¨®n interpersonal, asoci¨® su incesante actividad pol¨ªtica y sindical con un modelo de vida basado en la honestidad, la austeridad y el optimismo racional. Tan hondas convicciones igualitarias, comunistas, no estuvieron nunca en ¨¦l re?idas con su cualidad de l¨ªder, de la que nunca abdic¨®. Su capacidad para generar confianza y afecto, lo que se ha denominado carisma, le asegur¨® casi siempre el voto de sus compa?eros y su correspondiente elecci¨®n como representante o delegado. Y ello en condiciones muy adversas por la proscripci¨®n total del sindicalismo y de la acci¨®n pol¨ªtica por parte del franquismo, que sufri¨® en sus carnes durante 40 a?os.
Inteligente, riguroso consigo mismo y benevolente con sus compa?eros, Camacho aplicaba con enorme rigor una de las caracter¨ªsticas se?eras de la cultura pol¨ªtica comunista y que ¨¦l ampli¨® a la del sindicalismo: la organizaci¨®n de la lucha. No conceb¨ªa ninguna actividad sin prever ese requisito. Tal exigencia le procuraba situarse en posiciones por completo alejadas del aventurerismo, su verdadera bestia negra, dado su enorme compromiso personal por conseguir ahorrar a sus representados la mayor cuota posible de riesgos y sufrimientos derivados de la lucha. Esta vigilancia constante por eludir da?os a los dem¨¢s se hallaba en el origen de su estatura moral, encomiada por cuantos le conocieron, como sus compa?eros de la Perkins. La polic¨ªa franquista, que rara vez se atrevi¨® a levantarle la mano, le tem¨ªa por la dignidad de su entereza y por el hondo afecto que generaba en los dem¨¢s presos. Sus allegados le consideraron capaz de conjugar la audacia con la prudencia. Sus cualidades como negociador le granjearon asimismo fama de hombre de palabra, inteligente y justo. Marcelino Camacho fue un l¨ªder nato en los momentos triunfantes de la lucha pero tambi¨¦n en los episodios m¨¢s duros y sombr¨ªos de la represi¨®n, frente a la cual supo blandir su dignidad como escudo de los dem¨¢s y arma de su esp¨ªritu indomable.
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