"Couso se fue entre mis brazos y la guerra acab¨® para m¨ª"
Los testigos que se han desplazado con el juez Pedraz a Bagdad recuerdan el d¨ªa en que falleci¨® su compa?ero
El d¨ªa que muri¨® Jos¨¦ Couso, la noticia era la toma de Bagdad. Uno de los gu¨ªas que auxiliaban a los periodistas alojados en el hotel Palestina despert¨® a gritos a las ocho al c¨¢mara de Antena 3 Jes¨²s Hern¨¢ndez Qui?onero. "?Los americanos, los americanos!", alertaba el ayudante desde el pasillo, aquel 8 de abril de 2003. Qui?onero salt¨® de la cama y mont¨® r¨¢pidamente su c¨¢mara en la terraza. Sobre el puente de la Rep¨²blica, dos tanques inm¨®viles disparaban contra el Ministerio de la Juventud, frente a ellos. Pararon, pero dos horas despu¨¦s, uno gir¨® su ca?¨®n hacia el hotel. "?Co?o, que nos est¨¢n apuntando!" , le dijo en tono de broma a su compa?ero de cadena Carlos Hern¨¢ndez.
"Cuando nos despertamos, la guerra ya estaba al lado del hotel", recuerda Jon Sistiaga. El compa?ero de Couso en el equipo de Telecinco que cubr¨ªa el conflicto se hab¨ªa acostado tarde. Hab¨ªa sido una noche larga de bombardeos y Couso hab¨ªa conseguido grabarlos. As¨ª que Sistiaga prepar¨® un te a su amigo y se lo acerc¨® a la terraza donde, al igual que Qui?onero, grababa los tanques del puente. Hab¨ªa que mandar las im¨¢genes a Espa?a y lo mejor era hacerlo desde la habitaci¨®n de Reuters, un piso m¨¢s arriba. El periodista volvi¨® hacia la parte trasera de la estancia y se dispuso a calzarse sus botas y salir con los v¨ªdeos. Pero no pudo hacerlo.
La noticia que Olga Rodr¨ªguez iba a contar en el bolet¨ªn de las 12 del Hoy por hoy (las 10 en Bagdad) de la Cadena Ser era que la invasi¨®n de Bagdad estaba casi consumada. Los helic¨®pteros americanos sobrevolaban a baja altura la ciudad porque ya no tem¨ªan un ataque desde tierra y las tropas de Sadam se hab¨ªan replegado. Iba a relatarlo desde la habitaci¨®n 1603, dos pisos encima de la de Couso. La redacci¨®n de Madrid llam¨® puntual para que entrara en directo y Rodr¨ªguez dej¨® la terraza y entr¨® en la habitaci¨®n para contestar. Los cuatro pasos que dio hacia el auricular probablemente le salvaron la vida. Su cr¨®nica nunca se emiti¨®.
La broma de Qui?onero result¨® ser un presagio. Lo que impidi¨® a Sistiaga enviar sus im¨¢genes y a Rodr¨ªguez emitir en directo su noticia fue un ob¨²s lanzado a las diez y dos minutos por uno de los tanques del puente, el proyectil que mat¨® a Couso. Sistiaga, conmocionado por el impacto se acerc¨® arrastr¨¢ndose hacia la terraza. All¨ª estaba su compa?ero tirado en el suelo con una pierna casi seccionada. "Estaba cubierto de sangre as¨ª que le tir¨¦ encima una botella de agua para ver con claridad sus heridas", recuerda. Despu¨¦s le hizo un torniquete con su cintur¨®n, lo subi¨® al colch¨®n de su cama y lo arrastr¨® hasta el ascensor.
Tras buscar sin ¨¦xito a su conductor, el due?o de un viejo Lada se ofreci¨® a llevarlos. A duras penas Sistiaga y otros compa?eros consiguieron colocarlo en el asiento de atr¨¢s y, a trav¨¦s de una ciudad sitiada y llena de barricadas, se dirigieron al hospital. "Las monjas caldeas que lo gestionaban nos dijeron que no pod¨ªan hacer nada por ¨¦l", recuerda el periodista. "Le pusieron suero y un sedante nos enviaron a otro hospital para que le operaran", a?ade. Una vez all¨ª, en medio de un caos de muertos y heridos con lesiones fatales, tuvo que tomar la decisi¨®n m¨¢s trascendente de su vida.
"Alguien tiene que autorizar que le amputemos la pierna izquierda", le dijo un joven cirujano. Sistiaga dio la respuesta correcta: que hicieran lo que tuvieran que hacer. "De golpe, me vino a la cabeza las decenas de partidos de f¨²tbol que hab¨ªamos jugado juntos, nuestras carreras, su familia...", recuerda el colega del c¨¢mara fallecido. Dos horas despu¨¦s, los m¨¦dicos volvieron a salir. Couso hab¨ªa superado la intervenci¨®n aunque deb¨ªan vigilar su evoluci¨®n en las siguientes 24 horas. "Nos dejaron pasar a verlo, pero poco despu¨¦s entr¨® en shock", relata el reportero.
Era m¨¢s o menos la una y media de la tarde. Carlos Hern¨¢ndez acababa de llegar al hospital y se encontr¨® con el terrible panorama. "Los m¨¦dicos dec¨ªan que Jos¨¦ se estaba yendo mientras lo intentaban reanimar", explica. Todos los periodistas que acudieron a interesarse por su compa?ero estaban desolados ante la situaci¨®n. "Recuerdo perfectamente c¨®mo Jorge Pliego, de Televisa, y Antonio Baquerizo, de El Peri¨®dico de Catalunya, estaban all¨ª, hincados de rodillas, rezando. Aunque dudo que crean en Dios". El intento de los m¨¦dicos fue en vano. "Lo intentaron, pero no pudieron", contin¨²a Sisitiaga. "Jos¨¦ se fue entre mis brazos. La guerra, para m¨ª, se hab¨ªa acabado".
En los informativos de televisi¨®n de esa noche, todos sus compa?eros, tambi¨¦n Sistiaga, cumplieron con su deber y contaron la noticia. Despu¨¦s, en el jard¨ªn del hotel Palestina, 400 periodistas le rindieron homenaje y encendieron velas en su recuerdo. Unos d¨ªas m¨¢s tarde siete de sus amigos lo sacaron a hombros de una morgue de Bagdad metido en una bolsa de pl¨¢stico y Qui?onero estaba all¨ª para grabarlo. "Jam¨¢s, en mis 20 a?os de profesi¨®n, pens¨¦ que habr¨ªa tenido que filmar algo as¨ª", concluye el c¨¢mara de Antena 3.
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