Para acabar con todas las guerras
Les he hablado en alguna ocasi¨®n de Adam Hochschild, el autor de una espl¨¦ndida narraci¨®n del Congo bajo la zarpa del rey Leopoldo o de la historia del movimiento que acab¨® con el comercio de esclavos en Inglaterra a principios del XIX. Pues bien, el bueno de Adam acaba de publicar un nuevo libro que relata la Primera Guerra Mundial desde una perspectiva muy poco com¨²n: la de quienes se opusieron a ella.
Pero tambi¨¦n podr¨¢n conocer a los h¨¦roes improbables de esta guerra, como Charlotte Despard (hermana e ¨ªntima de French, parad¨®jicamente), las hermanas Wheeldon o el fil¨®sofo Bertrand Russell. Juntos, y en ocasiones de manera dram¨¢tica, lideraron un movimiento ciudadano de oposici¨®n a un conflicto sin precedentes. El compromiso con su conciencia les conden¨®, en el mejor de los casos, al ostracismo social y profesional. Pero m¨¢s de una cuarta parte de los 20.000 hombres brit¨¢nicos que se opusieron al alistamiento forzoso acabaron en la c¨¢rcel, muchos de ellos sujetos a trabajos forzados, aislamiento prolongado o alimentaci¨®n forzosa durante las huelgas de hambre. Buena parte del movimiento se bas¨® en la solidaridad entra las clases obreras de ambos bandos, conscientes desde el principio de que en esta guerra no eran otra cosa que carne de ca?¨®n.
To End All Wars nos recuerda que los movimientos pacifistas de masa empezaron mucho antes de la Guerra de Vietnam (e incluso antes de la Primera Gran Guerra, si consideramos la oposici¨®n al conflicto con los Boers). Pero tambi¨¦n es un testimonio intenso de c¨®mo el sentido com¨²n de una parte de la sociedad puede prevalecer incluso en las circunstancias m¨¢s adversas. En aquel momento era dif¨ªcil distanciarse y juzgar las razones del conflicto con la dureza que lo hacemos ahora, pero este grupo de visionarios lo hizo y pag¨® caro por ello. Es dif¨ªcil no encontrar situaciones contempor¨¢neas similares.
Mientras le¨ªa el libro no pod¨ªa dejar de pensar que la fascinaci¨®n por lo militar sigue presente en nuestras sociedades, de un modo u otro. De acuerdo con los datos publicados recientemente por SIPRI, el gasto militar global en 2010 fue de 1,6 billones de d¨®lares, pr¨¢cticamente la mitad a cargo de los EEUU. En un planeta con m¨¢s de 1.000 millones de hambrientos, esto es una obscenidad equiparable a la carnicer¨ªa que relata Hochschild. Enti¨¦ndanme bien: tengo un gran respeto por quienes se juegan el tipo en defensa de sus conciudadanos, pero hay algo profundamente equivocado en una sociedad que celebra su d¨ªa nacional exhibiendo costos¨ªsimos aparatos concebidos para descuartizar oponentes a distancia. Incluso cuando en ocasiones son necesarios, es una especie de exhibicionismo de nuestro fracaso como seres humanos.
Si tienen oportunidad, no dejen de leer este libro espl¨¦ndido (creo que no ha sido publicada todav¨ªa en castellano, pero tal vez alguien pueda corregirme y existe una editorial valerosa en estos tiempos que corren; por si acaso, vean las apetitosas cr¨ªticas de The Guardian y The Washington Post). Mientras tanto, les dejo con uno de los himnos al pacifismo, esta vez s¨ª, contra Vietnam.
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