Un debate bien vivo
Los ciudadanos deben ver que las cosas no han sucedido inevitablemente, sino que existen responsabilidades
Poco a poco, en una parte de la izquierda europea se ha abierto paso el gran tema de discusi¨®n: la necesidad de regular la libertad econ¨®mica, tan necesitada de normas como la libertad pol¨ªtica. Para ese sector, lo que ha llevado a la actual crisis ha sido la extraordinaria desregularizaci¨®n del mundo financiero que se promovi¨®, casi sin critica, desde los a?os de Ronald Reagan y Margaret Thatcher y la evidencia de que fueron Gobiernos progresistas, como los de Bill Clinton y Tony Blair, los que le dieron el empuj¨®n definitivo, aceptando la cada vez mayor ausencia de reglas y la progresiva desaparici¨®n del papel del Estado como garante de esas reglas.
?En Reino Unido, donde la famosa tercera v¨ªa laborista tuvo, y tiene, un mayor arraigo, el debate est¨¢ muy vivo, con nuevos enfrentamientos. El art¨ªculo In praise of social democracy, del octogenario Roy Hattersley (una cl¨¢sica defensa del Estado como el mejor veh¨ªculo de expresi¨®n de los principios socialdem¨®cratas y una dura cr¨ªtica de los cambios de los noventa), acaba de encontrar respuesta en el joven David Miliband, que pide que el laborismo ¡°piense m¨¢s y se reafirme menos¡± (http://www.newstatesman.com/uk-politics/2012/02/labour-social-government-party), convencido de que la defensa del papel del Estado no ayudar¨¢ a los laboristas a ganar las elecciones, sino su compromiso de reformarlo. David Miliband (hermano del actual l¨ªder de los laboristas, Ed Miliband) reivindica a Blair y advierte de que ¡°principios sin poder es la esencia de una sociedad de debates, no de un partido pol¨ªtico¡±.
Pase lo que pase en el congreso de los socialistas espa?oles, se elija la direcci¨®n que se elija, el mismo o parecido debate deber¨ªa llegar lo antes posible a sus filas y, a ser posible, a sus simpatizantes. Seguramente Miliband tiene raz¨®n cuando asegura que lo primero es entender en profundidad por qu¨¦ perdieron las elecciones (una derrota muy dura, casi equiparable a la del PSOE), y lo segundo, aclarar qu¨¦ clase de futuro buscan y los medios que se pueden emplear para ello. Pero ese enunciado tiene muy probablemente respuestas muy distintas, seg¨²n se analice el periodo Thatcher-Blair y su influencia en toda la socialdemocracia europea.
Lo importante es que los ciudadanos se den cuenta de que las cosas no han sucedido inevitablemente, sino que existen responsabilidades. ¡°De la misma manera que el futuro no est¨¢ determinado para lo bueno, tampoco lo est¨¢ para lo malo, y tan funestos resultados puede provocar una creencia como la otra¡±, escribi¨® Jos¨¦ Mar¨ªa Ridao en su libro La elecci¨®n de la barbarie (2002), de muy recomendable lectura diez a?os m¨¢s tarde. ¡°La barbarie no sobreviene, se elige¡±, afirmaba el escritor, lo que sucede no est¨¢ a merced de una hipot¨¦tica ley universal de la destrucci¨®n, y quienes pregonan ese fatalismo lo que reclaman es que nos sintamos insignificantes y renunciemos de antemano a la resistencia. Que dejemos de preguntarnos que detr¨¢s de cada acci¨®n hay una responsabilidad, y detr¨¢s de cada responsabilidad, un responsable.
Lo que sucede en Grecia, lo que sucede en Espa?a, en Reino Unido o en Portugal tiene responsables: en el mundo financiero, en el mundo de la pol¨ªtica, de la comunicaci¨®n o de la Universidad. No se trata tanto de exigir cuentas individuales por ellas (aunque en ciertos casos sea conveniente), sino de comprender que se pudo haber hecho otras cosas. Y sobre todo, que se puede hacer en el futuro otras distintas, tener otros objetivos y plantearse otros medios. No es inevitable que haya que repartir vales de comida entre los ni?os griegos para atajar la desnutrici¨®n incipiente, ni, desde luego, que nos vayamos acostumbrando a esas palabras ¡°como si fueran dosis peque?as de ars¨¦nico, que uno traga sin darse cuenta, que parecen no surtir efecto alguno y, al cabo de un tiempo, se produce el efecto t¨®xico¡± (Victor Klemperer, en La lengua del III Reich).
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