El malestar de la Democracia
La ideolog¨ªa neoliberal sirvi¨® para vencer al comunismo, pero es ineficaz para articular de forma eficiente la sociedad postmoderna
Todos sospechamos que preocupa m¨¢s a Angela Merkel el resultado de las siguientes elecciones en un land que la realizaci¨®n de un proyecto europeo de largo alcance. Pero la sospecha no se proyecta solo sobre la discutida l¨ªder germana, sino que se extiende a toda la clase pol¨ªtica de las democracias del mundo desarrollado. Los ciclos pol¨ªticos son cortos y la prioridad de partido se impone. Con ello, la democracia, que parece por otra parte extenderse universalmente, se debilita en la valoraci¨®n de los ciudadanos. ?Por qu¨¦ estos movimientos en apariencia contradictorios?
La duraci¨®n de los ciclos pol¨ªticos no es una novedad, ni en Europa ni en Estados Unidos. Pero s¨ª lo es la p¨¦rdida del sentido de Estado y ello posiblemente vaya ligado a la p¨¦rdida del recuerdo de la guerra. Hagamos memoria en nuestras propias carnes. El ¨¦xito de la transici¨®n y el alto grado de consenso logrado en ella no ser¨ªan explicables sin la convicci¨®n transversal de que, ante todo, hab¨ªa que evitar la reedici¨®n de la contienda civil. El episodio del 23-F de 1981 no hizo sino recordarnos en clave hobbesiana que el tema no era de laboratorio. Pero los pol¨ªticos europeos actuales ven la guerra como un hecho hist¨®rico que no debe condicionar sus decisiones. En Estados Unidos, tan importante o m¨¢s que las guerras mundiales fue la Guerra Fr¨ªa, que le enfrent¨® al modelo sovi¨¦tico, generando un esp¨ªritu interpartidista unificador frente al enemigo de la naci¨®n. Pero esa guerra se gan¨® y el enemigo se convirti¨® a la fe capitalista.
Curiosamente, el triunfo del sistema, preconizado por algunos como el fin de la historia, conlleva su propia negaci¨®n. Por un lado, podemos constatar que la democracia se ha ido imponiendo, no s¨®lo por la convicci¨®n racional de que es el mejor sistema de organizaci¨®n social, sino tambi¨¦n, porque se ha evidenciado como el sistema m¨¢s fuerte. Gan¨® la II Guerra Mundial y gan¨® la Guerra Fr¨ªa. Con tan contundentes credenciales, se ha abierto paso en los antiguos pa¨ªses comunistas, en Latinoam¨¦rica y progresivamente en grandes partes de Asia y ?frica.
Los ciclos pol¨ªticos son cortos y la prioridad de partido se impone
Pero al tiempo que la democracia parece generalizarse, en los pa¨ªses donde se halla m¨¢s consolidada, afloran sus limitaciones y se desacreditan los pol¨ªticos. Y al propio tiempo, emerge como potencia global un r¨¦gimen desp¨®tico cuyo ¨¦xito econ¨®mico y fortaleza financiera nos dejan sin argumentos. Aunque para lavar la conciencia occidental se concediera hace un a?o el Premio Nobel a un disidente, la realpolitik se impone y los l¨ªderes democr¨¢ticos acuden serviles a pedir ayuda financiera a los mandatarios chinos, mientras a los l¨ªderes de opini¨®n del liberalismo econ¨®mico se les llena la boca de alabanzas hacia el ¨¦xito de su modelo.
Que la democracia no es el fin de la historia lo podemos comprobar en la propia historia. Los dos experimentos democr¨¢ticos del mundo antiguo, Grecia y Roma, acabaron en sendos imperios. La historia no tiene por qu¨¦ repetirse, pero lo que s¨ª puede afirmarse con convicci¨®n es que la democracia s¨®lo seguir¨¢ imponi¨¦ndose en la medida en que se demuestre como un r¨¦gimen, no s¨®lo m¨¢s justo, sino tambi¨¦n m¨¢s eficaz y m¨¢s fuerte. Los fascismos cayeron porque fueron vencidos en la guerra abierta y el comunismo se inmol¨® ante la evidencia del fracaso del sistema, con lo que parec¨ªa que la democracia quedaba definitivamente afianzada. Pero el ¨¦xito de un pa¨ªs que conjuga el liberalismo econ¨®mico con el dirigismo pol¨ªtico debe ponernos en guardia y hacernos reaccionar en dos direcciones.
La primera es la revisi¨®n de nuestro modelo en el sentido de fortalecer las instituciones, favoreciendo la visi¨®n de largo plazo y fomentando los mecanismos de cohesi¨®n social. La democracia se ha asentado en Brasil en el per¨ªodo de Lula porque ha permitido salir de la pobreza a millones de familias. Por el contrario, se debilita en Estados Unidos y Europa a medida que se agrandan las desigualdades sociales y se expulsa a millones de personas hacia el paro. La ideolog¨ªa neoliberal sirvi¨® para vencer al comunismo, pero es ineficaz para articular de forma eficiente la sociedad postmoderna. Produce descohesi¨®n y solipsismo que, a nivel grupal, se traduce en rechazo hacia las instituciones federales, tanto en Estados Unidos como en Europa.
La segunda es la revisi¨®n de nuestra pol¨ªtica exterior y de la propaganda pol¨ªtica. Si queremos defender los valores que inspiran nuestro sistema democr¨¢tico, debemos hacerlo con todas las armas. La pol¨ªtica de seguidismo con las dictaduras a nada conduce, como se demostr¨® en las fases previas a la Segunda Guerra Mundial. La realpolitik obliga a mantener v¨ªnculos pol¨ªticos y econ¨®micos con la gran naci¨®n que es China, pero nada impide emplear todos los medios posibles para evidenciar el d¨¦ficit democr¨¢tico sobre el que se construye su sistema pol¨ªtico. Afirmar con convicci¨®n nuestros valores y luchar por ellos no es s¨®lo un acto de profesi¨®n de fe, sino la m¨¢s realista de las acciones para lograr que la actual crisis de reequilibrio mundial no culmine con un cuestionamiento de la democracia, sino con el afianzamiento de los valores que la inspiran.
Miguel Trias Sagnier es catedr¨¢tico en la Facultad de Derecho de ESADE.
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