Ir¨¢n ?una guerra evitable?
Atacar a Ir¨¢n significar¨ªa postergar durante varios a?os m¨¢s el inevitable ocaso del r¨¦gimen de los ayatol¨¢s
El mundo asiste con incredulidad a un posible desliz hacia otra guerra en Oriente Pr¨®ximo: un ataque contra Ir¨¢n, con consecuencias no exactamente previsibles pero sin duda muy graves. Parece que nadie, en Occidente, haya sido capaz de sacar las conclusiones de lo que ha pasado con las guerras de Irak y de Afganist¨¢n, te¨®ricamente ganadas por Estados Unidos y sus aliados pero, de hecho, origen de conflictos y desequilibrios que podr¨ªan ser mayores de lo que el anterior statu quo hubiera podido producir. A la incapacidad de sacar las lecciones del pasado se junta la falta de lucidez y previsi¨®n hacia el futuro. ?No ser¨ªa prueba, a la vez, de realismo pol¨ªtico y de una ¨¦tica de la responsabilidad (que tendr¨ªa que remplazar las dogm¨¢ticas y obtusas convicciones) preguntarse cu¨¢les ser¨ªan las consecuencias de un ataque contra Ir¨¢n?
No se tratar¨ªa de una respuesta convencional, a pesar del hecho de que no se puedan excluir represalias contra los pa¨ªses del Golfo y las bases de EE UU en la regi¨®n, adem¨¢s de la posibilidad de que alg¨²n misil iran¨ª de m¨¢s largo alcance pueda llegar hasta Israel. Se tratar¨ªa m¨¢s bien de lo que se llama una ¡°respuesta asim¨¦trica¡±, concretamente de un ataque de Hezbol¨¢ a Israel. Se sabe que el movimiento chi¨ª liban¨¦s no ha utilizado todas sus reservas de misiles en el ¨²ltimo choque con los israel¨ªes. Es de esperar que alguien haya pensado tambi¨¦n en las consecuencias de una guerra sobre el mercado del petr¨®leo, cuyos precios ya han empezado a subir a ra¨ªz de la creciente tensi¨®n en la regi¨®n. ?Podemos permitirnos comprometer de una manera brutal el dif¨ªcil repunte de nuestras econom¨ªas, tan duramente golpeadas por la crisis?
??Qui¨¦n atacar¨ªa Teher¨¢n? Se ha desarrollado ¨²ltimamente un juego muy peligroso de amenazantes declaraciones cruzadas que hasta hace poco parec¨ªan un simple bluff con el objetivo de amedrentar al adversario, pero que ser¨ªa aconsejable tomar en serio. Para responder a esta pregunta es necesario tratar de contestar a otra: ?qui¨¦n quiere/necesita un enfrentamiento militar? Hay que considerar las tres dramatis personae: Israel, Estados Unidos e Ir¨¢n. Parece evidente que el Estado jud¨ªo est¨¢ a favor de un ataque. Netanyahu y su gobierno han estado presionando a Estados Unidos casi en t¨¦rminos de chantaje: ¡°Si vosotros no par¨¢is el avance de Ir¨¢n hacia una capacidad nuclear militar, tendremos que hacerlo nosotros¡±. En Jerusal¨¦n la cuesti¨®n se plantea en t¨¦rminos dram¨¢ticos de supervivencia contra una amenaza total, genocida. Se saca a colaci¨®n la declaraci¨®n de Ahmadineyad sobre la intenci¨®n de ¡°borrar a Israel del mapa¡±, y tambi¨¦n su discurso negacionista del Holocausto. Se puede, sin duda, interpretar esta pol¨ªtica de Netanyahu en un sentido muy cl¨¢sico: agitar el tema de la patria en peligro y la amenaza a la supervivencia de un pueblo es una formula de ¨¦xito seguro para acallar a los cr¨ªticos y que los ciudadanos olviden su malestar social (hay indignados tambi¨¦n en Israel) o la creciente tensi¨®n entre fundamentalistas jud¨ªos e israel¨ªes laicos.
A la incapacidad de sacar lecciones del pasado se junta la falta de lucidez y previsi¨®n hacia el futuro
Por otra parte no se puede decir que la preocupaci¨®n sea artificial ni subestimar por un lado el peso y la profundidad del trauma hist¨®rico de la Shoah y por el otro el efecto de la hostilidad sistem¨¢tica del mundo musulm¨¢n en su conjunto hacia Israel, nunca aceptado en la regi¨®n como sujeto leg¨ªtimo. Pero, aun entendiendo y justificando las preocupaciones de los israel¨ªes, es necesario un an¨¢lisis correcto de la situaci¨®n. En primer lugar hay que rechazar terminantemente la interpretaci¨®n del? iran¨ª como un r¨¦gimen de fan¨¢ticos cuya mayor aspiraci¨®n ser¨ªa acercar la vuelta del decimosegundo Im¨¢n a trav¨¦s de un apocal¨ªptico Armaged¨®n nuclear. Aun cuando el islam chi¨ª? ¡ªcon sus ra¨ªces mesi¨¢nicas¡ª siga siendo la referencia ideol¨®gica b¨¢sica del r¨¦gimen, en realidad se trata de un r¨¦gimen tardo-revolucionario m¨¢s bien caracterizado por el af¨¢n de sobrevivir, y, por cierto, no de acabar a resultas de un ataque nuclear a Israel cuya respuesta ser¨ªa la aniquilaci¨®n de Ir¨¢n. A esto hay que a?adir que el radicalismo anti-israel¨ª del r¨¦gimen iran¨ª, y sobre todo la reciente escalada de Ahmadinejad, al cruzar el l¨ªmite entre antisionismo y antisemitismo, tienen que ser interpretados como dirigidos a un uso externo, en el sentido que los iran¨ªes, incluso los mas adeptos al r¨¦gimen, no son antijud¨ªos (mas de 20.000 jud¨ªos iran¨ªes siguen viviendo en el pa¨ªs, una excepci¨®n si pensamos a la desaparici¨®n de las hist¨®ricas comunidades jud¨ªas en los dem¨¢s pa¨ªses musulmanes). Con su radicalismo sobre el asunto del Estado jud¨ªo el r¨¦gimen trata de que se olvide, en los dem¨¢s pa¨ªses musulmanes, que los persas no son ¨¢rabes, y los chi¨ªes no son sun¨ªs.
Por su parte, la Administraci¨®n Obama no necesita una crisis con Ir¨¢n, y mucho menos otra guerra en Oriente Medio en un momento de dificultades econ¨®micas y de campa?a electoral. Aunque hay que tomar en cuenta la sospecha hacia el r¨¦gimen iran¨ª y una hostilidad que viene de lejos, Obama hab¨ªa empezado su mandato con una actitud abierta, de disposici¨®n a tratar de evitar un enfrentamiento y a buscar un compromiso con Teher¨¢n. Pero ?qu¨¦ es lo que ha fallado? Por una parte la importancia del papel del Congreso, donde ser acr¨ªticamente pro-Israel parece obligatorio. Por otra, la incapacidad de Obama de transformar sus buenas intenciones en acci¨®n pol¨ªtica qued¨® patente cuando Washington retir¨® en el ¨²ltimo momento su apoyo a la propuesta turco-brasile?a de un acuerdo con Ir¨¢n para un enriquecimiento deslocalizado del uranio. En Washington no se niega, aunque no p¨²blicamente, que esta opci¨®n fue descartada porque estaba a punto de ser aprobada en el Consejo de Seguridad de la ONU otra vuelta de la tuerca de las sanciones que la Administraci¨®n norteamericana presenta como la ¨²nica alternativa a una opci¨®n militar que, por otra parte, no se descarta.
Ahora bien, las sanciones pueden ser de dos tipos distintos. Unas destinadas a convencer al adversario de que es necesario flexibilizar sus posiciones, introduciendo una especie de incentivo negativo; otras que apuntan no a una mayor flexibilidad del adversario, sino a su rendici¨®n. Identificar la diferencia entre las dos no es dif¨ªcil: basta con ver si se concede a la otra parte (tambi¨¦n para ¡°salvar la cara¡±) un m¨ªnimo de sus planteamientos iniciales. En el caso de la cuesti¨®n nuclear iran¨ª no cabe duda de que este m¨ªnimo, este n¨²cleo no renunciable ¨C tampoco por parte de cualquier otro tipo de gobierno o de r¨¦gimen iran¨ª ¨C es el derecho al enriquecimiento, que est¨¢ previsto por el Tratado de No Proliferaci¨®n (TNP).
La Administraci¨®n Obama no necesita? otra guerra en Oriente Medio en un momento de dificultades econ¨®micas y de campa?a electoral
Parte de la dificultad de un entendimiento reside en el hecho de que la divisi¨®n interna del r¨¦gimen iran¨ª (entre el L¨ªder Supremo y el Presidente) no permite identificar un interlocutor fiable. Pero tambi¨¦n es cierto que hasta ahora ni Estados Unidos ni los Europeos ¨C que poco cuentan en este asunto ¨C han dejado de exigir, con olvido de las reglas internacionales y del realismo, la renuncia al enriquecimiento en vez de centrarse ¨²nicamente en las garant¨ªas, las inspecciones y los controles que, frente a un comportamiento iran¨ª menos que transparente y que justifica dudas y sospechas, tendr¨ªan que ir mas all¨¢ de las normas aceptadas por la mayor¨ªa de los miembros del TNP, lo que no es legitimo, y s¨®lo puede solo llevar a un fatal desliz hacia un conflicto desastroso. Como dijo despu¨¦s de la guerra de Irak, el responsable de las inspecciones de Naciones Unidas, Hans Blix, lo que se hizo para justificar el ataque fue ¡°transformar los puntos de interrogaci¨®n en puntos de exclamaci¨®n¡±. Habr¨ªa que evitar de aplicar este enfoque torcido al caso iran¨ª.
Hay que evitar una guerra. En nuestro inter¨¦s (estrat¨¦gico, pol¨ªtico, econ¨®mico) y tambi¨¦n en el inter¨¦s del pueblo iran¨ª, que merece un r¨¦gimen menos represivo y menos en contradicci¨®n con un pa¨ªs que tiene una gran historia y un gran potencial econ¨®mico y intelectual. Porque, como pas¨® en 1980 con la agresi¨®n por Saddam Hussein, atacar a Ir¨¢n hoy significar¨ªa permitirle al r¨¦gimen de agitar la bandera patri¨®tica contra una agresi¨®n extranjera, y postergar as¨ª durante varios a?os m¨¢s su inevitable ocaso.
Roberto Toscano, ex diplom¨¢tico italiano, fue embajador en Ir¨¢n entre 2003 y 2008, y es actualmente Investigador Senior Asociado de CIDOB.
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