Comisar¨ªas para mujeres en Nicaragua
Por M¨®nica Hern¨¢ndez Nicaragua se sube al exiguo carro de pa¨ªses latinoamericanos que tipifican la violencia de g¨¦nero contra la mujer como feminicidio. M¨¦xico o Per¨² son otros ejemplos. A partir de ahora, ¡°matar a una mujer en el marco de las relaciones desiguales de poder entre hombres y mujeres, ya sea en el ¨¢mbito p¨²blico o privado...¡± se llama feminicidio y va a estar penado hasta con 30 a?os de c¨¢rcel. Esto supone, al menos, elevar las penas para agresores y homicidas con la aprobaci¨®n de la nueva ley. En un pa¨ªs como Nicaragua, con cinco millones de habitantes, s¨®lo el a?o pasado fallecieron en torno a 70 mujeres por violencia machista (una cifra similar a la de Espa?a) y s¨®lo cuatro de los asesinos fueron apresados (en pocos pa¨ªses latinoamericanos se conoce a ciencia cierta el n¨²mero de v¨ªctimas de estas agresiones). Las m¨¢s de sesenta asociaciones de mujeres con las que cuenta el pa¨ªs centroamericano han celebrado la aprobaci¨®n de esta ley con j¨²bilo aunque no lo consideran una victoria total sino un paso m¨¢s en la lucha por los derechos humanos de la mujer. En una d¨¦cada han muerto unas 800 f¨¦minas nicarag¨¹enses por violencia machista.Nicaragua es un pa¨ªs donde est¨¢ muy arraigada la cultura patriarcal y los casos de abusos a mujeres fuera y dentro de la familia son frecuentes, as¨ª como la maternidad antes de los dieciocho a?os y el posterior abandono a la joven. Adem¨¢s est¨¢ penalizado el aborto terap¨¦utico (s¨®lo un 2% de los pa¨ªses penalizan esta pr¨¢ctica, seg¨²n Amnist¨ªa Internacional).
La pobreza, la desigualdad, el analfabetismo, la violencia intrafamiliar y la falta de acceso a los servicios b¨¢sicos y la justicia complican el desarrollo de la mujer nica. Lidia, una treinta?era licenciada, me cuenta que los malos tratos est¨¢n incrustados en la sociedad. ¡°Yo lo he visto toda la vida en mi familia¡±, dice. ¡°Toda la vida mi madre nos ha ense?ado que la mujer ha de estar sometida al hombre¡±. Son patrones que pasan de generaci¨®n en generaci¨®n. ¡°A m¨ª mi madre me quita la raz¨®n delante de mi marido como algo normal, pero el caso de mi hermana, licenciada en econ¨®micas, es m¨¢s flagrante. Lleva casada 18 a?os y su marido se emborracha con frecuencia y se va con prostitutas. Cuando mi hermana le cuenta eso a mi madre, ella responde: mujer es que t¨² eres muy impulsiva, rel¨¢jate y d¨¦jale que disfrute, que para eso es el hombre¡±. Asegura que su hermana no se separa por los hijos que unen a ambos, porque qui¨¦n sabe qu¨¦ destino les espera, pero tambi¨¦n afirma que muchas mujeres no se separan por el qu¨¦ dir¨¢n.
Esto ocurre en las ciudades. En el campo, es frecuente que las adolescentes busquen el embarazo r¨¢pido para encontrar as¨ª un hombre que las mantenga. Pero el chico, en la mayor¨ªa de los casos, desaparece tras dejarlas encintas. En ese caso, estas ni?as madre se quedan viviendo con los padres y en ocasiones, tras los abusos paternos viene el aprendido sometimiento al marido. ¡°Si toda la vida mi padre ha hecho conmigo lo que ha querido y es mi padre, ?por qu¨¦ no lo va a hacer mi marido?¡± me cuentan algunas de estas ni?as-madre.
Para cambiar estas pautas, existen m¨¢s de sesenta asociaciones de mujeres por todo el pa¨ªs. En Granada, una de las m¨¢s importantes, la Claudia Chamorro, realiza cursos de inform¨¢tica, belleza, corte y confecci¨®n, t¨¦cnico-laboral, etc ¡ son salidas para que la mujer se sienta ¨²til y pueda salir de casa a ganarse un dinero y no ser completamente dependiente del hombre. Lesbia, una de las directoras, asegura que el hecho de que el hombre sea el ¨²nico en aportar dinero al n¨²cleo familiar, hace que la mujer se sienta en muchas ocasiones inferior y considere que ser abusada es, hasta cierto punto, l¨®gico. Por eso, asegura, ¡°el objetivo de todas las asociaciones es uno: aumentar la autoestima. Hacer ver a la mujer que vale y que no tiene que aguantar nada por el hecho de no saber hacer m¨¢s que cuidar la casa y los hijos¡±.
Una de las ONG¡¯s m¨¢s importantes del pa¨ªs, INPRHU (Instituto de Promoci¨®n Humana), que promueve la igualdad de oportunidades, la participaci¨®n ciudadana y la promoci¨®n de los derechos fundamentales de las familias vulnerables tanto en el ¨¢mbito urbano como en el rural, est¨¢ consiguiendo, sobre todo con dinero de cooperaci¨®n espa?ola, no s¨®lo erradicar muy lentamente el machismo entre los ind¨ªgenas chorotegas, del norte del pa¨ªs, sino dar hilo a la cometa de las mujeres para que ellas mismas, por su propio pie, sepan salir de casa y valerse por s¨ª mismas. Su directora, Gladys C¨¢ceres est¨¢ convencida de que ¡°nada est¨¢ escrito en piedra¡±.
Con ella visito a do?a Felipa en Totogalpa, zona monta?osa del norte de Nicaragua. Viuda de guerra, Felipa vive en su peque?a casa con sus hijos y algunos animales. Al terminar la guerra, los hombres que sobrevivieron regresaron de luchar de las monta?as y se encontraron un fen¨®meno: la mujer hab¨ªa ganado autonom¨ªa. Necesitadas de ejercer de hombres y mujeres, muchas se hicieron fuertes y al regreso, el hombre tuvo que luchar por recuperar su rol. Otros no volvieron y sus viudas contin¨²an siendo un ejemplo de empoderamiento. Felipa, que ha sido alcaldesa de su comunidad, dirige ahora un colectivo de mujeres a los que se les ha ense?ado a salir de casa, a trabajar y ganar dinero. Son la Comunidad de El Jobo. Antes eran campesinas dependientes de sus maridos. Ahora introducen cultivos y el INPRHU les ense?a a procesar productos, frutas y verduras, para vender.
El dinero que sacan de los mercadillos lo destinan a las necesidades propias de cada una. Igual ha ocurrido con Norma L¨®pez y cinco mujeres m¨¢s de su misma familia, que, un d¨ªa, cansadas de estar atendiendo la casa, pidieron un cr¨¦dito a INPRHU para comprar una tostadora de caf¨¦. ¡°Aqu¨ª por ser mujeres los bancos no nos dan dinero, no tenemos ninguna propiedad a nuestro nombre y por tanto no podemos ofrecer garant¨ªas¡±, cuenta Norma. En seis meses amortizaron el cr¨¦dito¡°Nosotras podemos tambi¨¦n salir de casa a ganar dinero, con esto lo demostramos. Ya no estamos tan sometidas a los hombres, no pueden hacer lo que quieran con nosotras¡±, a?ade Gertrudis.
En San Jos¨¦ de Palmira, Gladys me presenta a unas campesinas muy particulares, mujeres sin casa fija que hasta ahora se ofrec¨ªan por los pueblos como mano de obra para lavar ropa, cortar caf¨¦, etc. y a las que ahora se les ha ense?ado a elaborar pan, cer¨¢mica o coser y a partir de este pr¨®ximo mes de mayo van a ser gu¨ªas de turistas. Las m¨¢s adultas son viudas de guerra. Las m¨¢s j¨®venes ni?as madre. Se les ha construido una comunidad dirigida a mujeres con panader¨ªa, comedor y se han acondicionado las viviendas de las pobladoras para que puedan alojar turistas de todo el mundo y estos puedan participar en esos procesos artesanales como tostar caf¨¦, cortar y cocinar verduras, hacer tortillas de ma¨ªz....
Sonia, Mar¨ªa y Yasmina hacen tortillas de ma¨ªz sin parar. Todas rondan los veinte a?os y han vivido ya varias vidas. Dos de ellas son madres solteras. Mercedes y Mar¨ªa son costureras. Sus ni?os est¨¢n sentados con ellas mientras cosen. Est¨¢n encantadas con este proyecto. Qui¨¦n se lo iba a decir.
¡°Pero la autoestima no s¨®lo se trabaja con la mujer¡±, me dice Gladys, ¡°hay que reunirse tambi¨¦n con los hombres y hacerles ver que ellos tambi¨¦n pueden y deben hacer tareas de la casa, cuidado de los hijos y que sus mujeres no deben estar sometidas a ellos sino que son capaces de todo. La mujer hace m¨¢s de treinta actividades al d¨ªa y el hombre s¨®lo se dedica al campo. A ellos les hacemos conscientes de este aporte de la mujer¡±.
Y as¨ª, conozco a Francisca, en San Lucas, en la comunidad rural de El Porcal. Casada con Enrique, tienen tres hijos. Son una familia pobre del norte monta?oso de Nicaragua que como propiedad tiene su casita con un solar de una manzana. Ambos me dan un ejemplo de dignidad e inteligencia.
A Enrique le cambi¨® la vida el d¨ªa que se sent¨® a conversar con su familia y supo que sus dos hijas so?aban con estudiar para cambiar la situaci¨®n en la que viv¨ªan aunque ¨¦l pensaba que ya sab¨ªan suficiente. Su peque?o, sin embargo, expres¨® el deseo de sembrar frijoles como su padre.
Poniendo en com¨²n sus sue?os y buscando las maneras de mejorar su situaci¨®n, Francisca y Enrique empezaron a cambiar su vida. ¡°Gracias a INPRHU ahora voy a por agua, cosa que antes hac¨ªan las mujeres, traigo le?a, muelo ma¨ªz¡ tareas de mujer, pero es que me he dado cuenta que hay que dar a la mujer un espacio propio para que se desarrolle. La clave est¨¢ en el equilibrio¡± afirma Enrique, que ronda los cuarenta a?os. Ahora esta pareja instruye en estas lides a la gente de su comunidad.
Francisca ha mejorado su autoestima. ¡°La pobreza est¨¢ en la cabeza¡±, asegura. Se consideran una familia feliz llena de riquezas y bendiciones. Sus tres hijos han dado a luz a siete nietos y la casita de una pieza ahora es una casa digna. Les mereci¨® la pena so?ar.
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