Cuando Dolores era ¡°nuestro secretario general¡±
Es imposible que la estructura de una sociedad experimente un cambio tan radical sin que la lengua sufra trastornos que no pod¨ªamos ni imaginar
Era la camarada Dolores Ib¨¢rruri, pero cuando recibi¨® el saludo del comit¨¦ central del Partido Comunista de la Uni¨®n Sovi¨¦tica con motivo del 60? aniversario de su nacimiento, la versi¨®n espa?ola de la felicitaci¨®n la identificaba como ¡°ardiente y probado luchador por la causa de la clase obrera, por la causa de la democracia y por la causa del socialismo¡±. Y sus camaradas espa?oles, todos hombres, en un acto de homenaje por el mismo motivo, celebraron ¡°la vida revolucionaria de nuestro secretario general, vida ¨ªntegramente dedicada a hacer triunfar los grandes ideales de la emancipaci¨®n de la clase obrera y de todo el pueblo trabajador¡±.
Desde los a?os cuarenta, cuando desplaz¨® a Jes¨²s Hern¨¢ndez en la batalla por la Secretar¨ªa General, hasta 1960, cuando fue sustituida por Santiago Carrillo, Dolores Ib¨¢rruri siempre se present¨® como ¡°el secretario general del Partido Comunista de Espa?a¡±, y sus camaradas se dirig¨ªan a ella llam¨¢ndola ¡°nuestro secretario general¡±. Todav¨ªa en un libro a ella dedicado y editado en marzo de 2004 ¡ª?en marzo de 2004!¡ª Carrillo titulaba uno de sus cap¨ªtulos: ¡°Dolores, secretario general del Partido Comunista¡±, y es curioso, y significativo, que ning¨²n corrector de estilo ni a nadie en la editorial le haya llamado la atenci¨®n por semejante uso del t¨¦rmino.
?Ser¨ªa tal vez porque ser secretaria, por muy general que fuese, no era lo mismo que ser secretario, sobre todo si era general? ?O ser¨ªa quiz¨¢ porque secretario general es, o era hasta hace bien poco tiempo, lo que llaman los gram¨¢ticos un masculino gen¨¦rico no marcado, de esos que incluyen a todos los individuos de la especie sin diferencia de sexo o de g¨¦nero? Pues vaya usted a saber, pero lo cierto es que hasta ayer mismo, el nombre del secretario general del PCE entre 1945 y 1960 era Dolores Ib¨¢rruri, conocida tambi¨¦n como Pasionaria.
?Se imagina alguien que otra Dolores, de Cospedal en la ocasi¨®n, pudiera ser identificada por sus compa?eros y compa?eras de partido como secretario general? No, claro, nadie se lo puede imaginar. Y eso es as¨ª porque ha cambiado el significado de este grupo sint¨¢ctico, que hoy solo puede referirse a hombres; pero es as¨ª, sobre todo, porque ha cambiado el lugar de las mujeres en la sociedad. Que ese cambio de significaci¨®n haya arrastrado el desdoblamiento del gen¨¦rico no tiene nada de extra?o: los que hoy protestan cada vez que se desdobla el masculino gen¨¦rico olvidan que de toda la vida es, o ha sido, muestra de cortes¨ªa dirigirse al p¨²blico congregado para escuchar una conferencia con el cl¨¢sico buenas tardes, se?oras y se?ores.
Ocurre que las se?oras han abandonado el patio de butacas para subir al escenario convertidas en mujeres, y si las se?oras escuchaban las mujeres hablan. Desde que Ib¨¢rruri fue secretario general hasta que De Cospedal es secretaria general, hemos vivido la m¨¢s profunda revoluci¨®n experimentada por la sociedad espa?ola desde la guerra contra los franceses. Revoluci¨®n de la mujer que ha cambiado por completo su posici¨®n en la sociedad, con la elevaci¨®n del nivel de escolarizaci¨®n, incorporaci¨®n masiva al mercado de trabajo, ca¨ªda de la tasa de natalidad, liberalizaci¨®n de la moral sexual, descenso de n¨²mero de matrimonios, retraso de la edad al primer hijo. Todo ello, acompa?ado del cambio de valores tradicionales vinculados a la instituci¨®n matrimonial ¡ªestabilidad, diferencia de roles, autoridad del padre¡ª por nuevos valores de autonom¨ªa e independencia personal.
Es imposible que la estructura de una sociedad experimente un cambio tan radical sin que la lengua sufra trastornos que quienes consider¨¢bamos normal llamar secretario general a una mujer no pudimos ni imaginar. Los acad¨¦micos y las acad¨¦micas asistentes a una reuni¨®n firmaron el otro d¨ªa un informe-manifiesto, muy bien construido y argumentado, que intenta poner un dique a la avalancha de desdoblamientos del gen¨¦rico masculino que se nos echa encima y que alcanza en ese texto bolivariano la dimensi¨®n de una cat¨¢strofe. Estupendo, es su funci¨®n y suena muy razonable, pero todo en ese papel evoca una batalla, si no perdida, en retirada. Por una raz¨®n muy simple, y es que en la realidad de la vida el desdoblamiento ya se ha producido.
Que nuestra vieja y querida lengua espa?ola sea capaz de dar cuenta de esa realidad es todo lo que nos queda por saber. La gram¨¢tica no es la vida, ha sentenciado Amelia Valc¨¢rcel en frase feliz. Cierto, pero no hay vida humana sin gram¨¢tica. Y cuando la vida cambia, la gram¨¢tica, o se alimenta de la nueva vida o muere de inanici¨®n.
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