Siria, ecuaci¨®n maldita
Bachar el Asad se ha servido de la existencia de una resistencia armada para presentar como combates entre dos fuerzas contendientes lo que son matanzas de civiles perpetradas por las fuerzas del Gobierno
La creaci¨®n del Ej¨¦rcito Libre de Siria ha sido la excusa de Bachar el Asad y su r¨¦gimen para disfrazar como enfrentamiento b¨¦lico, como guerra civil, unas protestas que se desarrollaron de forma pac¨ªfica desde la primavera de 2011 y hasta hace pocos meses. Pero la excusa surti¨® el efecto deseado por El Asad, que era cambiar la naturaleza de la violencia que ejerc¨ªa entonces, y que contin¨²a ejerciendo ahora, contra sus propios ciudadanos. Poco importaba que el Ej¨¦rcito Libre fuera en sus inicios poco m¨¢s que un r¨®tulo capaz de galvanizar la voluntad de un grupo de hombres mal armados, exactamente lo que sigue siendo hoy: El Asad se aferr¨® a su existencia para presentar como combates entre dos fuerzas contendientes lo que, en realidad, eran matanzas de civiles perpetradas por las tropas a las ¨®rdenes del Gobierno. Por otra parte, las matanzas fueron convenciendo a numerosos sirios de que la ¨²nica manera de protegerse frente a la vesania de El Asad era incorpor¨¢ndose al Ej¨¦rcito Libre y no limit¨¢ndose a exponer la vida a cambio de nada en manifestaciones pac¨ªficas.
Si alg¨²n pa¨ªs se ha ganado el derecho a la resistencia armada desde que comenzaron las revueltas ¨¢rabes, ese ha sido Siria. Los opositores a El Asad y su r¨¦gimen dejaron m¨¢s de un millar de cad¨¢veres en las calles de las principales ciudades del pa¨ªs antes de que al menos una parte de ellos se decidiese a empu?ar las armas. Un m¨ªnimo sentido de la justicia impide que se les pueda reprochar su opci¨®n, puesto que la ¨²nica alternativa que se les ofrec¨ªa y que se les ofrece es seguir dej¨¢ndose matar. Pero un deseo igualmente m¨ªnimo de asistir a un r¨¢pido desenlace que ahorre mayores sufrimientos impide, a su vez, congratularse de que los opositores sirios hayan hecho uso del derecho a la resistencia armada que les asiste. A diferencia de lo que sucedi¨® en Libia, donde el enfrentamiento b¨¦lico entre el r¨¦gimen de Gadafi y los opositores se generaliz¨® casi desde el primer momento, en Siria las grandes potencias han tenido en su mano durante largos meses la posibilidad de evitar que la situaci¨®n degenerase hasta la tragedia actual.
La responsabilidad no es la misma para todas, ni tampoco de la misma condici¨®n. Estados Unidos y algunos socios europeos, adem¨¢s de la propia Uni¨®n, han podido errar en las estrategias adoptadas en relaci¨®n con Siria. Rusia y China, en cambio, han buscado deliberadamente ofrecer cobertura diplom¨¢tica a El Asad y su r¨¦gimen. Su respuesta no ha sido distinta de la que adopt¨® Francia respecto de T¨²nez, o Estados Unidos respecto de Egipto, nada m¨¢s comenzar las revueltas: anteponer la defensa del inter¨¦s nacional a las leg¨ªtimas aspiraciones de quienes se levantaron contra sus respectivas dictaduras, imaginando que eran objetivos contradictorios. Francia y Estados Unidos intentaron corregir el error sobre la marcha, como tambi¨¦n lo intentar¨ªa Israel tras su inicial respaldo a Mubarak. Eso no les evit¨® pagar el coste de perder ascendiente pol¨ªtico en la zona, hasta el punto de que una parte del creciente apoyo a los partidos islamistas de los pa¨ªses en transici¨®n tiene que ver con el hecho de que la percepci¨®n de los ciudadanos ¨¢rabes no ha cambiado con las revueltas: los sistemas democr¨¢ticos que hab¨ªan apoyado a los dictadores en el apogeo de su poder continuaron haci¨¦ndolo cuando este comenz¨® a tambalearse, y solo rectificaron a remolque de los hechos.
Las grandes potencias pod¨ªan haber evitado que la situaci¨®n degenerase en la tragedia actual
Para esa percepci¨®n, la victoria de los manifestantes sobre Ben Ali y Mubarak lo fue tambi¨¦n sobre las potencias que estuvieron en connivencia con ellos. En el caso de Libia, la percepci¨®n no es distinta aunque incorpore un matiz: los vencedores de la guerra civil se interrogan a¨²n sobre si conceder mayor importancia al apoyo militar que algunas potencias les prestaron a ¨²ltima hora o a la condescendencia con la que, salvo algunos periodos, trataron a Gadafi durante m¨¢s de cuatro d¨¦cadas, haciendo tabla rasa tanto de sus cr¨ªmenes como de sus payasadas. A falta de una respuesta concluyente, parecen estar inclin¨¢ndose por un reflejo de ra¨ªz nacionalista de acuerdo con el cual nada le deben a nadie. El apoyo militar que algunas potencias les prestaron a ¨²ltima hora salda la deuda que contrajeron por la condescendencia con la que trataron a Gadafi, y por eso Libia, la nueva Libia y sus nuevos dirigentes, se consideran libres de cualquier hipoteca internacional.
Hasta ahora Rusia y China podr¨ªan estar reproduciendo en Siria el error que otras potencias cometieron en T¨²nez y en Egipto, y tambi¨¦n en Libia. La reciente declaraci¨®n de la presidencia del Consejo de Seguridad respaldando la mediaci¨®n del exsecretario general Kofi Annan, que Rusia y China no vetaron, podr¨ªa ser un paso positivo, a reserva de lo que suceda en la reuni¨®n que celebrar¨¢ Naciones Unidas el pr¨®ximo mi¨¦rcoles y de la declaraci¨®n que se apruebe, si es que finalmente se aprueba alguna. Rusia y China no vetaron la declaraci¨®n de respaldo a Kofi Annan porque, en el fondo, la mediaci¨®n que est¨¢ llevando a cabo parte del sobrentendido de que, seg¨²n sostienen El Asad y su r¨¦gimen, Siria se encuentra inmersa en una guerra civil y de que, por tanto, se trata de un conflicto entre dos fuerzas contendientes. Las habr¨ªa siempre y cuando se hiciera abstracci¨®n de la disparidad entre las tropas gubernamentales y las del Ej¨¦rcito Libre, y siempre y cuando, adem¨¢s, se olvidase que las primeras atacaron durante mucho tiempo a manifestantes pac¨ªficos y que, desde hace semanas, combaten a las segundas bombardeando barrios enteros donde malviven familias aterradas.
Con 8.000 v¨ªctimas, resulta dif¨ªcil depositar excesivas esperanzas en una mesa de di¨¢logo
El ministro de Exteriores ruso, Sergu¨¦i Lavrov, ha deslizado las primeras cr¨ªticas al r¨¦gimen sirio, asegurando que ha cometido ¡°muchos errores¡± desde el comienzo de la crisis y que ¡°siempre act¨²a tarde¡±. Tambi¨¦n ser¨ªa un paso positivo si el corolario que se desprende de esas cr¨ªticas no es, simplemente, que El Asad y su r¨¦gimen deben rectificar y que es preferible que lo hagan tarde a que no lo hagan nunca. Porque, de ser ese el corolario, lo que se estar¨ªa dando a entender es que El Asad y su r¨¦gimen tienen legitimidad para continuar a condici¨®n de abrir un di¨¢logo con los opositores o de realizar algunas reformas pol¨ªticas. El apoyo ruso al papel de Kofi Annan, siempre y cuando se confirmara el supuesto, y existen indicios que invitar¨ªan a darlo por confirmado, se limitar¨ªa a la canalizaci¨®n de ese di¨¢logo o de esas reformas. Solo que, tras haber masacrado a miles de hombres, mujeres y ni?os desde el inicio de las revueltas, El Asad y su r¨¦gimen carecen de cualquier legitimidad para continuar en el poder. Confiar la salida de la crisis a un hipot¨¦tico di¨¢logo con los opositores y a unas no menos hipot¨¦ticas reformas pol¨ªticas equivale a intentar, a trav¨¦s de Kofi Annan, lo que ya se intent¨® a trav¨¦s de la Liga ?rabe, y que concluy¨® en fracaso.
La suerte de Siria ha terminado por depender en gran medida de lo que decida Rusia, y tambi¨¦n, pese a su discreta permanencia en segundo plano, de lo que decida China. Si ambas potencias avalan el intento de disfrazar como enfrentamiento b¨¦lico, como guerra civil, las cada vez m¨¢s pavorosas matanzas de civiles que est¨¢n perpetrando El Asad y su r¨¦gimen, entonces la par¨¢lisis de la comunidad internacional corre el riesgo de enquistarse, por denodados que sean los esfuerzos de una casi imposible mediaci¨®n y con independencia de la personalidad o el organismo que la protagonice. Una mediaci¨®n siempre podr¨¢ ganar tiempo, que no es un logro despreciable cuando lo que est¨¢ en juego son decenas, centenares de vidas humanas. Pero la ecuaci¨®n maldita en la que se han precipitado El Asad y su r¨¦gimen seguir¨¢ sin resolverse. Cuanto m¨¢s se aferran al poder combatiendo como si fueran una guerra civil las protestas de los sirios, m¨¢s se deslegitiman. Cuanto m¨¢s se deslegitiman, m¨¢s se aferran al poder combatiendo las protestas de los sirios como si fueran una guerra civil. Naciones Unidas ha cifrado en 8.000 las v¨ªctimas de esta ecuaci¨®n, demasiadas como para depositar excesivas esperanzas en que alguien pueda sentar en una misma mesa, y con expectativas de ¨¦xito, a quienes las han provocado y a quienes las han padecido.
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