Si Roosevelt supiese de la reforma laboral de Rajoy
La nueva norma desampara al trabajador y espera de ¨¦l que se porte como un h¨¦roe
Poco antes del d¨ªa D y el desembarco aliado sobre la playa Omaha en las costas de Normand¨ªa, se celebr¨® la XXVI Conferencia Internacional del Trabajo en la ciudad norteamericana de Filadelfia. El presidente Roosevelt decidi¨® recibir en la Casa Blanca a los delegados de la Conferencia que acababan de aprobar una Declaraci¨®n fijando los objetivos program¨¢ticos de la OIT. Roosevelt les dijo: "Creo rotundamente que las generaciones futuras la considerar¨¢n un hito en la evoluci¨®n del pensamiento mundial". Hoy sabemos que la Declaraci¨®n de Filadelfia, de 10 de mayo de 1944, fue decisiva para el advenimiento de la Carta de Naciones Unidas y la Declaraci¨®n Universal de Derecho Humanos.
Frente al aprovechamiento abusivo de las necesidades ajenas y el desprecio a la dignidad de las personas en nombre del empleo y la eficacia productiva, la Declaraci¨®n de Filadelfia fue, sobre todo, una alternativa ¨¦tica a los desmanes de la econom¨ªa de mercado y de la sociedad industrial del momento.
En un mundo en crisis se abr¨ªa paso la idea de que la equidad y la cohesi¨®n social ¡ªpresupuesto de toda sociedad justa¡ª no solo ten¨ªan que estar presentes en el momento de procederse a la redistribuci¨®n de la riqueza, sino tambi¨¦n en el de su creaci¨®n. Por eso, el primero y m¨¢s conocido de los principios de la Declaraci¨®n proclama que ¡°el trabajo no es una mercanc¨ªa¡±.
El "valor del trabajo" jam¨¢s debe confundirse con "los costes salariales"; el dumping social por el empleo es una pr¨¢ctica que ha de ser proscrita por contraria "a la dignidad, a la seguridad econ¨®mica y a la igualdad de oportunidades" que siempre deben condicionar el derecho de todo ser humano a "perseguir su bienestar material". Y finalmente, en nombre de la libertad individual, la ley nunca debe amparar la imposici¨®n por el empleador de las condiciones de trabajo o consentir modificaciones unilaterales de la relaci¨®n laboral.
La reforma laboral de Rajoy desconoce tan elementales principios. Introduce el despido sin causa justificada, permite al empleador bajar unilateralmente los salarios y cambiar las condiciones esenciales de trabajo alegando motivos econ¨®micos vinculados a la producci¨®n; y, por si no fuera suficiente, tambi¨¦n le indica el camino a seguir para "descolgarse" con comodidad del convenio colectivo.
Reformar no es adecuar la ley a una realidad econ¨®mica socialmente injusta
Cuando el empleo es un bien muy escaso, los contratos de adhesi¨®n encubren formas modernas de esclavitud. Te doy de comer, luego calla. La dignidad en el trabajo no es posible sin el reconocimiento de los principios de libertad en la contrataci¨®n y de di¨¢logo y negociaci¨®n de las circunstancias sobrevenidas. La reforma sustituye la libertad en el trabajo por la vieja y peligrosa idea del trabajo como presupuesto para la libertad.
Con el nuevo marco legal el empresario puede modificar unilateralmente las condiciones esenciales del contrato, incluido el salario, de suerte que al trabajador solo le queda o bien pedir su extinci¨®n y cobrar una indemnizaci¨®n que la reforma notoriamente reduce; o bien acudir al juez ¡ªopci¨®n que se convierte en una carga muy gravosa al suprimirse los salarios de tramitaci¨®n para el despido objetivo¡ª; o, por ¨²ltimo, resistir en la humillaci¨®n, consciente de que en un contexto de grave desempleo la dignidad no da de comer a la familia. La ley no solo desampara al trabajador sino que espera de ¨¦l que se comporte como un h¨¦roe.
En una econom¨ªa abierta los convenios colectivos evitan la competencia a la baja en las condiciones de trabajo y, por tanto, el abaratamiento especulativo de los derechos de los trabajadores. Sin negociaci¨®n colectiva, la igualdad y la seguridad en el trabajo ser¨ªan una quimera. Nuestros constituyentes lo sab¨ªan y, por eso, lo garantizaron. A pesar de todo ello, la reforma autoriza al empresario a ¡°descolgarse¡± del convenio en materias fundamentales para los trabajadores (rendimiento, cuant¨ªa salarial, jornada, horarios¡) sin contar con su consentimiento.
Un ¨²ltimo ejemplo: si la relaci¨®n de trabajo tiene por l¨ªmite la dignidad, ninguna ley debe situar a un trabajador ante el dilema de tener que elegir entre poner en peligro su salud o arriesgar su empleo. La reciente reforma laboral as¨ª lo hace, al considerar causa de despido dos bajas justificadas por enfermedad que sumen nueve d¨ªas en dos meses.
La derecha espa?ola sostiene que medidas tan regresivas son imprescindibles para hacer frente a la dram¨¢tica situaci¨®n de nuestro mercado de trabajo. Por su parte, las autoridades econ¨®micas europeas ven oportuna la reforma a sabiendas de que su fin ¨²ltimo es abaratar los salarios, lo que ¡ªen su liberal criterio¡ª es imprescindible para que Espa?a evolucione en la l¨ªnea m¨¢s conveniente para solventar los problemas vinculados a la deuda soberana que padecen los pa¨ªses de la zona euro.
?Se imaginan un Gobierno que derogase mediante decreto ley las normas que impiden la usura y los pr¨¦stamos abusivos, porque concurre una circunstancia econ¨®mica excepcional que obliga a favorecer el consumo y potenciar la libertad de contrataci¨®n en el mercado del cr¨¦dito?
Reformar no es adecuar la ley a una realidad econ¨®mica socialmente injusta. Reformar es reaccionar frente a la injusticia. Franklin D. Roosevelt lo sab¨ªa.
Francisco Caama?o es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional y diputado del Grupo Parlamentario Socialista.
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