El mensaje de Orwell
El optimismo de aquella gente martirizada por la guerra civil que describe el escritor ingl¨¦s, se basaba en la confianza en el futuro y en esa sensaci¨®n de que el mundo iba a convertirse en un lugar mejor. A partir de ah¨ª, hay que empezar a fundar el porvenir
Hace 75 a?os, el escritor ingl¨¦s George Orwell, lleg¨® a Espa?a, con el proyecto de pelear en la Guerra Civil. En su viaje desde Inglaterra, hizo una escala en Par¨ªs, que aprovech¨® para completar un tr¨¢mite en el consulado espa?ol y, sobre todo, para conversar con Henry Miller. Los escritores se ten¨ªan mutua admiraci¨®n a pesar de que, o quiz¨¢ justamente por esto, la obra de Miller estaba situada en las ant¨ªpodas de la de Orwell.
El secretario del escritor neoyorquino escribi¨® un registro de aquel encuentro, que fue amistoso, entra?able e ideol¨®gicamente muy tirante. Cuando Orwell le explic¨® su proyecto de viajar a Espa?a para combatir el fascismo, y habl¨® del deber moral que, desde su punto de vista, ten¨ªan los escritores frente a aquel formidable enemigo, Miller trat¨® de hacerle ver que aquellas ideas eran propias de un boy-scout, y despu¨¦s le dijo textualmente: ¡°Ir a Espa?a en este momento es el acto de un idiota¡±.
Al final de aquella reuni¨®n, Miller hizo su contribuci¨®n personal a la causa de la Rep¨²blica Espa?ola: le regal¨® a Orwell su abrigo de pana.
Con ese abrigo de pana lleg¨® el escritor ingl¨¦s a Barcelona, a principios de 1937. Se apunt¨® en el cuartel Lenin y se visti¨® con el uniforme que le adjudicaron y que ¨¦l identific¨® inmediatamente como multiforme, porque las prendas no coincid¨ªan, ni entre ellas mismas, ni con las de ning¨²n otro miliciano.
¡°Como est¨¢bamos en Espa?a, todo se hac¨ªa sin ton ni son¡±, nos cuenta Orwell en el primer cap¨ªtulo de ese libro raro, estruendoso, conmovedor y hermos¨ªsimo que es Homenaje a Catalu?a. Un libro que es, en realidad, un homenaje a ese mundo lleno de ideales, de solidaridad y de respeto por el otro que, en esta ¨¦poca nuestra tan dineraria y feroz, cuesta trabajo concebir.
?Qu¨¦ hac¨ªa ese escritor, educado en Eton, jug¨¢ndose la vida en otro pa¨ªs para combatir el fascismo?
Adem¨¢s del multiforme a Orwell le dieron un rifle antes de partir con su tropa rumbo al frente de Arag¨®n. La verdad es que Orwell no peg¨® ni un solo tiro, al contrario, se llev¨® una bala fascista en la garganta que, a?os despu¨¦s, termin¨® mat¨¢ndolo. Pero, sobre todo, prest¨® un servicio impagable a la humanidad con la obra literaria que produjo su aventura en Espa?a, y que se suma a esas otras dos novelas suyas inolvidables que son Rebeli¨®n en la granja y la escalofriante 1984, por cuyas p¨¢ginas siguen circulando esas ratas horribles, que ven¨ªan de comerle el cintur¨®n a los milicianos de Homenaje a Catalu?a.
De su llegada a Barcelona hay una fotograf¨ªa, de Agust¨ª Centelles, que lo dice todo: al final de un pelot¨®n de republicanos bajitos, y rigurosamente multiformados, se yergue al fondo de la fila un t¨ªo alto, de abrigo de pana y bigotito, que saca a todos la cabeza y que es, por supuesto, George Orwell.
?Qu¨¦ hac¨ªa ese marciano ingl¨¦s en la Guerra Civil?, ?qu¨¦ hac¨ªa ese escritor, educado en Eton, jug¨¢ndose la vida en otro pa¨ªs para combatir el fascismo? ?qui¨¦n de nosotros, habitantes de este milenio metalizado y fr¨ªvolo, se jugar¨ªa el pellejo por defender una manera de ver y de orientar la vida, una cosa tan et¨¦rea como una idea o un concepto?.
Lo cierto es que entonces, hace nada m¨¢s 75 a?os, miles de extranjeros se apuntaron voluntariamente para venir a Espa?a a hacer la guerra, sin m¨¢s, ni menos, est¨ªmulo que sus convicciones.
Hoy George Orwell puede parecernos un marciano porque ?qui¨¦n en su sano juicio, va ir a pegar tiros a otro pa¨ªs, dejando en el suyo su pisito, su autom¨®vil, su mutua m¨¦dica, su plan de jubilaci¨®n y su nicho pre-pagado en el cementerio? La respuesta es que, en el mejor de los casos, muy pocos. El mundo ha cambiado radicalmente, las ideolog¨ªas se desvanecen, los ideales flaquean, ya no se sabe a qu¨¦ parte de la derecha pertenece la izquierda y hoy la gente, para creer en algo, tiene que verlo en Google. A menos que se trate de dinero o propiedades, dos elementos del paisaje mental contempor¨¢neo en los que todos seguimos teniendo una inquebrantable fe.
Pero resulta que la crisis econ¨®mica, que se ceba en Espa?a con insultante entusiasmo, nos va dejando sin pisito, sin autom¨®vil, sin mutua y sin nicho en el cementerio, y todo sin haber ido a hacer la guerra, sin pegar un tiro, sin haber hecho absolutamente nada. Es m¨¢s, nos ha dejado as¨ª despu¨¦s de habernos comportado como buenos ciudadanos, que pagan sus impuestos y se conducen con decencia.
En lugar de enfocar esto como una tragedia, que ser¨ªa lo natural, tendr¨ªamos que verlo como una invitaci¨®n a reconvertirnos en otra cosa, en un marciano como Orwell, por ejemplo. Y para esto basta con cambiar el punto de vista, mirar m¨¢s all¨¢ de los escombros, de los cascotes y las columnas de humo que va dejando esta crisis, y reconducir el desconcierto, la desaz¨®n y la c¨®lera que ¨¦sta produce, hacia un sitio diferente, m¨¢s all¨¢ del des¨¢nimo general que lo paraliza todo. En lugar de estarnos mirando la punta de los zapatos, podr¨ªamos mirar hacia el horizonte y, una vez ah¨ª, trazar una cartograf¨ªa ¨ªntima para ver en qu¨¦ punto, precisamente, nos encontramos.
En lugar de enfocar la crisis como una tragedia, tendr¨ªamos que verla como una invitaci¨®n a reconvertirnos en otra cosa
Qui¨¦n logra trazar esta cartograf¨ªa ¨ªntima ya ha observado, reflexionado, sacado conclusiones de su entorno y su circunstancia, como lo har¨ªa un solitario del calibre de George Orwell, no en la Guerra Civil que ya pas¨®, sino frente a esa turbulencia que han generado los chacales financieros, y la incapacidad de los Estados para contenerlos, ese poder oscuro contra el que el individuo com¨²n no puede defenderse, pero s¨ª que puede mantener ¡°una guerra sin batalla, una guerra de guerrillas¡±, para utilizar el concepto que propon¨ªa Gilles Deleuze.
Esta guerra de guerrillas consiste en no bajar la guardia, no distraerse ni desanimarse, vigilar de cerca a nuestros gobernantes, mantener los ojos bien abiertos para ver pasar la siguiente oportunidad y, sobre todo, confiar en algo, creer en algo, como lo hizo hace 75 a?os George Orwell.
Ese individuo solitario, ese marciano que hace su guerra de guerrillas, terminar¨¢ armonizando con las miles de individualidades que est¨¢n empe?adas en lo mismo. Se trata de metamorfosear la cataton¨ªa en un nuevo resplandor.
En el primer cap¨ªtulo de Homenaje a Catalu?a, Orwell nos cuenta la impresi¨®n que le produce Barcelona. Eran los primeros meses de 1937 y sus habitantes estaban en pie de guerra, o escondi¨¦ndose de la guerra; en todo caso la ciudad hab¨ªa sido bombardeada, hab¨ªa tiros en la calle, columnas de humo negro sal¨ªan de algunos edificios, la comida escaseaba y casi no hab¨ªa az¨²car, ni carb¨®n, ni gasolina. Barcelona era una ciudad oscura, empobrecida, destruida, y sin embargo Orwell ve¨ªa m¨¢s all¨¢ de lo que era evidente, caminaba por las calles entre escombros, humaredas y cascotes con la ilusi¨®n de estar viendo una ciudad obrera, donde la gente trabajadora se organizaba para construirse un futuro decente. Orwell, en lugar de perderse en las ruinas de aquella ciudad ve¨ªa, m¨¢s all¨¢ de la humareda y los escombros, el giro portentoso que estaba dando la historia de la humanidad. Y los barceloneses soportaban aquel desastre, escribe Orwell, porque ¡°confiaban en la revoluci¨®n y en el futuro, y se ten¨ªa la sensaci¨®n de haber entrado en una era de libertad e igualdad¡±.
Todo el optimismo de aquella gente martirizada por la guerra que describe el escritor ingl¨¦s, se basaba en la confianza en el futuro y en esa sensaci¨®n de que el mundo iba a convertirse en un lugar mejor.
Ah¨ª est¨¢ la f¨®rmula, el mensaje cifrado que nos env¨ªa Orwell desde sus p¨¢ginas: esa confianza y esa sensaci¨®n. A partir de ah¨ª, no tenemos m¨¢s remedio, hay que empezar a fundar, d¨ªa tras d¨ªa, el porvenir.
Jordi Soler es escritor. Sus ¨²ltimos libros son Diles que son cad¨¢veres y Dal¨ª y la m¨¢s inquietante de las chichas yey¨¦ (ambos en Mondadori).
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