Lecciones de Guernica
Destruir la villa foral fue el anuncio del fin de las esperanzas pol¨ªticas del nacionalismo
Desde la destrucci¨®n de la villa por el bombardeo de la Legi¨®n C¨®ndor, un 26 de abril de 1937, Guernica se convirti¨® en el s¨ªmbolo de la resistencia de un pueblo y tambi¨¦n de la mentira de Franco. La obstinaci¨®n del dictador y de sus voceros por sostener la tesis de que la ruina de Guernica hab¨ªa sido provocada por los propios ¡°rojo-separatistas¡± fue el mejor signo de que la victoria del nuevo r¨¦gimen iba m¨¢s all¨¢ de la damnatio memoriae de los vencidos y que asum¨ªa el rasgo t¨ªpicamente fascista de presentar a las v¨ªctimas de su barbarie como verdugos. Como contrapartida, el efecto bumer¨¢n suscitado por la falsificaci¨®n fue inmediato, desde que dos d¨ªas despu¨¦s del crimen su autor¨ªa fuese comunicada a todo el mundo por George Steer desde las p¨¢ginas de The Times, diario conservador brit¨¢nico nada favorable a la Rep¨²blica espa?ola. Desde entonces, y con el apoyo decisivo del cuadro de Picasso, antifranquistas de toda ideolog¨ªa coincidieron en hacer de Guernica el emblema de la significaci¨®n pol¨ªtica de la guerra civil. Con un particular ¨¦nfasis por parte vasca, tratando por todos los medios de burlar la camisa de fuerza del r¨¦gimen para conmemorar el hecho. Recuerdo c¨®mo en abril de 1967 o de 1968 facilit¨¦ a Txomin Ziluaga, militante de ETA y l¨ªder entonces del grupo de universitarios vascos en Madrid, mi ¡°vinilo¡± con composiciones de Pablo Soroz¨¢bal donde figura la dedicada a la tragedia de Guernica. Sirvi¨® como fondo musical a la misa conmemorativa que se celebr¨® al anochecer en una iglesia pr¨®xima a la plaza de Santa B¨¢rbara.
Entonces y ahora, el car¨¢cter sagrado de la villa foral, y sobre todo de su roble en el recinto de la Casa de Juntas, ha favorecido el predominio de una interpretaci¨®n abertzale tendente a afirmar la exclusiva del protagonismo nacionalista y a olvidar que la causa de la libertad de Euzkadi se encontraba indisolublemente ligada a la de una Rep¨²blica que dio base legal a su autogobierno. As¨ª, en el reciente manifiesto del PNV para el Aberri Eguna, las primeras frases nos sit¨²an ante una estricta bipolaridad: de un lado, el sacrificio de los vascos; frente a ellos, los bombarderos enviados por la ¡°Espa?a una, grande y libre¡±. De la Espa?a republicana, solidaria con Euzkadi, ni palabra. Puede as¨ª transmitirse de forma subliminal que a fin de cuentas el episodio culmin¨® el secular enfrentamiento de Euskadi ¡ªentonces escrito con ¡°z¡±¡ª y Espa?a. Desde muy pronto, el presidente vasco, Jos¨¦ Antonio Aguirre, puso en circulaci¨®n la clave de esa versi¨®n: los vascos no habr¨ªan sido derrotados de haber recibido la ayuda requerida de la Rep¨²blica, sobre todo en aviaci¨®n. El aislamiento geogr¨¢fico de la zona norte y la ausencia de aeropuertos no contaban: v¨ªctima de la desorganizaci¨®n del Estado espa?ol, ¡°Euzkadi ha sido abandonada¡±.
De cara a la futura construcci¨®n de la memoria por el nacionalismo, tal deformaci¨®n de los hechos result¨® muy eficaz, m¨¢s a¨²n cuando desde el gobierno republicano hab¨ªa que tolerar todo a un gobierno vasco, de frente nacional con liderazgo absoluto del PNV, que ante la opini¨®n internacional ofrec¨ªa una imagen de orden, respeto a la religi¨®n e incluso sacerdotes fusilados por Franco, desmintiendo la visi¨®n maniquea difundida por ¡°los nacionales¡±. En la pr¨¢ctica, la ¡°causa vasca¡±, al margen de los intereses de sus aliados republicanos, fue el ¨²nico m¨®vil de la actuaci¨®n nacionalista, desde los comienzos de la guerra, donde la inhibici¨®n militar fue la regla, hasta que se constituy¨® el Goberno vasco. Los franquistas lo percibieron, y con el apoyo de la Iglesia, pusieron en marcha una estrategia de la presi¨®n orientada a forzar la rendici¨®n vasca. Sin embargo, hasta la ca¨ªda de Bilbao, a pesar de la inferioridad de medios, el Ej¨¦rcito vasco, fueran de cualquier color pol¨ªtico sus unidades, se bati¨® con hero¨ªsmo. Paralelamente, el PNV iniciaba una singular aproximaci¨®n a Mussolini, donde no falt¨® la idea de convertir Euzkadi en un protectorado de la Italia fascista. A?os despu¨¦s, uno de los negociadores enviados a Roma, el Padre Onaind¨ªa, me contaba su embarazo cuando al visitar al conde Ciano, ¨¦ste les requiri¨® para que ejecutasen el saludo romano. Al aproximarse el frente a Bilbao, los objetivos se redujeron a una rendici¨®n pactada con los italianos, que efectivamente tuvo lugar por efecto del mal llamado ¡°pacto de Santo?a¡±, en agosto de 1937, con los dirigentes pol¨ªticos encerr¨¢ndose ellos mismos en el penal del Dueso en espera de un traslado italiano que Franco impidi¨®. Poco glorioso.
La ¡°causa vasca¡±, fue el ¨²nico m¨®vil de la actuaci¨®n nacionalista desde los comienzos de la guerra
Al margen de su significaci¨®n militar, el bombardeo de Guernica ten¨ªa pleno sentido para Franco. Primero, salvando la Casa de Juntas y el roble, destruir la villa foral fue el anuncio del fin de las esperanzas pol¨ªticas del nacionalismo. Y el mensaje adicional era claro: la resistencia a ultranza supondr¨ªa una acci¨®n similar a mayor escala sobre Bilbao. Los dirigentes nacionalistas lo entendieron y al entrar en la capital, el ej¨¦rcito de Franco se encontr¨® con las instalaciones industriales intactas, listas para funcionar a su servicio.
La simbolog¨ªa de Guernica contiene otra dimensi¨®n, menos cuestionable: la expresada en el canto compuesto en el siglo XIX por Iparraguirre que hoy debiera figurar como himno vasco en lugar del pl¨²mbeo y sabiniano Gora ta gora Euzkadi. Para el Gernikako arbola, la exaltaci¨®n del roble que simboliza las libertades vascas se une a la exigencia de que su mensaje de paz se extienda a todo el mundo. En el contexto de la guerra civil y de la represi¨®n posterior, supon¨ªa un llamamiento a la fraternidad, a la cohesi¨®n entre los ciudadanos vascos. M¨¢s all¨¢, expresa la necesidad de sostener en todas partes un compromiso activo con ese esp¨ªritu siempre amenazado. La sacralidad que transmiten las palabras del himno concierne a una identidad, la vasca, y a unos principios universales, no al criterio reduccionista que acab¨® cuajando en torno al ¡°pueblo vasco¡±. Enlaza as¨ª con el grito de protesta comunicado a todos los hombres casi un siglo m¨¢s tarde por la obra de Picasso.
Adem¨¢s no existe contradicci¨®n entre lo universal y lo local. La primera dimensi¨®n no contradice el dato esencial de que fue Guernica, la villa que encarnaba el autogobierno foral, el sujeto pasivo de la destrucci¨®n. En consecuencia, no por planteamientos partidarios, sino porque en ella convergen el aniquilamiento fascista de los hombres que la habitaban ¡ªpor fortuna en menor medida que sus casas¡ª y de la democracia vasca, resultar¨ªa del todo razonable que en el marco de una Euskadi liberada definitivamente del terror y de la represi¨®n, el Guernica de Picasso fuera albergado definitivamente en la ciudad cuya muerte le hizo nacer.
Antonio Elorza es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica.
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