El caso REPSOL y la experiencia del pasado
La Comisi¨®n logr¨® que la UE mostrara su solidaridad con el Reino Unido en el caso de las Malvinas
De la informaci¨®n proporcionada por este peri¨®dico se colige que la operaci¨®n sobre YPF constituye, por lo menos, un asalto a la seguridad jur¨ªdica del tr¨¢fico econ¨®mico. Que sea una agresi¨®n contra Espa?a es otro tema. El pasado puede ofrecer algunas referencias ¨²tiles.
Al comienzo de los a?os ochenta la Comunidad Europea ten¨ªa escasas competencias y estaba poco integrada. En pol¨ªtica exterior la situaci¨®n era peor. Exist¨ªa un primitivo mecanismo de intercambio de opiniones e informaci¨®n en la Cooperaci¨®n Pol¨ªtica Europea (CPE). El Reino Unido se hallaba inmerso en una batalla dial¨¦ctica para negociar una modificaci¨®n sustancial en el reparto de las aportaciones al presupuesto.
En abril de 1982 estall¨® el conflicto de las Malvinas, identificadas en la parte IV del Tratado de Roma como territorio asociado a la Comunidad. Londres alert¨® inmediatamente a Bruselas. La primera reacci¨®n tuvo lugar en el marco de la CPE que conden¨® ret¨®ricamente la agresi¨®n. Margaret Thatcher apel¨® a los Estados miembros a manifestar su solidaridad y ejercer presi¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica sobre Argentina en base al art¨ªculo 224 del Tratado de Roma. Que contradijera en cierta medida la erosi¨®n que en tal solidaridad provocaban sus exigencias presupuestarias no pes¨® demasiado.
?Cu¨¢l fue la reacci¨®n de la Comisi¨®n? Ir m¨¢s all¨¢ del art¨ªculo 224. Exist¨ªan posibilidades utilizando el contundente arma de la pol¨ªtica comercial basada en el art¨ªculo 113. La Comisi¨®n las hizo valer de forma inmediata tanto en la CPE como en el Consejo. Pod¨ªan tomarse medidas. Por ejemplo, excluir las exportaciones argentinas de las reducciones arancelarias del sistema de preferencias. Suspender toda importaci¨®n originaria de Argentina por un per¨ªodo inicial de un mes mientras se buscaba una soluci¨®n diplom¨¢tica. Los juristas entraron en liza, con opiniones muy encontradas. Subrayaron las dificultades: la posibilidad de que varios Estados miembros se opusieran, la prelaci¨®n entre la dimensi¨®n comunitaria y la CPE, el saltarse la muy extendida convicci¨®n de que la pol¨ªtica comercial unicamente deb¨ªa abordar problemas comerciales. Cuestiones muy debatidas en aquellos a?os.
?Lecciones? El Reino Unido no menospreci¨® a la Comisi¨®n. Esta innov¨® con sus propuestas
Las discusiones fueron agrias, amargas, enconadas. Algunos Estados miembros discreparon. Italia, por su vinculaci¨®n con Argentina. Irlanda probablemente recordando su pasado dentro del ya periclitado Imperio brit¨¢nico. Otros plantearon dudas acerca de si la b¨²squeda de un consenso pol¨ªtico podr¨ªa tener consecuencias negativas sobre la acci¨®n colectiva. La Comisi¨®n hubiera podido rendirse. No lo hizo. Al contrario, jug¨® h¨¢bilmente sus cartas en el Consejo y en la CPE. En cuanto recibi¨®, con reticencias, un conato de luz verde en el primero actu¨® en las capitales m¨¢s importantes (Washington, Nueva York, Ginebra). En pocas semanas se convirti¨® en interlocutora ineludible para abordar los aspectos no militares del conflicto. Su aparato diplom¨¢tico, incipiente, funcion¨® a pleno rendimiento. Se aprob¨® la suspensi¨®n de las importaciones argentinas. Los brit¨¢nicos quedaron encantados con el recurso al art¨ªculo 113. Sin exceder de sus competencias, la Comisi¨®n logr¨® que la ¡°Europa de los Nueve¡± mostrara su solidaridad con el Reino Unido.
Ciertamente, tal solidaridad era m¨¢s aparente que real y cuando se plante¨® la pr¨®rroga del embargo, Italia e Irlanda se descolgaron. Aun as¨ª, se extendi¨® en dos ocasiones m¨¢s. La acci¨®n dej¨®, eso s¨ª, un regusto amargo en Am¨¦rica Latina. Mayor fue el que provoc¨® en Argentina, que a su vez aplic¨® medidas econ¨®micas de retorsi¨®n contra los brit¨¢nicos.
El Reino Unido se abstuvo de enconar la situaci¨®n. Durante varios a?os fue preciso llevar al ¨¢nimo del embajador argentino ante la Comunidad que con ello se bloqueaban interesantes posibilidades de evoluci¨®n. No se trataba de un embajador cualquiera sino del hermano del propio presidente Ra¨²l Alfons¨ªn. Cuando el peronista Carlos Menem accedi¨® a la presidencia en 1989 nombr¨® a un nuevo representante, Diego Ramiro Guelar. No tard¨® en llegar a la conclusi¨®n que la eliminaci¨®n de las dichosas medidas unilaterales despejar¨ªa las relaciones. Y as¨ª ocurri¨®. En un plazo r¨¦cord Argentina fue el primer pa¨ªs latinoamericano en negociar un ambicioso acuerdo de cooperaci¨®n con la Comunidad en el que, como una de las grandes novedades, se introdujo la cl¨¢usula de respeto de derechos humanos. El texto se firm¨® el 2 de abril de 1990, antes de lo que normalmente se afirma en la literatura con respecto a la utilizaci¨®n de dicha cl¨¢usula.
?Lecciones? El Reino Unido no menospreci¨® a la Comisi¨®n. Esta innov¨® con sus propuestas. Confrontada con dificultades no se amilan¨®. Se sortearon las m¨²ltiples objeciones, algunas de gran calado. La diplomacia oper¨® con discreci¨®n all¨ª donde deb¨ªa operar. Sin alharaca alguna se avanzaron peones. Con firmeza y prudencia se identificaron l¨ªneas de progreso en un contexto no siempre f¨¢cil. La soluci¨®n no fue mala ni para la Comunidad ni, me atrevo a pensar, para Argentina. El nacionalismo y el populismo, aut¨¦nticos venenos, se contuvieron.
Los tiempos y el problema son distintos. Repsol no es un Estado. Sus intereses no coinciden con los de todos. La Comisi¨®n no es lo que era. Pero la imaginaci¨®n pol¨ªtica y diplom¨¢tica continuar¨¢ siendo determinante. La discreci¨®n nunca dejar¨¢ de ser buena consejera. No hay que exagerar.
Angel Vi?as, catedr¨¢tico em¨¦rito de la UCM, es autor de Al servicio de Europa.
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