Gracias, mi general
Guti¨¦rrez Mellado aport¨® a la democracia el cambio de actitud de los militares
Se cumplen 100 a?os del nacimiento del capit¨¢n general Manuel Guti¨¦rrez Mellado, uno de esos hombres excepcionales cuyo trabajo marca una huella determinante en el devenir de la sociedad a la que pertenecen, y sin los cuales la historia hubiera sido probablemente distinta. Los espa?oles tenemos una deuda de gratitud con ¨¦l, no suficientemente reconocida, por su decisiva contribuci¨®n a la construcci¨®n del Estado democr¨¢tico de derecho en el que ahora vivimos.
Dif¨ªcilmente hubiera podido el presidente Adolfo Su¨¢rez llevar a buen fin la transici¨®n de la dictadura a la democracia sin el apoyo decidido de este viejo soldado, que se ech¨® a la espalda la dura tarea de sumar las fuerzas armadas al radical cambio pol¨ªtico que se estaba produciendo en Espa?a ¡ªo de evitar al menos que lo impidieran¡ª, y de transformarlas en un instrumento moderno y eficaz al servicio del nuevo Estado.
Como vicepresidente del Gobierno, entre septiembre de 1976 y febrero de 1981, llev¨® a cabo la reforma m¨¢s importante de la transici¨®n militar, la supresi¨®n de los Ministerios del Ej¨¦rcito, Marina y Aire, que hasta entonces hab¨ªan actuado de forma independiente, para reunirlos en un Ministerio de Defensa, del que ¨¦l mismo fue primer titular desde julio de 1977 hasta su salida del Gobierno. Adem¨¢s de que la medida era inevitable, en t¨¦rminos de eficacia administrativa y operativa, disminu¨ªa el peso de los militares en el Consejo de Ministros, y abr¨ªa el camino de normalizar la subordinaci¨®n de los militares al poder civil elegido democr¨¢ticamente, objetivo prioritario de la acci¨®n pol¨ªtica del general.
Pero, sin duda, la mayor¨ªa de los espa?oles que viv¨ªan entonces le recordar¨¢n por su actitud en¨¦rgica y valiente al enfrentarse a los golpistas que el 23 de febrero de 1981 irrumpieron en el Congreso de los Diputados intentando secuestrar la voluntad de la naci¨®n y abortar el cambio. Sali¨® de su esca?o, y se dirigi¨® a ellos, arriesgando su vida, para conminarlos a someterse a su autoridad ¡ª¨¦l era entonces el militar de mayor antig¨¹edad¡ª, y a deponer inmediatamente su actitud.
La imagen de un hombre mayor ¡ªten¨ªa casi 69 a?os¡ª manteni¨¦ndose erguido y firme ante el zafio zarandeo de los asaltantes, se convirti¨® inmediatamente en el mejor s¨ªmbolo de la dignidad y la voluntad de supervivencia de la naciente democracia espa?ola, e hizo m¨¢s por el cambio dentro de las fuerzas armadas que cualquier medida pol¨ªtica anterior o posterior. Cuando le preguntaron en TVE por su actuaci¨®n aquel d¨ªa, el general contest¨® que solo hab¨ªa hecho lo que le hab¨ªan ense?ado en la academia militar de Zaragoza. Valiente como los buenos, humilde como los grandes.
Detr¨¢s de ese momento para la historia, hab¨ªa una labor ingente y silenciosa de modernizaci¨®n de las fuerzas armadas, a la que Guti¨¦rrez Mellado y su equipo dieron un impulso decisivo en todos los campos, incluyendo la reducci¨®n de unos efectivos desproporcionados para las necesidades del pa¨ªs, la renovaci¨®n de un material en su mayor¨ªa obsoleto, y la adecuaci¨®n de las estructuras de mando y fuerzas, que hasta entonces ten¨ªan una orientaci¨®n claramente territorial. De esta forma, abri¨® el camino de un proceso de transformaci¨®n, que ha llegado hasta nuestros d¨ªas, y ha permitido a nuestras Unidades llevar a cabo misiones internacionales con el mismo nivel de profesionalidad y eficacia que las de los pa¨ªses m¨¢s desarrollados del mundo.
No obstante, su mayor aportaci¨®n a la construcci¨®n de la democracia fue el esfuerzo que dedic¨® a intentar cambiar la actitud de los militares, que estaban muy politizados entonces, especialmente los mayores de 40 a?os, y eran en buena parte reacios, en mayor o menor grado, a la pol¨ªtica del presidente Su¨¢rez. Su trabajo, y el de la gente que le apoy¨®, unido a otros factores, como la influencia de nuestro entorno y el relevo generacional, produjeron, en un tiempo asombrosamente corto, un cambio de mentalidad trascendental en los uniformados: de sentirse obligados a tutelar a los espa?oles, en favor de una ideolog¨ªa concreta que se presentaba como el ¨²nico patriotismo posible, a obedecer su voluntad como pueblo soberano, expresada en las instituciones y las leyes. De creer que la patria est¨¢ por encima de los ciudadanos, a pensar que los ciudadanos son la patria.
El general Guti¨¦rrez Mellado tuvo que luchar por lo evidente, en un ambiente hostil entre la mayor¨ªa de los militares de la ¨¦poca, y se vio obligado a pasar por situaciones muy dif¨ªciles, que llegaron en algunos casos al insulto an¨®nimo o al desplante p¨²blico en actos oficiales. No hay golpe m¨¢s amargo que la incomprensi¨®n o el desprecio de tus compa?eros, y ¨¦l lo sufri¨®. Pero no cej¨®, porque sab¨ªa bien cu¨¢l era su deber, lo que la sociedad espa?ola necesitaba de ¨¦l en esa dif¨ªcil etapa. Y lo llev¨® a cabo con tenacidad e inteligencia.
El mejor homenaje que podemos hacerle ahora es constatar que su esfuerzo ha sido coronado por el ¨¦xito. Hoy tenemos unas Fuerzas Armadas similares a las de cualquier democracia avanzada, orientadas hacia su excelencia t¨¦cnica, al servicio de la pol¨ªtica exterior del Estado, neutrales pol¨ªticamente y subordinadas sin recelos al poder soberano de la naci¨®n, de las que podemos sentirnos orgullosos. Gracias, mi general.
Jos¨¦ Enrique de Ayala es general de Brigada en la Reserva.
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